lunes, 1 de junio de 2015

Novela: El Ángel Del Escaparate ©


 EL ÁNGEL DEL ESCAPARATE ©



CAPÍTULO I



Siempre me preguntaba si en las demás famílias pasaba algo así; si en cada una de ellas había un drama oculto como en la mía. Supongo que sí; en mayor o menor grado lo hay siempre, aunque estoy segura que muy pocas de ellas habría experimentado unas circunstancias tan extraordinarias como se vivió en la mía. Con deciros que hasta tuve un ángel de la guarda! Ángeles de la guarda tienen  todos los niños, pero el mío fue también de carne y hueso!

Aunque la historia viene de muy atrás, empezaré a relatarla a partir de la condena de mi hermano en 1944. Entonces yo sólo tenía 2 años y él 20. Podría muy bien haber sido mi padre, pero fue mi hermano y mi llegada le ilusionó como la de un hijo propio.

Mi madre se derrumbó cuando conoció la sentencia. El tribunal dictó sentencia contra mi hermano Erik condenándole a muerte. Mi hermano vio transcurrir su vida ante sí en fracciones de segundo, tan vertiginosamente que notó como se le escapaba aún sin estar muerto. Levantó la vista abrumado buscando. Buscó ávidamente; desesperadamente. Buscó por dónde se salía de aquella pesadilla. Eso no le podía estar pasando. Tenía que haber algún error. Esa gente no podía determinar su vida. No tenían derecho! Pero no eran errores tampoco los crímenes que mi hermano había dejado atrás. Por muy justa que fuese la sentencia y por muy evidente la culpabilidad de mi hermano, mi madre no podía resignarse a asumirla; a mirar un día a su hijo por última vez sabiendo que cuando le diera la espalda desaparecería para siempre de su vida. Aún así, cuando llegase a su casa pensaría: "mi hijo aún está vivo", odiando cada hora que le acercase a la ejecución. "Aún está entre nosotros,  aún podría ir y besarle de nuevo si me dejasen.. y si pasase algo? algo superior a los hombres?" Pero qué Dios iba a hacer un milagro para salvar a un asesino? Para mi madre no era un asesino. Sus crímenes eran políticos y mató en defensa propia; Dios lo sabía.  Y el milagro ocurrió.  Al ser conducido de un penal a otro el vehículo donde viajaban sufrió un accidente. Erik no murió, sino de qué el milagro.. pero quedó suspendido. Fue trasladado a un hospital donde permaneció en coma.
El juez envió a un médico forense para que hiciera un informe  diario al principio. Mi hermano había entrado en un estado vegetativo. Mi madre lo tenía y podía besarle; su cuerpo estaba ahí, pero, dónde estaba él? La Providencia se lo había quitado a medias, ironías de la vida! No precisaba de exhaustivos cuidados sino los mínimos para mantener su cuerpo en condiciones y el único aparato que precisaba era una sonda nasogástrica por dónde alimentarse. Mirtha, mi madre, habló con el juez y con Don Sebastián, el forense, para trasladar a su hijo a casa ya que en el hospital no podían hacer más por él. Al cabo de los años, cuando se cansaron de hacerle encefalogramas y más pruebas para ver alguna señal de algo, le permitieron  llevárselo y Don sebastián quedó en pasar periódicamente para continuar con los informes requeridos. No había peligo de que despertase y escapase. Necesitaría un tiempo de rehabilitación. Para mi madre fue un alivio por varias razones. Una de ellas y también importante,  por no tener que andar para arriba y para abajo con una niña pequeña que no sabía dónde dejar. Mi padre había muerto antes de que yo naciese y mi madre no tuvo más apoyo que su suegro, mi abuelo Miquel y el hermano de éste, Genís. La arroparon mucho moralmente para sobrellevar tanto infortunio. Infortunio porque ni siquiera podía pedirle a Dios por la recuperación de su hijo. Cuantas veces se sentó mi madre al lado de su cama pensando; no atreviéndose a rezar no fuera que Dios la oyera y despertase a su hijo para conducirlo de nuevo al cadalso. Cruelmente se veía atrapada en una encrucijada donde ningún camino tenía la salida que ella buscaba. Había quedado en tablas con la muerte. Ni ésta se lo llevaba ni se lo llevaba mi madre. Y así cada día teniéndose que conformar con tener a su hijo a medias. Albergando esperanzas y desechándolas a la vez. Preparándose para cuando llegara el momento; cualquier momento, pero el más crítico si llegaba a despertar.




CAPÍTULO II


Pero la rutina hace que lo más inconcebible deje de serlo y se convierta y algo natural; normal. Después de cuatro años el impacto emocional y la desesperación ya no era tan intensos. Aunque a veces mi madre soñaba que su hijo se despertaba súbitamente y que ella tenía que esconderlo, ya no vivía tan alterada como al principio. Aunque no lo acpetaba, lentamente se iba haciendo a la idea de que su hijo ya no despertase.
Lo que recuerdo de mi hermano es haberlo visto siempre ahí; estirado en la cama. Me acostumbré a verlo como parte de la habitación, como el sillón, la cómoda, las cortinas... con la diferencia de que él respiraba. De muy pequeña me alzaban para que lo viera pero para mí era como una estatua recordándome a una Bella Durmiente con su mirada en trance sin enfocar y sin ver nada.
-Por qué és como una estatua? -le preguntaba a mi madre.
-Porque está enfermo- me contestaba.
-Las estatuas son gente enferma?
-No.

Pero yo las miraba cuando pasaba cerca de ellas por la calle sin creer del todo a mi madre, eran tan de verdad!  Además, mi tío Genís me había hablado de la Historia Sagrada y de la mujer convertida en estatua por haber mirado hacia la ciudad prohibida. En mi raciocinio sospechaba que algo así le había pasado a mi hermano, aunque no me lo querían decir.
-Se curará alguna vez? -le preguntaba a mi madre y ella me contestaba que sí sin pizca de esperanza.

Observaba a mi madre y a Don Sebastian hacerle cosas muy raras a mi hermano. Ellos decían que era para que su musculatura y sus articulaciones no se atrofiasen, o algo así. Le cambiaban la postura para que no se llagase y le ponían cojines. Don Sebastián llegó a ser como un miembro más de la familia.
Mi madre reanudó su trabajo y cuando ella no podía atenderle mi abuelo, que a su vez regentaba una tiendo de sombreros, lo hacía. Mi madre era ventrílocua y esta afición, que luego se convirtió en su profesión, empezó de forma casual en Berlín. Su primer marido Martin y padre de Erik, trabajaba en una emisora de radio donde ella intervenía esporádicamente. Sus intervenciones tuvieron tanto éxito que pronto le dedicaron un espacio sólo para ella. Pero mi madre empezó a meterse en política y eso no gustó a la familia Zimmermann, propietarios de esa emisora entre otras, y propietarios también de prensa. Eran tiempos convulsos en Berlín y el padre de Erik fue despedido. Amenazó a la familia Zimmermann con airear sus chanchullos financieros y políticos y Martin sufrió un accidente en el que murió. Erik, que entonces tenía 14 años y consciente de lo ocurrido, se tomó la justicia por su mano. Mi madre se encontró viuda y con un hijo apresado. Pero los acontecimientos dieron un vuelco. En 1933 Hitler ganó las elecciones y no se dio curso a la causa pendiente de mi hermano ya que la familia Zimmermann era judía. Al cabo de poco tiempo mi madre y mi hermano se trasladaron a España. No lo tengo muy claro pero creo que los Zimmermann estuvieron tras la inminente decisión de mi madre. Supongo que iban a por mi hermano pero pronto tuvieron que olvidarse del tema y correr por sus propias vidas. Aún así, dos miembros de esta, refugiados en Francia, llegaron hasta Barcelona. La cuestión es que mi hermano los mató. No sé cómo se las arreglaba pero tenía gran facilidad para enviar a la gente al Cielo y con aquellos ya iban tres. En España mi madre conoció a mi padre. Era republicano y cuando estalló la guerra civil mi madre quiso llevárselo a Berlín pero él se opuso.Aunque mi hermano no se metió en política fue considerado republicano y su delito de sangre como crimen político.
Y aquí estábamos ahora. Yo empezando a ver un mundo que había quedado así y preguntando por qué mi hermano no se curaba. Quizás era mejor que durmiera; que no se moviera no fuera a liarla, y así me dejara crecer sin sobresaltos. Pero mi familia era muy peculiar como para que yo llevara una vida sin sobresaltos.
Mi madre continuaba como ventrílocua amenizando las veladas en un teatro del empresario textil Oriach. La gran mayoría de fabricantes de Sabadell, ciudad barcelonesa donde vivíamos, promovían además actividades culturales invirtiendo parte de sus beneficios en la cultura y en el bienestar de sus trabajadores. Era reciente la construcción de toda una urbanizacion por parte del industrial social Cargía-Planas de Artextil, para facilitar el acceso a la vivienda a sus obreros en condiciones muy ventajosas.  Mi madre trabajaba por las mañanas en la fábrica y los fines de semana en el teatro junto a su inseparable "socio"  Herr Eisenhof. Herr Eisenhof era un cocodrilo de fieltro y madera con el cuál actuaba derrochando talento y sarcasmo, enmarcado en un peculiar acento alemán. Su temática se reducía bastante ya que no podía ironizar acerca de la política ni el sexo aunque sí subía de tono pasada la medianoche. A veces mis amigos de la calle y yo nos reuníamos en casa, en la habitación de mi hermano, a escuchar las historias y cuentos que nos refiriera. Jamás pensé que mi hermano pudiera participar de ellos como nosotros lo hacíamos; pero para él también iban, y para él iba el calor de nuestros cuerpos, nuestros alientos suspendidos y la atmósfera que se creaba. Quién sabe si por dentro también sonreía como nosotros sintiéndose acompañado y arropado; conectando con la humanidad entera. Yo era muy pequeña para pensar en eso pero mi madre sí lo pensaba y los niños de la calle se acostumbraron a ver a ese mocetón yacente  con esa extraña expresión en su mirada. En la penumbra que mi madre provocaba para ambientar sus relatos, mi hermano parecía cobrar vida, y parecía reír y moverse, siempre apartado pero siempre tan cerca. Entonces yo no apuntaba mi vista en él porque me parecía que mirándolo de soslayo, se sentía libre de miradas, y en su intimidad se expresaba más plenamente. No queriendo romper ese hechizo, lo veía sin mirarlo y la conciencia de su persona cobraba su verdadera dimensión. Todo alí cobraba magia. Mi madre tenía el suficiente poder para ello y en esos momentos mi hermano parecía más vivo. E incluso Herr Eisenhof dejaba de ser un simple muñeco en el momento en que entraba en escena; entonces empezaba a transformarse en algo vivo y pensante; maquinaba e incluso conspiraba contra nosotros acomodándose a nuestro entendimiento. Exquisito, pulcro, vestido de etiqueta, con aires aristocráticos, perdonando vidas y mirando por encima del hombro a través de su monóculo. Herr Eisenhof no ironizaba acerca de la política, ni diseccionaba la situación del momento bajo su corrosivo punto de vista. Nos hablaba de algo peor. Algo peor que la guerra, la injusticia social, la miseria... Nos hablaba de  fantasmas. Nos refería relatos de miedo que nos ponía los pelos de punta y que nos hacía temer la hora de acostarnos. Entonces la voz de Herr Eisenhof se iba apoderando de nosotros como lo hiciera la noche sorprendiéndonos a través de las ventanas enteladas por nuestro propio vaho. Sus relatos eran tan inquietantes como su persona siendo alguno de ellos explicados tal y como en su día se emitiesen. Así pues, la Cenicienta de los inicios, a la cuál se refería Herr Eisenhof, distaba mucho de la Cenicienta que ahora conocemos. La madrastra le hizo cortar los dedos del pie y parte del talón a una de sus hijas para que le entrase el zapatito, que por cierto no era de cristal. La hija aullaba de dolor pero la madre la consolaba con fríos argumentos diciéndole que cuando fuese reina no tendría por qué caminar. O aquel otro cuento de aquella família tan pobre que tenía que sacrificar a su cerdito para comer. Pero como le querían tanto y les daba tanta pena lo fueron mutilando lentamente para comerlo sin matarlo. Y cuando ya no le quedaban patitas ni orejitas ni rabo, lo sacaban a pasear liado en una mantita haciendo creer a la gente que se trataba de un hermanito enfermo. La gente, compadecida, les empezó a dar limosnas y ello ayudó a conservar la vida del pobre cerdito y la humilde família. o aquel otro cuento de una madre que sin querer le cortó la cabeza a su hijo pequeño. Desesperada se la volvió a colocar al tronco pero el niño ya estaba muerto. Lo sentó a la entrada y esperó a que alguien viniese. Lo hizo la hermana mayor que saludó al hermano. Este no le contestó y enfadada fue a decírselo a la madre. La madre le dijo que volviera a saludarlo y que si no le contestaba que le diera una bofetada bien fuerte. Como el niño no le contestó la hermana le pegó y saltó la cabeza. La niña creyó que lo había matado y la madre se libró de la culpa. Cuántas macabras historias llegaríamos a oir y cómo nos cautivaría el espíritu aquel que las narrava como queriendo arrancarnos el alma del cuerpo para llevársela en cada relato! En aquellos momentos nadie reparaba en mi madre. Parecía que Herr Eisenhof la había absorvido. Nadie imaginaba que tras el palpitante muñeco estaba la mano de una mujer que, anulada como una sombra, era el verdadero espíritu. Parecía que a través de Herr Eisenhof mi madre mostrase parte de su personalidad oculta; aquella que no se atrevía a mostrar a las claras y que necesitaba sacar por medio de quien fuera. Nuestra atención entonces era tan intensa que el ocasional crepitar de la leña nos sobrecogía. Entonces creía adivinar una maléfica sonrisa en la boca del sagáz saurio, caminando junto a mi madre, pausadamente, como el verdugo haciendo tiempo en el cadalso mientras el reo está en la capilla. Ese que no tenía que hacer cola en los mercados al cedérsele el turno por temor o superstición. Embozado para ocultarse de miradas que de todas formas se le evitaban. Ese que no debía tocar los alimentos sino limitarse a señalarlos, sin poder mediar palabra con el tendero como un apestado, el condenado que no debe abrir la boca para que por ella no salga esa maldición que tan estrechamente convive con él.


Vivíamos en un viejo edifiio de principios de siglo propiedad de mi abuelo, el sombrerero y su hermano. En los bajos del mismo se hallaba el comercio. Al otro lado del portal había otro local que el abuelo alquiló a un juguetero pero que ahora permanecía cerrado. El edificio era simétrico. En los bajos se hallaban ambos comercios que comunicaban con sus respectivas viviendas. En la primera planta se hallaba nuestra casa y la del juguetero, en frente. En la siguiente planta se hallaban dos viviendas más pequeñas con sus respectivas terrazas. En una de ellas, justo encima de nosotros, había vivido Genís, mi tío abuelo, que fue maestro de escuela. En la vivienda opuesta impartió sus clases durante mucho tiempo. Como necesitó ampliar la escuela, utilizó también su vivienda, y unió las dos terrazas pasando a compartir casa con mi abuelo. Don Genís fue una especie de Geppeto que yo apenas recuerdo. De cualquier cosa sacaba al niño que había dentro y de cualquier niño un hombre. Don Genís era menudo y delgado; con cara de gato y  canoso mostacho; de plateado cabello con unas gafas a medio camino de la naríz. Cuánto le lloraron cuando se nos fue! pues había sido algo más que un maestro de escuela. Su gran proyecto, el de sacar lo que vale de cada uno, no se perdería con su muerte. Don Genís lo dejó todo previsto. Antes de morir les dejó un legado a los chicos. No dinero, ya que no tenía; sino otro maestro como él ya que compartían la misma sangre.
Se trataba de su sobrino Andrés, que había hecho la carrera de magisterio aunque no ejercía en la actualidad. Huyendo de unas deudas de juego, se enroló en la legión. Don Genís le destinaba sus pocos ahorros además de la escuela ya funcionando a cambio de que continuáse su labor. Andrés, que ya había tenido bastante legión, vio la oportunidad de rehacer su vida.
el abuelo Miquel se alegraba de su regreso. Eso de tener un hombre joven en la casa le reconfortaba. Tampoco estaríamos nosotras tan desamparadas cuando él faltase porque... mi abuelo estaba enfermo. Pero no de una enfermedad propia de su edad sino de una enfermedad que padeció ya de jóven y que nunca entendí muy bien hasta que crecí. Una enfermedad que lo llevó a la tumba más de una vez y de la que regresó. Catalepsia. La primera vez, y después de su funeral, volvió a casa. Pudo salir porque el funcionario del cementerio, que habitaba allí, oyó sus gritos.

La muerte de Don Genís coincidió con el fín de curso. Hasta eso parece que hubiese planificado. Durante el verano el abuelo y el notario hicieron las gestiones para traer de vuelta a Andrés quien no renovó su contrato con el ejército. La primera semana de septiembre Miquel, mi abuelo, convocó una reunión de padres para poner al corriente a los interesados de la nueva situación. Los convocó en la sombrerería para luego subir a la escuela cuando estuvieran todos. Algunos, ávidos de noticias, llegaron un poco antes.
-Apártense de la puerta, que si viene un cliente no podrá pasar- les pidió Miquel.
Empezó a lloviznar y los padres entraron dentro. Hablaron entre ellos y en la espera alguno se tomó la libertad de probarse sombreros.
-No me manoseen el género- les pedía Miquel.
-Cuánto vale éste?-le preguntó unos de los padres refiriéndose al elegante sombrero que se encasquetaba.
-Doscientas pesetas.
-Doscientas pesetas! Ni que fuese de oro!
-Como si lo fuera. Merino de Australia.
-Como si por aquí no hubiese lana!
-Hasta ahora la traíamos de Argentina y Uruguay.
-Y se les ha quedado chico, no? tanto necesitan para un sombrero?
Algunos padres se impacientaban  y pretendían que Miquel les adelantase acontecimientos a lo que éste contestaba que no quería pasarse la tarde repitiendo lo mismo; que paciencia. Nicolás, un crío de nueve años, muy entrometido y muy al tanto de todo, le fue relatando la lista de los ausentes a mi abuelo hasta casi marearlo. Era huérfano y la droguera de la esquina lo había adoptado. Poco después ella enviudó y el crío continuó siendo huérfano aunque ahora fuese sólo de padre. A la mujer la llevaba loca con su afición a los productos químios además de sus tropelías. Su madre no acudiría a la reunión hasta que no cerrase el comercio. De pronto Miquel le preguntó a Nicolás:
-Y Segura? No está y no lo has mencionado como ausente. Le habéis avisado?
-No sé. Se lo traigo? -se ofreció el niño ávido a servir y ganarse puntos.
-Sabes dónde vive?
-Ahora estará en La Cama. Por las tardes va allí. Y además le he visto como entraba.
-Pues ves a darle aviso.
Nicolás salió como una flecha hacia La Cama; un bar así llamado por ser estrecho y largo.

Uno que no era padre, y por tanto debía ser un potencial cliente, se detuvo a mirar. Al notar tanta algarabía dudó en si entrar. "Ya puede pasar, ya", oyó una voz femenina a su lado invitándole y el hombre entró. Iba a pedir la vez cuando Miquel se le adelantó con un potente "Dígame!". Los allí presentes, que se habían recostado en el mostrador, lo despejaron al oir al abuelo. El hombre avanzó.
El caballero, de porte elegante y presumiblemente de posibles, preguntó por un modelo de sombrero determinado. Miquel calculó su talla y sacó dos de distintos colores que podrían combinar con la vestimenta que llevaba. El cliente, a su vez, echó una rápida mirada en su entorno al género expuesto.
-No tiene algo así como lo de aquel caballero? -preguntó señalando el sombrero que sostenía en sus manos uno de los presentes. Miquel se acercó a la persona en cuestión y le arrebató el sombrero para sorpresa del cliente.
-Tenga, pruébeselo- se lo ofreció.
-Pero..si es del caballero.-objetó el cliente apurado.
-Que va a ser suyo! ande,...pruébeselo.
Así lo hizo el cliente y cuanto más se miraba en el espejo más complacido parecía.
-El tono le queda que ni pintado-le animaba Miquel, -Fíjese en las aguas de la cinta. Y qué me dice del tacto? del mejor paño: Mahodena; muy difícil de suministrar en estos tiempos; tengo un pañista y un lanero que son una maravilla. Me trabajan el mejor género.  Y los acabados? mire el interior: pura seda de la India; note lo liviano y la suavidad; fresco cuando las temperaturas suben y caliente en invierno. Transpira muy bien. A estos géneros tan buenos sólo les falta hablar.
El cliente preguntó por el precio y como le convino se lo quedaba. Necesitaba guantes también, y pañuelos para el cuello. Miquel le sacó un gran surtido explicándole los pormenores de cada artículo mientras iba siendo interrumpido de cuando en cuando por algún comentario gratuito de alguno de los presentes.
En estas que entró Nicolás otra vez como una flecha.
-No puedo sacar al padre de Segura de La Cama y menos ahora que se ha metido con un amigo!- soltó a bocajarro.
En el rostro del cliente empezó a sembrarse la perplejidad. Miquel no reparó en la transformación.
-Pepe, ve tu y te lo traes, que al niño no le hará caso- pidió a uno de los padres.
-Hombre, me va a ser un poco violento sacarlo de La Cama con el amigo..-objetó el tal Pepe.
-Lo primero es lo primero! Ya tendrá tiempo de meterse conde quiera con quién quiera!
-Pues bueno, voy.
-Ah, Ud. no se apure!- cayó entonces en la cuenta al volverse al cliente. -La Cama es el bar de aquí al lado- le aclaró Miquel. -Ese tan estrechito que usaban antes los trabajadores municipales para sus utensilios. Hicieron un bar. Iban a ponerle El Armario, pero como se ponía a dormir un borrachín, le pusieron La Cama. En fin..
El cliente se echó a reír aclarado el misterio y se fue satisfecho con la compra realizada. Puede  que lo explicase aquella noche en su casa y todos riesen.

Reunidos ya todos en la escuela, se procedió a informar a los interesados sobre el motivo de la reunión. Los niños no se quedarían sin clase por falta de maestro. Un sobrino de Don Genís lo sustituiría. Alguno de los allí presentes echaron mano a la memoria tratando de identificar al posible candidato. De hecho, se fue de Sabadell siendo adolescente para irse a estudiar a Barcelona, y no lo tenían muy presente.

y así  ocurrió que una tarde entró un hombre curtido a la sombrerería.
-Qué desea caballero? -le preguntó Miquel sin prestarle gran atención
-Un chapiri...una boina de banana.
-Ah, como la que usan los legionarios?
-Exactamente.-Entonces Miquel reparó en ello y levantó la vista.
-Andrés!
y ambos se abrazaron.

Pero aún faltarían unos días para tan feliz acontecimiento y después de la reunión de los padres Miquel se dispuso a cenar con nosotras. En las escaleras se cruzó con Don Sebastián, que salía de casa, y ambos se saludaron. Cuando el médico le rebasaba Miquel se volvió.
-Ah! sabe lo que está preparando Mirtha para cenar?
-No, no lo sé; lo siento. Buenas noches.
-Buenas noches.
Estaba tan acostumbrado a ver al doctor que ya le parecía que ni lo era; por tanto tampoco le preguntaba por Erik a cuyo estado y presencia también se había acostumbrado. Al entrar, su olfato no detectó ningún aroma en particular. Mal empezaba. Más vio a su nuera en pie en medio del comedor leyendo una carta con aire contrariado.
-Y la cena? -preguntó sentándose en el sillón.
-Es una carta del mediodía- le informó ella.
-De quién?
-Ha llegado este mediodía pero no he podido leerla hasta ahora.
-Qué hay de cenar?
-Es de Mercedes. Me escribe desde un asilo!
-Mercedes está en un asilo? Qué le ha pasado? A que la ha encerrado allí su hijo! Pero si ella aún es jóven! -se sorprendió Miquel.
-Se la han quitado de encima! Ya sabes como es la nuera. Averiguaré qué es lo que ha pasado.
-Pero no se te ocurra traerla!

Y mi madre se la trajo. No podía permitir que teniendo familia, la tía Mercedes se pudriese en un asilo. No discutió poco con mi abuelo que dijo que como se le pusiera enferma aún tendría más quebraderos de cabeza; y dijo algo así que los clavos que le llueven a úno del cielo cuando ha nacido para martillo. Mi madre había nacido para martillo, según mi abuelo y se lo había buscado todo; lo mismo que Erik, que estaba así porque tambíén se lo había buscado; y que con su pan se lo comiesen los dos y que sarna con gusto no picaba y qué se yo qué más cosas...en fín; que se las tuvieron.
Mi madre fue al asilo al día siguiente para ver qué había ocurrido y qué se podía hacer pero en lugar de una mujer se encontró a dos. A Mercedes, la tía de su marido, y a Consuelo, la consuegra de Mercedes. Hasta entonces ambas habían estado viviendo junto a sus respectivos hijos. Los cuatro bajo un mismo techo y mi madre no quería imaginarse lo que habría sucedido, con lo entrometidas que eran . Nada, dijeron las señoras. Nada más que les habían sacado el dinero y cuando ya las habían desplumado se deshicieron de ellas. No podían reclamar nada ni regresar a ningún sitio porque legalmente nada tenían ya. Ambas se deshicieron en lloros al ver asomar a mi madre a quién no se esperaban tan pronto. Hasta les habían quitado  el pato que Mercedes tenía como mascota! Seguro que se lo habían comido.
Mi madre se cansó un poco de tanto lamento y quejumbre y dijo secamente:
-He venido a sacaros.
El silencio se hizo. Las mujeres la miraron con los ojos fuera de órbita.
-Pero...a las dos?- preguntó Consuelo con un hilo de voz.
Mi madre asintió.
-Pero yo no quiero ser una carga- comprendió, muy a su pesar, Consuelo. -Llévate a Mercedes, que es de tu familia. Yo sólo soy su consuegra y no te toco nada.
-No puedo llevarme a una y dejar a la otra...-razonó mi madre.
-Pero yo lo comprendo perfectamente. Además, nos hemos tratado muy poco...-insistía Consuelo. -Y tu chico? bastante trabajo tendrás con él. Y la niña, y tu suegro? no mujer, no!
-Mirtha, eres muy amable; ha sido un gesto de cariño y generosidad muy grande. No nos lo esperábamos. Tienes el Cielo ganado- intervino Mercedes.-Pero Consuelo tiene razón. Aquí ya nos apañaremos. Tú ya tienes bastante con tus problemas que no son pocos.
-En mi casa hay sitio de sobras y vosotras aún tenéis cuerda para rato. No creo que fuérais un estorbo.
-Ya lo creo que tenemos cuerda! Si hasta ahora estábamos trabajando. Cosíamos para la calle- explicaba Mercedes mientras Consuelo asentía. -No parábamos un momento y seguro que si fuéramos a tu casa seguiríamos con la misma marcha. Te cuidaríamos al chico, a la chica, al abuelo; te guisaríamos y te lavaríamos la ropa..

Convinieron al final que se venían y volvieron a llorar de agradecimiento.
-Tú, que eres la más necesitada y te vas a hacer cargo de nosotras!- le reconocía infinitamente Consuelo entre lágrimas. -Si hace más quien puede que quien quiere!
-Al revés! -le rectificó Mercedes haciendo mención al conocido refrán. -Hace más quien quiere que quien puede.


El abuelo no las recibió tan bien. Se sintió invadido. Él, que había sido el viejo oficial de la casa! Ahora tendría que competir con dos intrusas. Su dolor de espalda pasaría desapercibido, su tos, sus achaques...ellas siempre le doblarían. No quiso ni saludarlas cuando se las encontró en la escalera hasta el punto que ellas pensaron que se trataba de un vecino. Al ver que entraba en la misma vivienda en la que entraban ellas se extrañaron.
-Es que yo vivo aquí!- dejó bien claro Miquel sintiéndose ofendido y todo.
-Es mi suegro- les aclaró mi madre. Detenidos todos en el recibidor, ambas mujeres se abalanzaron a besuquearlo y a achucharlo y el hombre pronto se vio emparedado mientras oía halagos hacia mi madre.
-Así que va a comer con nosotras..- se alegró Mercedes.
-Yo siempre como aquí, señoras!- volvió a dejar bien claro Miquel.
Mi madre pasó a mostrarles dónde dormirían y atrás dejó a su suegro remugando. Estas le siguieron por el pasillo y al pasar por delante de la habitación de Erik, Mirtha no pudo evitar detenerse. Mercedes se imaginó por qué se detenía.
-Está ahí, verdad?- preguntó y Mirtha les abrió lentamente la puerta para que lo vieran.

La impresión que recibieron aquellas mujeres al entrar en la habitación fue como si dejaran atrás el mundo ordinario para entrar en otra dimensión; en la página de un cuento donde un príncipe encantado esperase mortalmente a que una princesa lo despertase con un beso. La habitación era en sí extraña. La decoración reinante era una insólita simbiosis de elementos contrapuestos que se hermanaban desesperadamente en la desgracia. Soberbias litografías prerafaelistas parecían puertas por las que entrar y salir a esos mundos en los que quizás se hallase Erik sin poder salir. Todo ello evocaba otros tiempos. Tiempos en los que se quedó el joven atrapado. Aún así, postrado en la cama, se veía majestuoso en aquellos sus dominios. Parecía que las intrusas, en lugar de entrar en su cuarto, hubiesen entrado en su reino en el cuál, por un alto precio, el chico vivía. Sobre la gran alfombra que ahora ellas pisaban, solían sentarse los niños a escuchar las historias que mi madre les relatase. Entonces parecían pequeños vasallos congregados por un rey durmiente compartiendo en silencio sus mismas emociones.

Pero este impacto no fue mayor al que recibieron al inclinarse ante la estrella. Aún teniendo que pasar por delante de mí para acercarse, y dedicarme un tímido saludo, yo supe que no era a mí a quien habían venido a ver. Y cuando lo vieron tan quieto, tan vulnerable y a la vez tan digno, con una extraña expresión de paz en su rostro, supieron entonces como debía ser un ángel.

La emoción paralizó su locuacidad y todas sus energías se centraron en enfocar y escudriñar aquella visión. Mi madre, tan acostumbrada a verlo, quizás comentase algo al respecto de la situación y las inciertas posibilidades que tenía tanto si se recuperaba como si no. Pero yo creo que no la oyeron.  Mercedes lo encontró tan sublime y tan lleno de pureza que por unos sengundos pensó que si se despertaba lo estropearía. Contemplándolo comprendía el misterio de la vida. Para qué nuestro peregrinaje por la tierra? Para qué tanto sufrimiento?..para esto. Para conocer un día a Erik; para comprender a través de él, como si fuese un vínculo directo con aquello de donde venimos y hacia donde vamos. Sabía que el espíritu permanece prisionero en su propia carne pero jamás vio un ejemplo tan dignamente representado con esa expresión en su rostro a medio camino de ver algo que los demás no veían. A quién vería y a quién sonreiría? Alguna visión lo retenía y lo agarraba sin querer desprenderse de tan fascinante rehén. Y Mercedes sintió envidia de que "aquellos" lo retuvieran con tanto poder.
-Y éste asesinó a cuatro?- preguntó Consuelo en un susurro no dando crédito.
-Míralo,-dijo Mercedes emocionada, -parece como si Dios lo acabase de crear ahora mismo y le gustase tanto su obra que no hubiese querido despertarlo para echarlo al mundo.
-Esto sí que és un crimen!- dijo Consuelo.
Ambas se quedaron pasmadas cuando vio que Mirtha empezó a acariciarle el cabello y a hablarle acerca de ellas
-Pero, nos oye? -preguntó Mercedes en voz baja por si acaso.
-Siempre he querido pensar que sí- contestó mi madre. -Yo lo trato como a uno más.
-Erik me ha dicho que le pican las sábanas. Hacen bolas- intervine entonces yo. Como si mi voz hubiese roto el hechizo, ambas mujeres mi miraron tomando plena conciencia de mi persona.
-Pero si está aquí la nena, que guapa que está!- dijo Mercedes besuqueándome mientras mi madre inspeccionaba las sábanas.
-Le habéis dado un beso también a él?- pregunté yo.
-Podemos?- preguntó Mercedes con cierto temor buscando el consentimiento de Mirtha.
-Claro!- contestó esta.
-Y le podéis coger una mano- les animé yo tomando a mi vez una para que vieran que no pasaba nada. Mercedes buscó la otra por debajo de la sábana con cierto respeto. Notó el tacto. Quizás esperaba encontrarse con la mano de un muerto pero al notarla cálida y suave el corazón le dio un vuelco y sintió un ligero temblor. Lentamente fue cerrando la suya sobre la de Erik y notó como si una corriente la traspasara. Sintió una sacudida en su ser  como si un silencioso grito la invadiera: "Sálvame, llévame contigo!". Sintió como un vértigo y le pareció mentira que aquel hombre semicadáver tuviera aún así tanto poder. Mercedes, con los ojos humedecidos se llevó la inerte mano a sus labios y besó sus nudillos depositándola de nuevo bajo la sábana. Con ello le había rendido su vasallaje.




CAPITULO III



Sólo unas semanas después de rodar por la casa, las tías se inmunizaron un poco de la presencia de Erik. El vínculo afectivo había crecido sin aquel reparo, aquel respeto rayando el temor. Pronto se pusieron a trabajar en aquello en que pudieran y con la misma rapidéz se hicieron con el vecindario. Ambas se coordinaron  muy bien las tareas y muchas veces, mientras una estaba abajo con Erik, la otra subía a la escuela para echarle una mano a Andrés con los niños. Las pequeñas cosas que hacían suponía mucho. Acompañar a los pequeños al lavabo y limpiarles los mocos...controlar los turnos del recreo...salir en busca de material escolar para reponerlo...llevar registros...El joven Andrés estaba encantado con su nueva familia. Quien no las tenía todas consigo era mi abuelo que, aunque no las tragaba, siempre estaba cerca de ellas para anotarse cualquier error y poder demostrarle a mi madre lo viejas que estaban. Todo, hasta que el pañero y el lanero que le suministraban el género dejaron de hacerlo temporalmente y sus talleres fueron clausurados por la policía. El abuelo dijo que porque eran estraperlistas pero el delito pareció ser más bien fiscal.  Miquel tuvo dificultad para reponer existencias y las tías, que ya habían cosido previamente, empezaron a confeccionar sombreros, gorros, bufandas y guantes entrando en tratos con un nuevo proveedor... Yendo más lejos, se atrevieron a confeccionar abrigos, chaquetas y tabardos a juego con los sombreros y guantes. Demostraron mucha iniciativa y como Miquel no tuvo más remedio que confiar en ellas para salir del paso, ya se las empezó a mirar con otros ojos. Tenían también muy buen gusto para la decoración y el escaparatismo ya que la víspera de difuntos engalanaron la tienda acorde con las fechas. Así pues, vistieron al maniquí artiulado de funerario a la antígua usanza; con el sombrero de copa y la cinta morada con su lazada hacia atrás. Lo sentaron en una silla barroca de alto y labrado respaldo y quedó en el escaparate presidiendo la calle. Del respaldo sobresalían dos penachos negros que se asemejaban más a dos alas negras saliendo de su espalda. A sus pies, además de dos robustos candelabros pintados con pan de oro, había abanicos desplegados como negras y extendidas alas de aves de mal agüero. El establecimiento se surtió de velos, mantillas, brazaletes de duelo, corbatas, redecillas para el cabello, guantes, bastones, monededos, carteras, bolsos, rosarios, cruces y velas. La decoración, aunque recargada, quedó muy exquisita acaparando cualquier rincón y espacio. Como impactó el maniquí ante el cuál tuvo que detenerse tanto como transeunte pasó. Y tuvo tanto éxito, que ya permaneció en el escaparate cambiándosele casi cada día de sombrero y de complementos.
Aquel 31 de Octubre fue el primero del que tomé conciencia. Quizás porque había más gente en la casa y más gente organizando a propósito de cualquier acontecimiento como fuera el presente de la celebración de difuntos. Las cosas se vivían más. Por la tarde las vi preparar los "panellets", las castañas y los moniatos. En un bidón, en la terraza de la escuela, asaron castañas mientras los niños danzaron  y riéron alrededor. Tal como iban saliendo las remesas de moniatos y castañas, se iban consumiendo y celebranndo así, junto con el maestro, la fiesta de difuntos. Andrés y Sebastián, junto al bidón, hablaban de sus cosas. Don Sebastián de su carrera forense y Andrés de increíbles historias de la legión que los chicos más mayores escuchaban con atención. Yo, Nicolás, Reverte y Cabrera, estábamos sentados sobre el frío suelo con nuestras espaldas apoyadas en la pared, algo más retirados. No queríamos ser oídos porque Nicolás nos participaba lo que tramaba.
-Entonces, para qué quieres la pólvora?- le pregunté yo.
-Para los explosivos; y tú me ayudarás a reunir los componentes- me respondió.
-Yo? -pregunté asustada.
-Pero si tú vives en la droguería!- dijo Reverte, -por qué no lo coges tú mismo?
-Y cómo voy a sacar todo eso si mi madre no me quita el ojo de encima!- se justificó él. -El carbón vegetal, por ejemplo, sí lo puedo sacar yo. Puede que el azufre también. El nitrato de potasa, la nitroglicerina, el ácido sulfúrico y el ácido nítrico, lo sacas tú- me dijo.
-Yo no sabré sacar esas cosas!- me defendí.
-Yo te las prepararé. Mi madre no sospechará de tí.
-Deja que lo haga yo!- se ofreció Cabrera.
-No, que como te vea la cara no te deja entrar! tú esperas fuera.
-Ella lo estropeará!- se quejó Reverte.
-Con esa cara de tonta lo echara todo a perder!- se sumó el otro..
-Es su cara de tonta lo que necesito!- insistió Nicolás.
A mí me molestó. Pensaba que me incluían en el plan por mi audacia -que también sabía que no era tanta-, pero no por mi cara de tonta. Total, discutieron entre ellos, uno se fue enfadado, el otro detrás; y Nicolás tras ellos a convencerlos de que continuasen en el plan. Yo me quedé sola.
Herr Eisenhof subió también a la terraza.  Precisamente él era la estrella de esa noche. Los niños le esperaban y le recibieron alborozados y jubilosos. Sabían que esa oscura tarde les explicaría historias de difuntos y aunque ahora se sintieran muy valientes, por hallarse todos juntos en un ambiente festivo, cuando se fueran a dormir lo harían solos y más de uno se arrepentiría de haber escuchado tales historias. Pronto acondicionó Andrés el aula privándola de luz eléctrica y encendiendo velas. El silencio empezó a reinar y las caras a distorsionarse con angustiosa oscilación tal como las llamas danzaban pareciendo tortuosos rostros que se quisieran escapar de sus anclajes. Algún que otro masticar se oyó, masticar que se fue deteniendo a medida que Herr Eisenhof intervino.
-...nosotros aquí, pasándolo tan bien a costa de los pobres muertos, y ellos allí...en la fría tierra, abandonados durante todo el año- dijo el muñeco con teatral pesar. -Creéis que se pueden enfadar con nosotros porque los tenemos olvidados?
-Yo prefiero más no pensar en ellos- intervino mirtha fingiendo cierta indolencia y desinterés.-Me parece que si pienso en ellos llamo su atención, los atraigo hacia mí y están más tristes por estar muertos y no poder venir..
-Quién le dice que no pueden venir? Quizás no sus cuerpos pero sí sus espíritus...dejó caer.
-Prefiero más no perturbar sus espíritus y que permanezcan donde deban estar. Ud. sabe dónde se quedan, Herr Eisenhof?
-En el mismo sitio donde estubieron antes de nacer. Sabe Ud. Mirtha dónde estábamos antes de nacer?
-No, Herr Eisenhof.
-Estábamos con ella- respondió el cocodrilo con el susurro de una serpiente que prepara a su víctima.
-Con quién? -preguntó mi madre.
-Con la Muerte. -nos desveló como harto evidente. -Todos nosotros somos hijos de La Muerte. La Muerte tiene muchos hijos y no los puede vigilar a todos entonces se le van escapando, se le van perdiendo y .... nacen.. Ella los busca desesperadamente. A veces los encuentra enseguida y se los lleva siendo niños. Otras veces tarda más y se los lleva ya viejos. -Súbitamente gritó:- Ojo! que no encuentre a alguno de vosotros! - Se oyó sacudidas inesperadas por la sala.
Pero Mirtha, fingiendo querer saber más, continuó:
-Pero si La Muerte es nuestra madre, por qué nadie quiere volver con ella?
-Porque no nos acordamos. A ver, quién se acuerda de dónde estaba antes de nacer? No vayamos tan atrás. Quién se acuerda de lo que hacía  ya nacido..con un año...con dos... con tres... con cuatro...
Nadie contestó.
-En cambio vivísteis cada día intensamente. Si en esa edad hubo cosas que vivimos pero no las sabemos, quién no nos asegura que antes también las hubo y tampoco lo sabemos?
-Sí, tal vez tenga razón, Herr Eisenhof- convino mi madre. -Seguro que venimos de algún sitio...en donde sólo se podía estar estando muerto, claro...
-Venimos de la Muerte y ella es nuestro destino. Pero, mientras tanto, qué hacemos aquí?- se dirigió al público de nuevo y preguntó:- Por qué tenemos que nacer si luego hemos de morir?Vosotros sabéis para qué venimos aquí?
Los alientos se contuvieron.
-Para sufrir!- respondió casi en un grito. -Sino, esperad y veréis! Y quién viene a salvarnos del sufrimiento?... La Muerte!
-Oh! no sea catastrofista, Herr Eisenhof. En la vida nos lo podemos pasar muy bien si ponemos de nuestra parte. Tenemos que tener una aptitud positiva y convertir el mal en bien. Debemos ser como magos; debemos aprender a ser magos y transformar las cosas negativas a nuestro favor. Es..como un reto. La vida es un reto y los valientes no la temen.
-Lo que Ud. diga, Mirtha. Pero Ud. acabará muriendo habiendo brazeado contra la vida mientras tanto.
-Con ello mi espíritu habrá evolucionado. Que es el fin, no?
-Y para qué queremos evolucionar? -le cuestionó el muñeco con sarcasmo.
-Hoy está Ud. catastrofista, Herr Eisenhof! Todo esto me produce escalofríos. Por qué no hablamos de otra cosa más divertida? Por ejemplo...de futbol!- mi madre se dirigió a la audiencia. -Vosotros queréis hablar de futbol o de difuntos?
La gran mayoría, por no decir todos, prefirió a los difuntos.
-No sabe Ud. que esta es la noche en que no deben guardarse las historias?- Herr Eisenhof recordó a mi madre.
-Ah, no?
-Precisamente es esta noche cuando deben salir. Por qué creéis que tenéis pesadillas?- preguntó a la audiencia. -Porque durante todo el año os guardáis vuestros miedos! Saquémoslos esta noche y que se vayan para siempre!

Andrés nunca había visto actuar a Mirtha y la observó absorto. Sabía que estaba ahí pero parecía muy lejos, como si su personaje la hubiese absovido y se valiese de sus cuerdas vocales para manifestarse. Mirtha era como la sombra de Herr Eisenhof, ligeramente más alargada..siguiéndole mientras él deambulaba por la sala. Entonces Andrés reconocía a la verdadera artista. Aquella a quién su personaje anúla; aquella que desaparece para dar vida a otro; a ese otro que és el que el mundo ve y cree. Mientras tanto Herr Eisenhof seguía con sus escalofriantes referencias, aquellas que paralizaban la voluntad y bloqueaban los sentidos. El diabólico cocodrilo continuó con su voz de serpiente como si pretendiera encantar a los niños  y cuando los tuviera inmovilizados inyectarles su veneno. Tiempo durarían los efectos obligándoles a mirar debajo de las camas antes de acostarse o obligándoles a volverse encogidos al caminar por los pasillos de sus casas.

-Vigilad cuando salgáis! -recomendó Herr Eisenhof a los niños, al finalizar sus macabros relatos. -Ahí afuera ya es de noche y alguien puede codiciar vuestro hígado, vuestros riñones, vuestro corazón, vuestras sangre! Y más esta noche en que la Muerte trabaja arduamente con sus colaboradores los asesinos- hizo una pausa y luego se despidió. -Buenas noches y.....ESPERO VEROS DE NUEVO.

Cuando Andrés dio la luz el muñeco pareció desinflrarse y entonces apareció mi madre. Su voz ya había cambiado, su inflexión ya era la de siempre y no parecía envenenar mentes al hablar ni sopesar niños para ver cuál era más vulnerable. Nos dispusimos a cenar y seguidamente mi madre continuó con su actuación en el teatro de Oriach donde se representaba Don juan Tenorio. Mi madre no tomaba parte en esta función pero sí amenizaba la velada con cortas apariciones. Herr Eisenhof, sin perder su corrosiva flema, cambiaba de registro rivalizando con Don Juan e intentando flirtear constantemente con la audiencia femenina. En público pretendía conseguir citas y el obseso cocodrilo divertía mucho a las señoras.
-Como voy a salir con Ud. si Ud. es un cocodrilo! -le recordaba alguna cuando él insistía en quedar.
-Puede que de perfil tenga una retirada...-admitía éste, -pero qué me dice de mi interior?
-Pues tiene Ud. ahí una buena cavidad como para pasar desarpecibida, Herr Eisenhof -intervenía mi madre con sus molestas observaciones con respecto  al hocico del cocodrilo.
-A qué cavidad se está refiriendo?!- preguntaba él ofendido.
-A la de su boca!
-En todo momento me estoy refiriendo al interior de mi ser!-matizaba él.
-Disculpe.
-Ese que nadie conoce; ese que está esperando que alguien se asome para...
-Engullírselo!-saltaba mi madre.
-Con Ud. no se puede hablar!- volvía a molestarse Herr Eisenhof quien se dirigía de nuevo a las señoras. -No les gustaría saber realmente cómo soy? ..No les gustaría descubrir todos mis encantos ocultos?.. No les gustaría penetrar en mi interior?..Pues a mí sí me gustaría  penetrar en el suyo!
Las señoras reían escandalizadas.

Sebastián solía acudir a las representaciones. Aquel día lo había pasado prácticamente en casa y no pudiendo separarse de mi madre, la acompañó hasta el teatro. Una vez acabado su número, en la intimidad del pequeño camerino, Sebastián pretendía invitarla a continuar la noche.
-Es un poco tarde, no crees?- contestó a su invitación mi madre guardando cuidadosamente  a su socio en el maletín.
-Vamos, tómate un poco de tiempo para tí. Desde cuándo no te dedicas tiempo?
-Y si se despierta Ingrid? Y Erik, tengo que cambiarle la postura.
-Olvídate de eso! Están tus tías; precisamente ahora es cuando podrías aprovechar para salir. Mañana no tienes que trabajar.
-Dónde estaré mejor que en casa? Hoy he tenido un día terrible y no me apetece salir.
-Nunca podemos hablar de nuestras cosas. Siempre hay gente alrededor...
-Hablar de nuestras cosas? -le interrumpió ella -Si ya nos lo hemos dicho todo!
-Tú sabes de qué podemos hablar -respondió él dejando entrever un sentimiento que Mirtha ya sospechaba y que no compartía.
-Mirtha, te habrás dado cuenta de que te aprecio mucho.
-Yo también. Has sido de gran ayuda para nuestra familia y..
-No, no quiero agradecimiento- le interrumpió él. Y he llegado a querer a Erik y a sufrir con vosotros. Al principio Erik era mi trabajo pero ahora se ha convertido en algo más como todos vosotros; como tú. Cuando digo que te aprecio no me refiero sólo a la amistad que ha surgido por nuestra relación estrecha durante años. Todos estos años junto a tí me han desvelado a una mujer extraordinaria; fuera de serie -Mirtha se echó a reír creyendo exagerados los adjetivos.
-Primero fue tu entereza lo que me impactó; luego tu inteligencia, tu ingenio, tus recursos...Te he descubierto poco a poco sorprendiéndome con cada nuevo descubrimiento- concluyó tomando la mano de mi madre y acercándola a sí y que ella retiró sin brusquedad.
-Por favor, ahora no es el momento.
-Nunca es el momento para tí. Y no quiero que esto sea un chantaje moral; una atención a mí por agradecimiento. Simplemente quiero que sepas lo que siento por tí. Sí, desearía que lo compartieras pero si no lo haces no puedo forzarte a ello. Sólo puedo disfrutar de tu compañía y esperar que algún día las cosas cambien.

Mirtha se sintió molesta y halagada a la vez. No quería herir a aquel hombre que se había volcado tanto hacia la familia y que había facilitado cosas de cara a la Administración. Su compañía no le moestaba, le daba seguridad saber que lo tenía ceerca para cualquier cosa pero su corazón no estaba como para involucrarlo sentimentalmente; su capacidad emocional estaba saturada. Pero él pensaba que el amor le ayudaría.

Un trueno me despertó angustiada. Los escabrosos relatos de Herr Eisenhof no eran buenos compañeros de cama. Y los truenos no me dejaron conciliar el sueño. No solía tener sueños inquietantes aunque a veces, tanto atracón de historias espeluznantes, me indigestaban la mente. No me atreví a llamar a nadie o a llorar ni me atreví a alargar el brazo en busca de la perilla pra encender la luz. En la oscuridad, mientras palpase, podía dar "con algo" o ese "algo" conmigo. Cuanto pude hacer fue taparme la cabeza con la manta creyendo que no hay garras ni cuchillos que puedan atravesarlas. Pero las figuraciones continuaban debajo de éstas. Me parecía oir maullidos de gatos; esos que Herr Eisenhof nos había explicado que habían quedado emparedados juntos a sus amas asesinadas y tapiadas. Oía arañazos en el suelo. Como los que Herr Eisenhof nos había referido de los enterrados vivos que arañaban el ataud. Oía el pie que también nos había referido, buscar ansiosamente la pierna de la que había sido arrancado cuando la Muerte lo agarró para llevárselo. Yo encogí mis piernas para recoger mis pies no fuera que La Muerte me estirase por uno. Oí voces atropelladas que no me parecieron ni aullidos ni lamentos de espíritus en pena. Oí chistidos, también. Luego, aquello que ocurriese se pretendía acallar. Destapé mi cabeza poco a poco. Algo ocurría en la calle y sin ningún temor ya, salté de la cama para acercarme a la ventana y mirar. Tenía una visión parcial de lo que ocurriese ya que la acción parecía tener lugar directamente abajo, en el portal y no me atreví a abrir la ventana para asomarme. Las personas que allí cuchicheaban entraron en mi campo de visión al caminar al otro lado de la acera donde estaba aparcado el coche del abuelo. Entonces vi algo que me paralizó. Dos figuras embozadas se llevaban a alguien que parecía estar muerto. Una de ellas más alta, vestida de negro y con un sombrero de ala ancha calado. Ese talle corpulento y siniestro no podía pertenecer a nadie más que a La Muerte. La víctima que transportaban, bastante menos corpulenta, accidentalmente perdió la manta con qué la cubrían para dejar al descubierto a mi abuelo! Entonces aquella noche La Muerte sí había pasado por casa! Otra persona entró también en mi campo de visión y recogió la manta para volverlo a cubrir. Mi madre! Entonces mi madre había colaborado con La Muerte! y luego reconocí a Andrés al reincorporarse del interior del coche una vez acomodada la víctima. Él, que era legionario y que podía haber luchado contra La Muerte y evitar que se llevaran a mi abuelo! Pero, ahora que recordaba... los legionarios eran los novios de La Muerte....Con razón también colaboraba! Estaba rodeada de conspiradores! El segundo espectro embozado, que se quedó al volante y no pude distinguir, arracó el coche. Iba La Muerte en coche? Aunque La Muerte contaba con colaboradores que sí iban en coche. Permanecí unos minutos petrificada intentando encajar aquel insólito descubrimiento sin atreverme a llorar o a gritar, o a despertar a las tías no fuera que La Muerte me oyera. Una idea asaltó mi cabeza. Y si venían luego a por mi hermano?

Cuando entré en su habitación mi hermano aún estaba allí. Yo era muy miedica y estaba intentando pensa qué haría si de pronto se presentaba el Espectro. A quién pediría ayuda?...Desde luego no iba a dejar a mi hermano solo. Mi mano trémula tomó la suya para infundirle valor. Quise hablarle sin mentarle el asunto para no asustarlo y le dije otra cosa intentando que mi voz sonase firme.
-Erik...estás dormido?...-esperé reflejamente a que si estaba dormido se despertase. -He tenido una pesadilla y vengo para que no se te pase a ti. Por eso has de estar despierto. Qué, ya estás despierto?
En esos intervalos de silencio me fijaba mejor en su rostro intentando descubrir alguna señal de respuesta. Entonces, en la penumbra, encontraba su ser más realzado, más despegado de la cama, como si su propia sublimidad lo desenganchase y lo elevase al lugar donde le correspondiera. Su claro y ondulado cabello creciendo...su despejada y limpia frente como esperando a ser besada...la forma de sus ojos, no pudiendo ver el mundo, su boca, sellando sus pensamientos... Todo, como un combatiente herido de muerte y esperándola eternamente... Y la muerte tan cerca y pasando siempre de largo...
-Sabes? a dos señoras les pasó como a ti- empecé a explicarle. -Una se llamaba Blancanieves y la otra Bella Durmiente. La gente las veía y lloraba porque estaban como muertas y no hablaban ni oían, pero un beso las curó. Un beso de amor de un príncipe. Claro que a ti...tendría que ser de una princesa. Estoy segura de que sólo ella puede curarte porque esto es así: las enfermedades de los cuentos se curan con medicinas de los cuentos y eso los médicos no lo saben.

Continuaba la espesa  lluvia iluminándose todo a intervalos con la luz de los relámpagos. Me metí en la cama y me arrimé a mi hermano.
-Estaré contigo por si acaso- le tranquilicé. -No por si acaso viene la princesa, que esa queremos que venga- quise aclararle, -..por si acaso viene la "otra".
Luego pensé que había hecho mal en decírselo y no  sabía como arreglarlo. -Por que en los cuentos también hay "otras"...ya me entiendes...y esas "otras" no nos interesan.
Pero, como echaría yo a alguna "otra" si se presentaba en la habitación?
Guardé silencio. Miré al techo. A mi alrededor. No las tenía todas conmigo. Salté de la cama diciéndole que ahora volvía. Fui a la cocina. Cogí la escoba y desenrosqué el cepillo del palo y volví a la habitación con él. Me acosté de nuevo sujetando firmemente el palo.


Desperté en mi habitación. No recordaba haber vuelto a ella. Estas cosas me fastidiaban. Buena defensora de mi hermano era que había sido incapaz de despertarme cuando alguien me sacó de allí para dejarme en mi cama! Cuánto tiempo habría permanecido solo y a merced de La Parca? Mi abuelo! Al recordar lo vivido la noche anterior salté de la cama. Fui al cuarto de mi hermano y para mi sorpresa aún estaba allí. Oí voces y sonidos cotidianos en el comedor. Con menos celeridad me acerqué. Todos desayunaban placenteramente como si tal cosa. Todos menos el abuelo.
-Buenos días, Ingrid- Me saludó Herr Eisenhof a quien mi madre le estaba cosiendo un botón del frac. -Has dormido bien con tantos truenos?
-No, porque han venido a llevárselo- le contesté al muñeco secamente.
-A llevarse a quién?- preguntó él despistado
-Al abuelo.
No levantó una ceja porque la tenía pintada pero noté que le cogía de sorpresa.
-Cómo dices?- preguntó.
-Yo lo vi todo- le dije muy firme para que no me viniera con cuentos.
-Lo viste todo! -se mofó de mi.
-Y vosotros le dejásteis entrar!- les acusé.
-A quién? -preguntó Herr Eisenhof.
-A la Muerte.
-A la Muerte! -fingió sorpresa.
-Ingrid, qué dices? Cómo se te ocurren estas cosas?- me preguntó Mercedes. Observé como mis tías se miraban con cara de circunstancias.
-Dónde está el abuelo?- pregunté muy queda.
-Ha salido a buscar género y no volverá creo que hasta mañana
-Y cuándo se ha ido?-Esta mañana temprano
-Más que ahora?
-Ahora no es temprano, Ingrid- volvió a contestar el muñeco.
-Cómo de temprano? aún era de noche?
-Si.
-No es verdad! -contesté enérgicamente. -Bueno, sí que era de noche, pero no se fue. Vino la Muerte a llevárselo y vosotros le ayudásteis!
-No! el abuelo muerto y nosostros aquí, tan tranquilos!- se mofó de nuevo el muñeco mientras Andrés se reía. Me volví a Andrés.
-Y tú, que eres legionario y no hiciste nada.. ! claro, que si La Muerte es tu novia...
A Andrés le hizo gracia.- Yo ya no soy el novio de La Muerte, como cantamos cuando estamos en La Legión - y mientras decía eso, Consuelo le preguntaba en voz baja a mi madre: -No deberíamos contárselo?
-No lo entendería, cuando crezca- le contestó mi madre.
-Eso lo debes haber soñado- me dijo mi madre quitándole importancia.
-Es que el "amigo" no tendría que explicar las historias  que explicó ayer. Yo no sé ni como te atreves, Mirtha -le reprochó Mercedes a mi madre, comprendiéndose que el "amigo" era Herr Eisenhof
-Yo no lo soñé-dije muy segura.
-Sí que lo soñaste!- me contradijo Herr Eisenhof.
-Que no!
-Que si! yo te vi como lo soñabas! -me afirmó rotundo.
Al momento no supe que contestar. Se podía ver cómo alguien soñaba sueños?
-Eso no se ve!- contesté sin estar muy segura. -Además yo no estaba en mi cuarto y no pudiste verme soñarlos. Yo he dormido con Erik.
-Mentira! has salido de tu cuarto- me contestó Herr Eisenhof.
-alguien me cambió!
-Yo no..-dijo mi madre quitándose culpa.
-Os lo probaré con la  escoba..- dije encaminándome hacia el cuarto de Erik en busca del palo de la escoba. Allí no estaba. Fui a la cocina y la escoba si estaba allí, tan enterita echando por tierra mi prueba principal.

Horas después compartía mis sospechas con la persona más adecuada para deformar hasta la atrocidad cualquier idea que yo empezase a concebir. Doña Pura la droguera, y madre adoptiva de Nicolás, como cada 1 de noviembre, había venido a casa en busca de mi madre para ir juntas al cementerio. Mi madre le participó algo que, aunque ella ya lo tenía presente por estar al corriente, no dejó de asombrarle. Luego mi madre le dijo algo que me inquietó:
-....al día siguiente no habríamos podido llevarle...con tanta gente por medio! por eso lo hicimos ayer..., a correprisa.

Nicolás y yo estábamos en mi habitación con la puerta entreabierta para espiar a las respectivas madres.
-Eso es que quiere quedarse con el negocio, tonta. Mira como las tías han corrido a aprender a hacer sombreros! Ahora tu madre ya no necesita a tu abuelo- me abría los ojos Nicolás.
-Entonces, no ha sido La Muerte?- pregunté decepcionada.
-Ha sido tu madre!, porque a los que matan se les esconde sino lo enterrarían. Se trata de un asesinato. No mató tu hermano a cuatro? pues tu madre también.
-Pero mi hermano lo hizo para defenderse.
-Y tu madre lo ha hecho para quedarse el negocio!
-Pero mi madre no tendría por qué matarlo. Con pedirle el negocio mi abuelo se lo habría pasado...
-Puede que se lo pidiera y tu abuelo no se lo quisiera dar. Erik tenía que salir a alguien. Habría que hacer un seguimiento de tu madre.
-Quieres decir seguirla?
-Seguirla y lo que haga falta. Hacer un seguimiento de sus contactos, maniobras, movimientos...
-O sea, seguirla.
 -Que tonta eres! Te has de fijar en cuando sale; a quien recibe; si planea cosas. Tendrá que pagarle, no?
-Pagar quién?
-Al matón. A quien ha encargado el crimen.
-No lo ha matado ella?
Claro! pero sin ensuciarse las manos! Además a ella no la pillan pillarían al matón y ella podría decir que no sabía nada, entiendes? Esas cosas, cuando son premeditadas, se encargan. Y tú tienes que averiguar a quién le paga.
-Y si le ha pagado ya?
-Eso nunca se paga por adelantado y si tu abuelo fue asesinado ayer, no creo que le haya dado tiempo aún a pagarle.
-Y cómo sabré yo que al que paga es el asesino? y si le paga a un cobrador?
-Los cobradores llevan uniforme, tonta! Además, este tipo de pagos se hace a econdidas, sin recibos y con "alevosidad y nocturnía".
-Con qué?
-Eso es jerga criminal.
-Es qué?
-Que es cosa de asesinos. Desde ahora trabajaremos conjuntamente; vamos a seguir a tu madre. De eso me encargo yo que conozco mejor las técinicas de seguimiento. Tú te lo encargas de lo de dentro.
-No, a mi madre la seguiré yo  que para eso es mi madre.
-Mira que eres tonta! Si lo haces tú se dará cuenta enseguida.
Después de una acalorada discusión por atribuirnos tareas meritorias, que atrajo la atención de nuestras respectivas madre, nuestro plan fracasó ya que al cabo de dos días mi abuelo apareció.

Yo ya dormía. Todos lo hacían menos mi madre que ensayaba en la habitación de mi hermano donde tenía su escritorio y preparaba nuevos guiones. Yo ya la había  estado oyendo desde mi habitación ensayar. Oírla me reconfortaba y me inducía al sueño plácidamente. Pero otra voz me despertó del duermevela en el que había entrado. Desde la calle alguien gritó: "Nena, ábreme la puerta!" "!Mirtha!" , y así repetidas veces hasta que mi madre acudió. Poco después esa misma voz ya estaba adentro y era la de mi abuelo. Otra voz masculina también le acompañaba. Mi madre parecía contenta y le agradecía a la otra voz que hubiese acompañado a mi abuelo. Oí algo que volvió a inquietarme de nuevo. Mi abuelo decía que había dudado en si volver al día siguiente; que para lo hora que era se podía haber quedado tan ricamente en su tumba y no molestar a nadie a esas horas.
-Lo malo es que me he quedado sin carburo para la estufa..y en el panteón hace un frío! -continuó el abuelo; como justificando el por qué había decidido regresar a esas horas inempestuosas.
-Ya le hemos propuesto pasar la noche en casa; que estaría más calentito- dijo la otra voz.
-No quería incomodar a los guardas- dijo mi abuelo. -Aunque se ha empeñado en acompañarme y he tenido que molestarle igual- se lamentaba el abuelo.
-No es molestia- aseguraba la otra voz que parecía pertenecer a un guarda.
-Si me diese en verano me quedaba allí, que no se oye ni un ruido y se está más fresquito; allí si que no te molesta nadie!- dijo el abuelo.
-Sí, pero siempre le da en invierno. Y tal como se pone el cementerio para Todos Los Santos...

Cuanto más oía más estupefacta me quedaba. Parecía ser que mi abuelo venía del cementerio y le acompañaba el guarda que vivía allí. Y no sólo eso sino que parecía que lo hacía con regularidad. e incluso tenía preferencias. Per ésto qué era? Me preguntaba si La Muerte a veces devuelve a aquellas personas que no le acaban de gustar. Aunque en el caso de mi abuelo...si no le gustó la primera vez y lo devolvió, para qué se lo llevó posteriormente? No entendía nada. Serían parientes y se harían visitas mútuas?..en mi familia ya todo era posible.







CAPITULO IV







Era vísperas de Navidad y mi madre estaba muy contenta. No por las fechas que se aproximaban y que le traían tristes recuerdos sino porque acababa de recibir una oferta para trabajar, a partir del año siguiente, en un distinguido teatro del Paralelo en Barcelona. La oferta supuso un reto para ella. Lo que siempre había esperado. Pero su preocupación era comunicárselo a Oriach. Aunque igualase la oferta nunca sería lo mismo como trabajar en un teatro de prestigio de la capital. El empresario que la contrataba se la llevaría también de gira y ello significaba dejar su puesto de trabajo en la fábrica de Oriach por lo que parecía ser que se perdería todo vínculo. En aquella época Oriach no tuvo ningún poder sobre ella como si lo tendría más tarde en que la hiciera volver a su teatro cuando hubiese cosechado éxitos. Sus compañeros de reparto quisieron celebrar el acuerdo que firmaba con tan pretigioso empresario teatral. Así que mi madre los invitó a cenar a casa el día 27 coincidiendo con mi cumpleaños. Me gustó la idea de ver tanta animación en casa y más cuando dos primas mías venían a quedarse por unos días. A mis tías, la idea de que hubiesen dos niñas más por casa, no les hizo mucha gracia. Suponíamos más vigilancia. No por mi parte, que sola me portaba muy bien. Pero es bien sabido que un niño solo, se porta bien; pero que cuando hay más de úno la cosa cambia. En sus tareas de costura, en la trastienda de la sombrerería, Consuelo, a quien le tocaba subir a echarnos un vistazo, le proponía a Mercedes que bajásemos a la calle; que era menos peligroso, que no podíamos romper nada ni podíamos caernos por ninguna ventana. Mercedes accedió y ya que el abuelo estaba ocioso, sin clientes en aquel momento, le pidieron que nos hiciera bajar. Pero en ese preciso instante entraron varios clientes que salvaron de tal tarea a mi abuelo que poco dispuesto estaba a subir escaleras y a arrastrarnos por ellas abajo. Mis tías, de momento, esperando que el despaco fuera corto, tampoco subieron.

Poco a salvo estaba Erik con nosotras. En nuestro anonimato lo habíamos hecho objeto de nuestros juegos. Una vez roto el respeto que infunde un enfermo paralizado como aquel, Paula y Emi, mis primas, se pusieron manos a la obra convirtiéndolo en un silencioso y sufrido compañeros de juegos. Jugaron a médicos y estaban seguras de que ellas sí lo podían curar. Empezaron a gritarlo a los oídos y yo les pedí que no continuase, que le dolerían.
-Si le duelen es porque nos oye- dijo Paula, un año mayor que yo y que se las daba de listilla.
-Pero él ya nos oye.
-Pues si oye, por qué no obedece?
-Pues porque está enfermo. El quiere pero no puede.
-No se estará haciendo el muerto?- receló Emi, de cuatro años.
-No tonta! Que aburrimiento! uno se puede hacer el muerto un rato pero no siempre- le contestó Paula.
-A lo mejor, cuando nadie le mira se levanta...-dijo Emi.
-No-les afirmé, -Mi hermano está paralizado, yo lo vigilo siempre.
-No puede respirar y por eso le ponéis un tubo por la nariz?- preguntó Emi.
-El tubo es para que coma- le contesté.
-No se lo saques- le previno Paula cuando le vio la intención de tocarlo.
-Y por qué no se lo ponéis por la boca?
-No lo sé- contesté.
-Se lo quitamos y se lo metemos en la boca?- me propuso Paula.
-No, que el doctor me reñirá- contesté.
-Es que no puede ni masticar?- preguntó Emi.
-No ves que está paralizado!- le contestó su hermana como harto evidente.
-Y no le va nada?- se asombraba Emi.
-No- contesté yo.
-Ni el corazón?
-El corazón si- contesté.
-Lo bueno de no masticar es que no tendrá caries- dijo Paula. -Miramos si tiene caries? -propuso a continuación.
-Y por qué no puede moverse?- insistía en saber Emi mientras Paula la trataba de tonta por su insistencia.
-Tú no has visto los hilos de la luz?- le pregunté.
-En dónde?- preguntó mirando por la habitación.
-Que si los has visto en la calle, en los postes- le precisé.
-Ah, si!
-Pues Don Sebastián, el médico, dice que dentro de nuestro cuerpo también hay hilos de la luz, pero más pequeños, por donde pasa la corriente.
Emi se miró reflejamente el cuerpo. Nunca había advertido nada.
-Anda!- dijo incrédula.
-Verdad que cuando te peinas se te levanta el pelo al pasar el peine?-le dijo Paula.
-Pues eso es la electricidad- le dije yo.
-Y por qué no nos da la corriente?- seguía Emi con sus dudas.
-A muchos les da rampas- contestó Paula.
-Erik no puede moverse porque se le han roto los hilos de la luz y no le pasa la corriente por dentro y está como fundido. La electricidad hace que las cosas se muevan y nosotros nos movemos también con electricidad- le dijo yo. Emi abrió bien la boca para dejar escapar un prolongado "Ah" de asombro.
-Y los médicos no se los pueden arreglar como los electricistas?- se extrañó Paula.
-Hasta ahora no- contesté.
 -Por qué no le metemos los dedos en el enchufe? A lo mejor se le arreglan solos- propuso Emi.
-Calla tonta!- desestimó su hermana, - sus dedos ya no caben! Además, eso no se arregla así sino, los médicos ya lo habrían hecho.
-Sí que lo pueden arreglar!, en el cine hay una película de un médico que hace un hombre de pedazos de otro y le pasa la corriente de los rayos para que reviva.
-Eso sólo pasa en el cine, tonta!-contestó Paula.
-Entonces, ya no se puede hacer nada por él?- pareció decepcionarse Emi.
-No, Erik está como prisionero dentro de su cuerpo- contesté.
Hubo un breve silencio, pensaban.
-A lo mejor tiene el escorbuto- se le ocurrió a Paula. -Leí en una historia de piratas que esa era la enfermedad de los prisioneros y que se cura con limones.

Corrimos a buscar limones y después de mal exprimirlos pretendimos darle el zumo a mi hermano.
No supimos como pasarlo por la goma. Sé que usaban una jeringa pero no la encontré y decidimos dárselo por la boca a cucharaditas. Nos peleamos por hacerlo. Yo, que era su hermana del interesado y la más entendida, tenía que hacerlo; pero Paula me dijo que ya que ella era la invitada, que le hiciera el honor, o algo así. Emi no dijo nada porque era la más pequeñaja y le debía hacer reparo. Paula se lo dio. Quizás muy aprisa pues se le iba derramando por las comisuras.
-Métele la cuchara hasta la campanilla- le indiqué.
-Le vendrán arcadas- objetó Paula.
-No, porque eso también lo tiene paralizado. Ella introdujo la cucharilla más profundamente y repetidas veces. Oímos algo extraño, como estertores entrecortados; en fín, ruidos que no había oído antes. Su respiración pausada y casi que mecánica, se alteró. Nos miramos alertadas.
-Le habrá sentado mal el zumo?- se preguntó Paula.
-Claro! no le hemos puesto azúcar!- recordé
-Pues si le ha sentado mal tendremos que hacerle un lavado de estómago- convino Paula muy segura.
-Y eso qué és?- preguntó Emi.
-Hacerle vomitar.
-Pero si antes no ha vomitado tampoco va a vomitar ahora- objetó la pequeña.
-Porque sólo se puede vomitar con los dedos, no con la cucharilla!- le contestó Paula siempre mostrándole su superioridad.
-Pero tiene las arcadas paralizadas- volvió a objetar Emi.
-Anda, lárgate! que le pones pegas a todo!- se molestó su hermana. -A ver, quién le mete los dedos? -preguntó a continuación. Hubo un silencio. -Méteselos tú, que eres su hermana- me mandó.
-No, guapa. Verdad que has querido darle tú el zumo porque eras la invitada? pues asún sigues siendo la invitada- le eché en cara.
-Emi, métele los dedos tú.
Emi se negó en rotundo y presionada por la insistencia de la otra se puso a llorar mientras oía mil reproches. Para entonces Erik parecía estar más tranquilo.
-Si me ayudáis a levantarlo un poco lo haré yo- dije finalmente. -Pero nocesito un guante. Paula tendrás que ir abajo a por un guante.
-Tu abuelo no querrá darme un guante!
-Pues...no sé...mira en la cocina.
Paula me trajo un guante de goma. Incorporamos como supimos a mi hermano y procedí a meterle los dedos en la garganta pero mi hermano, tras algunos sonidos guturales, no vomitó.
-Ay! me ha mordido!- dije retirando rápidamente la mano. -Por qué no le has aguantado bien la boca?!- le reproché a Paula.
-Te ha mordido?- se extrañó Emi.
-Si, pero ha sido un acto reflejo.
-Un qué?
-Es una cosa que se hace sola; porque sí- contesté. -Si le pones la luz en los ojos, la bola negra se hace más grande y si la apartas, más pequeña. Eso también es un acto reflejo.
Corrimos a demostrarlo en nosotras mismas. Nos acercábamos la lamparilla a los ojos y la alejábamos para sorpresa de la pequeña Emi. Las pupilas de Erik también reaccionaron y quisimos probar los reflejos de sus rodillas. Necesitábamos un martillo y teníamos uno que al golpear pitaba. Lo utilizamos primero en nosotras y reímos mucho. Además de en las rodillas nos golpeamos en la cabeza y golpeamos también la de Erik. Le sacamos una pierna por debajo de la colcha pero al no estar bien posicionada no obtuvimos los efectos esperados.Erik no daba patadas al golpearlo.
-No funciona porque tiene que estar sentado con las piernas cruzadas- dije.
-Vamos a sentarlo- propuso Paula.
-No se aguantará y se caerá- dije.
-Emi y tú lo aguantaréis y yo le daré con el martillo- organizó Paula
-Mi hermano pesa mucho- le recordé.
-Venga, vamos a sentarlo- insistió empezando a mover su cuerpo inerte.
Empezamos a moverle y a levantarlo. Le estiramos de los brazos para que no volviera a cer de espalda y se los fuimos. Paula de estiró de los pies para sacarle las piernas por el borde de la cama. Conclusión: el chico se desmoronó como una pared que se viene encima y que no hay manos que puedan apuntalar. Se cayó y se pegó un trompazo justo cuando mi madre entraba. Los bramidos que soltó esta en su lengua materna nos aterrorizó tanto que salimos en estampida.





-Y esto?
Se sorprendió Don Sebastián cuando al día siguiente vino a reconocer al paciente. Éste tenía una brecha en la frente, el labio partido y un diente mellado. Se le había atendido pero estaba inflamado. Sebastián le levantó la mano para tomarle el pulso y vio que tenía las uñas pintadas.
-Estas terroristas que tengo en casa- dijo mi madre. -Conseguirán lo que aquellos que fueron a por él no pudieron.
Sebastián hizo un gesto entre cómico y curioso.
-Tendré que hablar con ellas- dijo él.
- Intentaron moverlo...con los dientes tan bonitos que tenía Erik! -se lamentó mi madre. -No sé como Ingrid lo permitió conociendo mejor el caso de su hermano. Como siga así no tendrá regalo de Navidad ni de cumpleaños. Ya les he diho que no se les ocurra entrar aquí si no estamos alguno de nosotros. Ya tienen bastantes cosas con las que jugar!
-Seguro que lo hicieron con toda la buena intención y ya deben estar bastante asustadas con lo que ocurrió- dijo Sebastián

Aunque se nos había vetado el paso, nosotras espiamos por el quicio de la puerta. Observamos como entre ambos movían las articulaciones de mi hermano repetidas veces y le hacían masajes y cosas raras. Yo dije en voz baja:
-Le están haciendo gimnasia.
Para qué?- preguntó Paula.
-Para que esté en forma y no se le olvide como se mueve uno.
-Es que eso se olvida?
-Sí, si estas mucho tiempo sin moverte luego no te acuerdas.

Pero yo rompí la prohibición de entrar en la habitación de mi hermano esa misma noche. No podía dormir pensando en que le debía una disculpa a mi hermano y él tenía que saberlo. Mi madre acababa de moverlo y cambiarle los cojines que le ponía en articulaciones y no regresaría hasta de madrugada. Escudriñé el pasillo y entré a hurtadillas. Cerré tras de mi por si alguien iba al lavabo que no me descubriera y me acerqué al oido de mi hermano para susurrarle. Mientras le hablé fui enroscando sus cabellos en mi dedo. También lo hacía con los míos propios. Era una costumbre infantil.
-Erik... -lo moví suavemente  para despertarlo en el caso de que durmiera. -Erik, he venido a pedirte perdón por lo del chichón. Yo no quería hacerlo pero ellas me obligaron. Mañana mismo me pondré en marcha. Bueno, mañana no; el otro...o sino...cuando ellas se veyan, así no me seguirán. Aunque a lo mejor...tú crees que podrían ayudarme?...porque ellas no son malas lo que pasa es que no tienen un hermano mayor enfermo, como yo, y cuando ven uno no saben qué hacer. A lo mejor les digo que me ayuden a buscarla y a Nicolás también que él sabe mucho. Tiene que haber alguna por ahí porque me he enterado que las princesas no están sólo en los cuentos; también están en los sitios. Nicolás me dijo el otro día que hasta podíamos set...sere...secres...secuestrar una y me dijo que podíamos hacer otra cosa que no me acuerdo...ah, si! además del beso, también la podíamos cambiar por un rescate. Pero yo le dije que, como el beso ha de ser de amor, tiene que venir porque ella quiera; no porque la hemos traído a la fuerza. Y Nicolás me dijo que si nunca te haía visto, cómo iba a venir y a enamorarse de ti?, que teníamos que traerla a la fuerza. Cuando te viera se enamoraría y él, mientras ella se enamora, iría pidiendo un rescate a su padre el rey. Luego le pregunté a Andrés por dónde empezar a buscar princesas y él me dijo que por un país muy raro que se parece a Emilio...creo que era Exilio; allí es donde están los reyes y princesas que antes estaban aquí. Erik...Erik...te has dormido? ..Esto no es un cuento, esto va en serio. Que de verdad; que esos médicos son unos tontos y no han caído en lo de la princesa -bostecé-. La mamá me ha prohibido entrar a verte así que si ya no me ves más no pienses que ya me he ido a buscar a la pirncesa. Aún no puedo ir porque me falta la cantimplora. Me tienen que regalar una para mi cumpleaños; y también una mochila. Si tu estuviera bien, qué me regalarías?....Bueno, creo que si te pusieras bien ya sería un buen regalo. Aunque...después podrías hacerme más y como me harías más..., qué me regalarías? No me gustaría que me regalases calcetines ni pijamas ni cosas de esas. A mi, juguetes y lápices de colores. Luego no me pongas excusas de que no lo sabías ni de que dormías cuando yo te lo dije; porque no duermes, verdad? Te has enterado, no?
Me fijé en como había enroscado su cabello y también me fijé en el tono d éste y en su brillo. Mi madre se lo había lavado aquella mañana.
-Me gustaría tener el pelo tan rubio como tú. Si somos hermanos, por qué no lo tenemos igual? Claro, que tú tenías otro papá Nicolás dice que si me pongo agua oxigenada se me pondrá rubio. A ti te gustaría que fuese rubia?...Te acordarás de como hemos quedado?...Claro que si te despiertas cuando yo ya sea mayor, ya no me gustarán los juguetes...Tienes que despertarte lo antes posible; despertarte de ponerte bueno. Tú crees que si me pongo una corona y te doy un beso funcionará?...porque yo te quiero mucho; hasta podría casarme contigo. La corona tendría que ser de verdad...,de dónde la puedo sacar si aquí ya no hay pirncesas? Ah, claro! de un museo!...la tendría que robar...Nicolás me ayudará, seguro.

Guardé silencio y lo observé. Ya no esrosqué mi dedo en su cabello sino que lo acaricié. Me separé de un respingo para irme cuando recordé algo y me acerqué de nuevo.
-Se me olvidaba decirte lo que deseo para mi cumpleaños. Cuando sople las velas desearé que te despiertes para siempre. Si te despiertas para siempre como sacrificio ya no pediré más regalos. No los pediré; ahora, si alguien me quiere hacer alguno...
Dicho esto le besé y me fui sin poder captar como una lágrima se deslizaba por su mejilla.






CAPITULO V

-Y de dónde saco yo una princesa?- se exclamó Nicolás cuando sentados en la acera frente a la sombrerería, le hice partíciè de mi plan. Un perrazo se rascaba el lomo en el rugoso rebozado de la pared en donde apoyábamos nuestra espalda. Al llegar a nuestra altura nos bordeó para continuar luego arrastrando su lomo contra la misma.
-Pues vamos al Exilio a por una -le contesté.
-A dónde?
-Al Exilio.
-No será a donde van los rojos?
-Qué rojos?
-Tú quieres decir a esos sitios a los que han ido a esconderse los que no están contentos aquí?
-Yo quiero decir en donde estén las pirncesas.
-Yo empezaría a buscar en un palacio, que és lo más lógico.
-Pero Andrés me dijo que aquí ya no hay rey.
-Que sabrá Andrés!
-Es el maestro...
-Pero aquí hay muchos palacios y seguro que queda alguna escondida. Tendríamos que mirar en el Palacio Real.
-Y eso dónde está?
-En Madrid.
-Y está muy lejos?
-Buf!
-Y encontraremos alguna pirncesa?
-Puede... Al General seguro seguro que lo encontramos.
-Y qué és un General?
-Uno que manda. Es el ue manda ahora.
-Y lleva corona?
-No. No lo has visto en las fotos, tonta?, el General Franco? -me dijo como si fuese estúpida.
-Ah!, ese...
-Pero no te puede servir para tu hermano porque es un hombre y además feo. No creo que Franco se enamore de él. Oye, todo esto de las princesas es un cuento. Aunque existen, ninguna te curará a tu hermano a no ser que sean doctoras y ya ves lo poco que pueden hacer los médicos!
-Sí que pueden curarlo porque son mágicas!
-Son de carne y hueso!
-Además, tu me dijiste que me ayudarías!
-Te lo dije para que no me dieras más el tostón!
-Entonces, en los cuentos, para qué salen las pirncesas?
-Para que las niñas tontas como tú  se emboben con ellas! -me contestó poniéndose en pie. Yo también me levanté y le empujé diciéndole que yo no era boba y el dijo "anda que no!", yo volví a empujarñe y él me empujó más fuerte tirándome al suelo  donde quedé mal sentada. Me puse a llorar.
-Te desinvito a mi fiesta de cumpleaños!- le grité
-Pues para que lo sepas, no pensaba ir! Chúpate esa!

Mi abuelo salió de su tienda a poner orden. Me levantó agarrándome por la muñeca mientras le gritaba a Nicolás que se iba corriendo:
-No te da verguenza pegarle a una niña más pequeña que tú! Ya verás tu madre!




Nicolás fue el primero en llegar a mi fiesta de cumpleaños. Volví a invitarlo de nuevo y asistió encantado. Tenía que estar bien con él por si precisaba su ayuda con respecto a mi proyecto. Además, Nicolás me hacía reír mucho. También hubo alguien entre los invitados que hacía reír. Mi madre trajo a uno de sus compañeros de teatro cuya misión era la de reír y así contagiar a los espectadores. La obra siempre se salvaba. Gracias a él mi deseo se hizo realidad. Parece mentira como en la vida los grandes esfuerzos a veces no conducen a nada. Luego, una simple anécdota cambia el curso de nuestras vidas llevándonos precisamente a aquello por lo que tan arduamente se ha luchado sin resultado . La vida puede resultar tan desconcertante...Uno optaría por no esforzarse en nada porque las cosas saldrían como la providencia quisiera. Aunque el no esforzarse hace que cualquier deseo muera y los deseos no es otra cosa que los motores que nos hacen movernos. Y me he dado cuenta que en la vida no importa tanto lo que se consigue sino la maestría que se ha adquirido por el camino en su esfuerzo para conseguirlo. Parece que la meta que nos proponemos es la excusa para activarnos. Quién diría que ese buen hombre, sin pretenderlo, cambiaría el curso de nuestras vidas. Que bien hizo mi madre en invitarle a él también. Cuando mi madre me lo presentó y me explicó lo que hacía le pregunté si con ella se reía de mentira o de verdad. El hombre empezó a reír de forma espontánea  y era tan sana y ruidosa su risa que acabó contagiando hasta a los pequeños. Su nombre era Alfonso.

-Sabes por qué se encienden las velas en un cumpleaños? -me preguntó Alfonso una vez sopladas las veladas y repartido el pastel.
-Para soplar y pedir un deseo- contesté.
-Sí, pero por qué un deseo debe formularse con fuego?- quiso analizar. -Por qué se ha de mirar a la luz de una estrella o a la llama de una vela? Sabes que muy pocos deseos se cumplen porque casi todos se formulan mal?
No dije nada. La boca se me fue abriendo.
-Sabes que los ángeles son mensajeros? A ellos también les podemos pedir mensajes y si nos dirigimos a ellos a través de la luz, de una llama, por ejemplo, veremos como la llama asciende dejando una estela de humo. Entonces, para qué se apagan la velas? Si las apagas cortas la comunicación y el mensaje no sube. La vela debe dejarse consumir así dispone de la energía suficiente como para que el mensaje llegue íntegro. Para que un mensaje se cumpla se necesitan tres factores: el deseo, que és la razón del mensaje; la energía propulsora, que es la fe; cuanta más fe más energía; y el camino para llegar. El camino más rápido es la luz. La luz viaja muy rápidamente por el universo. Cuando miras una estrella sabes que está muy lejos, muy lejos; a ella jamás llegarías; en cambio su luz ya te ha llegado; mira si es rápida.

-Yo he apagado las velas- dije desconsolada.
-No te preocupes. Es lo que se espera en un cumpleaños, sino el pastel no puede comerse. Después las puedes volver a encender. Dile a tu mamá que te busque un lugar seguro y vuelves a pedir un deseo. Al día siuiente las velitas se habrán consumido y tu deseo habrá llegado a quien tenga que oírlo.

Decidida a no dejar escapar esta oportunidad, recogí las velitas y esperé a que todos durmiesen. Aunque Alfonso me dijo que contara con mi madre, no lo hice. Yo quería encender las velitas en el cuarto de mi hermano y ella me había vetado el paso así que tenía que hacerlo a sus espaldas.

-Me ha dicho el reidor, que también se llama Alfonso, que para que el deseo de cumpleaños se cumpla, que se han de dejar las velitas encendidas hasta que se acaben solas- le susurré a mi hermano al oído. -Los deseos tienen que tener tres cosas que son...son..pues como una carretera que pase por ahí el deseo y las otras cosas ya me saldrán. El humo de las velas es como lo que sale por el tubo de escape. El deseo llega al Cielo muy rápido porque va montado en la luz. Si quitas la luz el deseo se cae. No te puedo decir lo que deseo aunque ya te lo puedes imaginar.

Intenté poner la velitas en pie, sobre la cómoda, pero se tumbaban srí que las clavé en una esponja y las encendí. Las observé.

-Mira, esta va más rápida -comenté señalando una cuya llama, más grande que el resto, la devoraba más rápidamente. -A ver cuál gana.
Después de observarlas divertida me di cuenta de que tenía que centrarme en mi objetivo que no era el de contemplar una carrera de velas. Cerré mis ojos para visualizar mi deseo. Como quería que tuviese mucha fuerza apreté los ojos y los dientes. Luego me acerqué a mi hermano. Me acosté un ratito con él. De cuando en cuando me volvía hacia las velas para controlar que ninguna se apagase sin haberse consumido.
-Tendríamos que hacer una apuesta para ver qué velita gana. La que tiene la cinta amarilla va muy rápida- hize una pausa como si escuchara a mi hermano. -A lo mejor tienes razón. Teníamos que haber apostado antes de encenderlas porque si ahora sé que esa gana, es muy fácil apostar. Pero ahora no puedo apagarlas y volverlas a encender ya que mi deseo está volando- volví la cara a mi hermano. -Tú ves como vuela?- luego miré de nuevo a las velas -Por dónde irá ahora? -bostecé. -Andrés nos habló de los planetas que van volando por el cielo y nunca se caen. Dijo que hacían como los imanes pero alrevés,  en vez de quedarse pegados no llegan a juntarse y se quedan donde están. Habló del equilibrio que hace que todo se aguante y de la gravedad; por eso nos caemos al suelo. Si no nos cayéramos saldríamos volando. La Tierra da vueltas y a veces estamos boca arriba y a veces boca abajo pero La Tierra lo hace tan bien, eso de girar, que no nos damos cuenta. Bueno, a veces sí; cuando hace viento.. El viento debe ser como cuando bajas las ventanillas del coche. Andrés dice que en La Tierra hay como una tapa invisible para que el aire que respiramos no sevaya volando y se quede dentro. Y no nos quedamos sin aire porque las plantas lo fabrican, y lo hacen por las noches, cuando nadie las ve. O era alrevés?
Suspiré hondamente como si me quitase un peso de encima.- Ya no me tendré que ir al Exilio! Esta noche me saldrá lo que he pedido.

Debí quedarme dormida y soñé. Soñé que volvía a entrar en la habitación de mi hermano cuando descubrí que tenía visita. Una princesa, de espaldas a mi, lo contemplaba. Se inclinaba para besarlo. Me alegré mucho y avancé con sigilo para no interrumpirla. Mientras iba avanzando por un costado, alcancé a ver parte de su perfil. Me horrorizé al descubrir el de una calavera. Se trataba de La Muerte! Esa era la princesa asignada a mi hermano que, inmóvil, no podía más que recibirla. La empujé antes de que su frío aliento rozase los tibios labios de mi hermano y aquella horrenda princesa se conviritó en polvo. Salí asustada de la habitación y me metí en la de mi madre. Ésta no ocupaba su cama y sobre la misma había un ataúd abierto. Me quedé paralizada. Luego avancé lentamente para descubrir quién lo ocupaba. El diminuto cuerpo de Herr Eisenhof estaba dentro con sus pulcras manitas cruzadas sobre el pecho. Advertí a alguien a mi lado. Me volví y junto a mi estaba mi hermano, en pie y sonriente. Iba muy elegante, vestido de negro y su sonrisa me llenó de serenidad. Extendió la mano para que la tomara y me invitó a meterme en el ataúd. Herr Eisenhof ya no estaba. El ataúd era ahora como una puerta tumbada con unas escaleras por donde bajar a un nivel inferior. Ambos descendimos por las escaleras que nos condujeron a un escenario. Cuando nos faltaba un escalón para llegar a él oímos aplausos pero no vimos a nadie ya que las luces de candilejas nos deslumbraban. Al pisar el escenario las escaleras se desvanecieron. Erik saludó con majestuoso porte a la audiencia. Miré hacia un lado y vi la cómoda donde había dejado las velitas. Me volví de nuevo a mi hermano.-Mira, sonlas velas de mi cumpleaños.
-Cumples dos?- me preguntó mi hermano. Volví a mirarlas y efectivamente sólo había dos. Capté movimientos fugaces escabulléndose. Unos enanos se llevaban las que faltaban.
-Eh! devolvedme mis velas!- les grité.
Uno de ellos se volvió a mi con su rostro grotesco y descarado me dijo: -Devuélveme mis limones!
-Yo no he cogido ningunos limones!- me defendí.
-Sí, sí; los cogiste! Los usaste para curar el escorbuto!
-Si, sí; el escorbuto!- repitieron los demás.
Yo me callé y ellos desaparecieron tras la cortina de luz. Me volví a mi hermano apesadumbrada quien observaba todo muy apaciblemente
-Con dos velas no podré salvarte.
-No importa. Haremos una llama muy grande.

Entonces empezó a mover las manos como si hiciera magia y fuego iba apareciendo por todas partes. La esponja donde habían estado las velas se secó y prendió como estopa; las llamas, más abundantes alcanzaron los visillos, el tapete, la cómoda, el papel de las paredes, las alfombras, los tapices. Cortinas y más cortinas empazaron a prender; decorador, decorados, bastidores, y la gente aplaudía y aplaudía. Pronto el fuergo empezó a engullirlo todo y a rodearnos pero no sentí miedo. Mi hermano me miró y me sonrió.

La tos de mespertó. No podía dejar de toser. No podía respirar. Abrí los ojos y vi lo que se dibujaba a través del humo. Estaría soñando aún. No, no estábamos en el escenario. Estábamos en la habitación de mi hermano. En medio del fuego que pareció traspasar mi sueño. Salté de la cama. Agarré a mi hermano por la mano y tiré de él con todas mis fuerzas. Cuando éste cayó al suelo también lo hice yo. Todo me dio vueltas. En mi semiconsciencia me pareció ver como mi hermano se arrastraba y tiraba de mi.






CAPITULO VI


Al final se lo había llevado. No pude evitar que la Muerte lo besara y se lo llevara.

Yo no sé como estaba. Estaba conmocionada, paralizada, aterrada; no me lo podía creer por más que viese el ataúd de mi hermano. No podía hacerme a la idea de que no le vería más, de que se iba a ese lugar tan lejos y por lejos tan oscuro. Por qué pensamos que más allá de la vida hay oscuridad por mucho que nos hablen de la reunificación con nuestros seres queridos y nuestro Padre? Qué era aquello a donde estuviera mi hermano entonces? conservaría su memoria en su tránsito y se acordaría de su reciente vida? de mi? o empezaría de nuevo en ese nuevo lugar? No sabía si había podido irse al Cielo por haer matado a cuatro personas aunque fuese en defensa propia. Si no iba al Cielo suponía que no estaría muy bien allí donde estuviera....Me aterraba pensar que una persona tenía que seguir sufriendo después de muerto según sus actos. Lo único que nos quedaba era rezar por él, como me dijeron las tías. Enviarle nuestra energía positiva para darle fuerza...Y si él podía verme? me parecía injusto que él pudiese verme y yo a él no. Pero lo más curioso del dolente cuadro es que mi madre no parecía muy afecctada. Era conocida su sangre fría pero tanta...El negro le sentaba muy bien y su cabello rubio platino destacaba más.
La casa se llenó de gente; familiares, vecinos, la prensa...la policía estuvo hablando con Don Sebastián. Fue para arriba y para abajo con papeles. Cuatro grandes cirios flanqueaban el ataúd y a los pies coronas de flores.

-Lo hemos cerrado porque ha quedado desfigurado conel fuego- oí como comentaba mi madre.
-sí, más vale que lo recordemos tal como era- respondía alguien.
-Resignación, Mirtha- oía constantemente. -Quizás haya sido mejor así...
Cómo podían todos aceptarlo tan tranquilamente? me preguntaba con indignación. Eso es que nadie le quería como yo y hasta había oído decir que como siempre había estado como muerto, que ahora que lo estaba de verdad, pues que no les afectaba tanto. Pero de lo que más se habló fue del fuego; de que cómo se había ocasionado y para todos era una incógnita. Los de la policía enviaron a unos técnicos que supieron que se había originado en su cuarto y al no haber enchufes en el foco, y por tanto nada pudo enchufarse, acabaron diciendo que había sido por alguna vela encendida. Cuando oí que se mencionaba lo de la vela, yo agaché la cabeza. También era una incógnita ya que no se solía dejar velas en la habitación de mi hermano. Lo más curioso para la policía es que sí había un brasero en la habitación pero no había sido el orígen del incendio. Suerte que no habíamos muerto todos! era la conclusión final de todas aquellas elucubraciones y la gente continuaba en su tour por la casa incendiada; alternando sus condolencias con acudidos ocasionales que arrancaban alguna que otra carcajada. La habitación más afectada fue la de mi hermano y el pasillo; el resto de la casa apenas sufrió los efectos ya que se actuó a tiempo.

Aquella noche lloré mucho. Un sentimiento de desolación y culpa me invadía. Me sentía tan culpable que no podía soportar el peso. Necesitaba un lugar donde esconderme, pero tan pesada carga no podía ocultarse. Ni debajo de las mantas donde quería encogerme hasta desaparecer. Aunque mi culpa era tan enorme que se detectaba a la legua, los que me rodeaban no parecían haberla visto; tan limitada es la materia en la que estamos atrapados... Yo tenía que haber muerto en lugar de mi hermano  pero a la Muerte yo no le iba mucho por el momento y se fue a por aquel que ya tenía a medias.

En dias siguientes todo continuó como de costumbre salvo algunas cosas que vi y oí que no entendí pero que luego encontré sentido. Sebastián continuó viniendo y parecía que tuviera más trabajo que nunca. Una vez hasta trajo artilugios raros y lo más sorprendente es que a escondidas. Mi madre me dijo que era para areglar algo de la casa. Empecé a sufrir extraños miedos. Al pasar por delante de la habitación de mi hermano, para ir a la mía notaba como si algo me estirase; me agarrase. "Mira lo que me has hecho!", me parecía oirle decir y me parecía que el espíritu de Erik se había quedado allí atrapado. En cambio, en el sueño que tuve la noche del incendio, era el propio Erik quien originaba un fuego mayor que el de mis velas. Poco a poco me atreví a no pasar corriendo por delante de la habitación y más tarde hasta a entrar. La habitación seguía negra y me parecía que ese negror le dolía y que era un escozor contínuo que yo aliviaba con mi presencia. Yo me imaginaba que le curaba las heridas a la habitación y su respiración agitada se calmaba. Le prometí que sería yo quien la recomponería y pintaría y que cuando lo hiciera le cantaría canciones para que estuviera más contenta.

No sé si porque me obsesioné mucho con la idea de mi hermano y mi deuda pendiente con él, pero una noche hasta me pareció verlo en mi habitación. Transcurridos unos meses aún me costaba conciliar el sueño. Recuerdo que aquella noche fijé mi vista en el infinito que siempre quedaba más allá de la pared de mi habitación. Mis ojos parecían traspasarla y mirar lejos, muy lejos. Las luces de ocasionales vehículos transitando iluminaban a intervalos partes de la habitación dibujando extraños haces que parecían caminar por paredes y techos. Entraban por la ventana para ir a morir a un rincón. allí, en ese rincón, vi como una figura apenas insinuada por unas luces en extinción. Me sobrecogí. Mi pesar se desvaneció y mis sentidos se pusieron en guardia. Los segundos de oscuridad absoluta que sobrevinieron  después de la iluminación, estuvieron llenos de suspense. Me quedé paralizada. No me atreví a mover un miembro para encender la luz o taparme la cabeza. Me quedé como uno de esos animales que se hacen los muertos ante un peligro inminente. Poco a poco mis pupilas se adaptaron a la oscuridad y empecé a dinstinguir las formas habituales hasta haces luminosos, muriendo en el mismo sitio, me confirmaron que aquella figura ya no estaba. Pero en mis retinas aún se mantenía viva la primera impresión que tan fugázmente había captado. Estaba segura de haber visto a un ángel; puede que mi ángel de la guarda.

Volvió la oscuridad absoluta en casi toda la habitación. Un pedazo de haz se había quedado enganchado en el armario y no se fue. Esperé a que se disipara pero ahí permaneció. Esperé un poco más y me di cuenta de que venía de dentro del armario. La puerta estaba entreabierta y por ella se colaba la luz como si en su transitar por las paredes y muebles se hubiese metido metido y no supiese salir. Una compulsiva curiosidad me hizo levantarme de la cama. La puerta del armario había estado cerrada cuando me acosté y no sé por qué creí que el ángel, aquel que tenía que serlo y que me pareció haber visto, tenía algo que ver; como si por él hubiese entrado en la habitación. En otras circunstancias no me habría levantado a cerrar la puerta del armario, yo, tan descuidada. Pero ahora me parecía más una invitación a mirar en su interior que a dejarlo en orden. Puede que la ilusión quisiera confundirme creyendo ver un destello provenir de su interior. Primero muy atenuado; recortado, como si la ropa colgada hiciese salir la luz a retales. Luego, a medida que me acerqué, los difuminados destellos se hicieron más nítidos. Frente al armario me detuve, aparté las perchas y vi. La luz no estaba dentro del armario sino más allá del fondo; es más, no había fondo en el armario; continuaba. Cuánto tiempo me tomaría seguir adelante? como si me hallase ante un espejismo, ni siquiera dudé o me hice preguntas,  sino que me quedé abstraída como si aquella cálida luz acaparase todo mi ser. Lentamente me metí en el armario, lo atravesé y me vi en un corredor. Era muy largo y algo irregular. Era muy oscuro y rezumaba humedad. A él daban varias puertas que podían ser de habitaciones. Distinguí confusos dibujos del papel pintado sin poder asegurar si se trataba de grandes y caprichosas manchas de humedad o extrañas y amorfas flores. El corredor daba a un salón de estar tenuemente iluminado; tan tenuemente que parecía que no existiera; como si un pintor hubiese insinuado sus contornos tan apresuradamente que hubiese resaltado unas partes y descuidado otras. las ocultas me sorprenderían cuando acaso aparecieran según me aproximase como si mis ojos los fuera acabando. Me detuve en el centro del salón y sentí temor. Hacía frío y el sentimiento de frío me deformaba las impresiones que percibía. Los oscuros y pesados muebles me parecían seres atormentados acechando mis movimientos. Pero no sentía miedo. En la penumbra cualquier forma cobraba vida para mi imaginación. La luz me había invitado hasta allí, quizás no quisiera que continuase disuadiéndome con tinieblas más allá del cerco iluminado. Observé todo aquello tan desconocido para mi. Por qué ántes no lo había visto? Por qué jamás supe de una puerta en mi armario que me condujera hasta allí? Tenía que estar soñando uno de esos sueños que parecen tan reales. Cuando soñaba algo que me hacía dudar si soñaba o no, me fijaba muy bien en los detalles para descubrir el engaño por algún sitio. Es curioso pero dentro de mi sueño yo podía cuestionarme si soñaba o no, era consciente de esa posibilidad y tenía la suficiente voluntad  como para buscar la trampa. Los sueños hacen que te olvides de tus propósitos; son ellos los que te conducen y no tú a ellos. Siempre quise dominar mis sueños y ser yo quien decidiera a qué sueño pasaba; e incluso quise programar mis propios sueños y soñar lo que me gustase. Pero nunca lo conseguí; al final ellos me arrastraban a donde quisieran como ahora. Yo estaba ahí sin haberlo buscado; sin haber tenido conciencia jamás de que aquel lugar existiera.

Empecé a fijarme en los objetos apenas acariciados por la luz. Parecían desfallecer en sus formas por falta de iluminación que los alimentase y su agonía me parecía hermosa. Parecían los supervivientes del naufragio de la oscuridad a la espera de ser rescatados. Cualquier forma que distinguía me parecía más esbelta; quizás mi fantasía contribuía a ello; por imaginarse lo que seguía a ese conato de forma. Estas luchaban por resurgir una y otra vez a medio camino de ser devoradas por las sombras. Del denso silencio que me presionaba creí distinguir velados susurros que reclamaban mi atención. Me sentí en un estado atemporal, suspendida en el tiempo, como si nunca hubiese empezado y nunca fuese a acabar. Mi estado empezó a sincronizarse con aquel ambiente aletargado invitando al más absoluto retiro. Me fui relajando; fui perdiendo la tensión y me dejé invadir por la información que llegaba a mis sentidos tan deficiente y tan propicia a ser acabada por mi imaginación. A pesar de sentirme relajada no quise cerrar los ojos para que la más absoluta obscuridad no se me echase encima. Noté....como un aleteo a mi lado; como...una fresca y sutil corriente tan desentonante en aquella embotada atmósfera. Me volví y vi que muy cerca de mi se encontraba el mismo ser que en mi habitación había creído ver. Me puse en guardia. Empezó a moverse aunque me pareció que torpemente. Ese que se acercaba sí pudo escapar de la oscuridad para meterse en el cerco de luz. Durante eternos segundos ambos nos miramos sin poder pronunciar nada. Su mirada, tan alarmada como la mía, me dio a entender que algo superior a sus fuerzas lo había invadido; como si, después de todos sus planes, no pudiera enfrentarse a aquello que yo le suponía. Empecé a parpadear con regularidad y tomé la iniciativa porque le conocía.

-Has venido a despedirte?- le pregunté con respeto y temor a mi hermano! Que raro me parecía erguido!
Este se acercó inseguro y extendió sus manos para tomar las mías con una sonrisa desconocida también para mi. Me asustó esa mirada que ahora podía dirigir a voluntad tan hermosa y profunda. Parecía como si por ella se desbordase todo to él y todo aquello que durante años quedó contenido. Como respuesta a mi pregunta obtuve algo tan bello como inesperado. Sus ojos se humedecieron con la firmeza de no apartarse de los míos para ocultar su emoción. No entendí esa emoción. Entonces no entendía de esas cosas pero sí las recordaba para toda la vida. Me observó en silencio, cuantas cosas pasarían por su cabeza! todas pujando por salir por su boca y algunas ahogándose en el intento. Pero, me habrían importado las palabras cuando por sus ojos me decía todo aquello que por hermoso y revelador aún no tiene nombre? Noté su tacto y noté como cerraba sus manos con las mías dentro y me pareció tan extraño! Otro tipo de emoción me hizo llorar. Me abracé a su cintura y hundí mi cara en su vientre.

-Yo no quise hacerlo! Yo no quise hacerlo! Fue culpa de ese señor! -le confesé no pudiendo contener la culpa tan grande que arrastraba.
-El qué? -preguntó él con un acento y una voz tan desconocida para mi!
-Por mi culpa estás muerto!- continué con mi voz entrecortada. -Él me obligó a encender las velas! Yo no quería!
-Y por eso lloras? -me preguntó tan tranquilo sin mostrar resentimiento hacia mi.
Separé mi cara de su vientre. Como aquello sonaba a perdón ya no me daba vergüenza ocultar mi rostro. Le miré con extrañeza.
-No me ves bien?- me preguntó.
-Si, pero estás muerto.
-Ahora estoy mejor que antes....y ahora que me he muerto me he convertido en tu ángel de la guarda.
-De verdad?
Erik asintió y me apretó contra su costado.
-Pero debes prometerme que no le dirás a nadie que soy tu ángel de la guarda y que nos vemos- me pidió.
-Por qué?
-Porque cuando se dice eso los ángeles desaparecen, entiendes?
-Si..., ni a mamá?
-Ni a mamá.
-Los ángeles tienen corazón?
-Por qué?
-Porque estoy sintiendo el tuyo.
-Lo hago para no parecer un fantasma. Te asustarías; pero normalmente los ángeles son como fantasmas pero buenos.
-Y tu alas?
-Es que estoy aprendiendo a ser ángel de la guarda y cuando sepa más me saldrán.
-Y cómo es el Cielo?
-Es que acabo de llegar y aún no lo he visto del todo pero.... es muy blandito. Se puede caminar por encima de las nubes y hasta te las puedes comer si te apetece; ya que cuando uno está muerto no tiene por qué comer. Saben a algodón de azúcar. También se está muy fresquito. Hay suaves ráfagas de aire como esas que nos reconfortan en los calurosos días de verano. Y siempre huele a flores.
-Y tú duermes en una nube?
-Si
-Puedo ir contigo?
-A dónde?
-Al Cielo.
-Yo no puedo llevarte al Cielo. Para ir al Cielo tienes que estar muerta y yo no puedo matarte; esa no es mi misión; más al contrario, debo evitar que nada malo te pase. Esa tenebrosa misión le corresponde a la Parca.
-A quién?
-A la Muerte
-Y se llama Parca?
-Tiene varios nombres.
-Ah, si. Como Maria José o Rosa Mari.. Y no puedo ir ?
-Si quieres le digo que venga a buscarte...-bromeó.
-Me hará daño?
-Normalmente la gente muere con dolor.
-Y tú no me puedes llevar un ratito de visita, sin estar muerta?
-Ya te he dicho que no.
-Y no puedes decir que como soy tu hermana..?
-En el Cielo todos somos hermanos.
-Pero yo lo soy más...
Erik rió y volvió a apretarme contra si.
-Cuando le veas le hablarás de mi?
-A la Muerte?- se extrañó Erik.
-No, hombre! a Dios.
Volvió a reír -Pero Dios ya te conoce. Él te creó. Puedes hablar directamente con él, con tus pensamientos.
-Entonces le has visto.
-Sí le he visto...a través de ti.
-Se puede ver a través de las pesonas?
-Y a través de las cosas. Cuando veas algo bonito, algo que te hace pensar, algo que te hace sentir, algo que te hace sonreír, ahí está el trabajo de Dios.
-Y si veo algo feo?
-Las cosas feas las solemos provocar nosotros mismos. Las cosas en sí son bonitas y tienen una función. Un animal no te ataca a no ser que le provoques y sienta miedo. E incluso el veneno es bueno; sirve para curar. Pero nosotros usamos las cosas incorrectamente y rompemos el equilibrio de las cosas. Lo bonito es lo que está en equilibrio y armonía. Lo feo es lo que está en desarmonía, en caos; es así de simple. Creo que Dios confió demasiado en dejar el Mundo en nuestras manos.
-Cuantas cosas sabes para ser nuevo!- me maravillé. Me encantó lo que dijo. Él hablaba con armonía. Supongo que Erik, conociendo la crudeza del mundo, quería inculcarme buenos y firmes valores para cuando tuviera que enfrentarme a él. Para algo se había convertido en mi ángel de la guarda. Ya no odiaba tanto al reidor. Gracias a su consejo se había cumplido mi deseo. mi hermano se había despertado  aunque en otro palno; pero era igual, estaba conmigo; yo le veía, él me veía; me hablaba y lo que era más: me protegería y estaría siempre a mi lado.
-A ti te hizo daño cuando se te llevó?- le pregunté de pronto.
-Cuando se me llevó..quién?
-La Muerte.
-No, porque me desmayé y cuando desperté ya estaba en el Cielo.
-Entonces no pudiste verla ni ver por donde te llevaba...
Erik sonrió y me respondió que no. Que pena!, pensé. Para una vez que está uno cara a cara con la Muerte...

No mantuvimos más nuestra entrevista. Erik se cansaba, le costaba hablar y moverse. Me djo que como se estaba "desacostumbrando " a ir de persona de carne y hueso, cuando lo hacía para presentarse ante de mi, se cansaba. Lo comprendí perfectamente.

-Eres lo mejor que nunca me ha pasado- me repitió varias veces estrechándome contra sus brazos. -Pero ahora este bichito se tiene que acostar. No puedes estar en vela toda la noche sino, qué clase de ángel sería yo?
-Vendrás a verme todas las noches?
-Lo procuraré.
-Te dejarán salir?
-Claro! los ángeles han de salir a cuestionar a sus niños.
-Pero eso son los que ya saben!
-Yo pronto sabré.
-Y si luego quieres cambiar de niño?
-No, los ángeles nunca cambian de niño.
-Podré venir aqui cuanod yo quiera?
-No. Nunca vengas si yo no te llamo Cuando veas la luz en tu armario es que puedes pasar. Si no ves la luz no pases.
Me besó la frente y me condujo hasta mi armario. Me metí en la cama henchida de felicidad. Me volví e involuntariamente vi la figurilla de un angelillo sobre mi mesita de noche. Recuerdo que pensé al verla: "ahora tengo uno de verdad".



CAPITULO VII


No escuchaba a Andrés ni hacía los palotes en el cuaderno. Miraba las nubes por la ventana. Pasaban rápidas con formas caprichosas. Me imaginaba lo cerca que estaba mi hermano de ellas. Tal vez acababa de estar en alguna de esas que pasaban. Aquella tarde estuve calentándole la cabeza a Nicolás, no sobre mi hermano sino sobre el trabajo de Dios. Entonces él, escéptico, me señaló a un perro atropellado en la calle.
-Y ésto también lo ha hecho Dios?
-No, lo hemos hecho nosotros- respondí.
-Nosotros, mentirosa, si acabamos de llegar?
-No, nosotros, la gente humana. Ese perro tenía amo que lo abandonó. Si no lo hubiese abandonado no andaría perdido por las calles y no lo habría atropellado un coche. Además, el que iba en el coche podía haber frenado. La culpa es nuestra por hacer las cosas mal.
-Y dale con que la culpa es nuestra! Será de esos imbéciles!

Si Andrés me hubiese oído me habría aprobado por mi razonamiento tan lógico. Pero Nicolás no hacía más que cuestionármelo todo y al final discutimos por culpa de Dios.  No es que fuese ateo pero tenía otro concepto sobre Dios y la Tierra, el Bien y el Mal. Mientras discutíamos no me separé de él hasta que se detuvo en las vías del tren. Se sacó un saco mediano de debajo del jersey y empezó a recoger carbón ignorándome Le pregunté que para qué lo quería y me dijo que no me importaba; que luego me chivaba. Me dijo que me apartase si no quería que me pillara el tren.
-Y a ti no?- le pregunté en vista de que se quedaba en las vías muy transitada por los vagones de mercancías.
-A mi no me puede pillar el tren porque soy muy listo!- se jactó.
-Y a mi tampoco porque estoy protegida- me jacté yo también.
-Protegida tu? como no tengas buen oído y buenas piernas! Anda, apártate!
-Yo estoy protegida y ya nada me puede pasar pero no te diré quién me protege porque es un secreto entre el ángel y yo- me tapé la boca enseguida. Se me había escapado.
-Qué Angel? el Angel García? Ese tonto? -menos mal que Nicolás lo interpretó de una forma más prosaica.
-No, ninguno- quise arreglar.
-Querrás decir nadie! Pero seguro que es alguien. Quién és?
-Como es un secreto no te lo puedo decir.
-Entonces para qué has abierto la boca? Seguro que te lo inventas! Cómo va a estar protegida una tonta como tu, que se va pegando porrazos por todas partes!
Empezó a divisarse la luz del tren. Comenzamos a percibir el tremor en las vías.
-Vámonos, que viene el tren!- me avisó Nicolás.
-Ahora verás como no me pasa nada!- le reté plantándome en medio.
-Pero tu estás tonta! -se alarmó Nicolás al otro día de la via. -Ven aquí ahora mismo!- me ordenó con grandes aspavientos.
-No `porque estoy protegida!- insistí.
Nicolás me arrojó piedras gritando que me había vuelto loca y yo las esquivé. Empecé a oír el atronador silbato del tren echándoseme encima y Nicolás no tuvo más remedio que saltar a la vía y empujarme a un lado. Caímos y rodamos por la violencia del aire de la locomotora. Creímos que nos había arrollado. Pero después de haber pasado los vagones, cuyo rebufo y vibración pareció no acabar nunca, nos dimos cuenta de que aún seguíamos vivos y enteros. Salvo que yo tenía sangre en la boca. Me había saltado un diente. Nicolás se enfadó cuando le pedí que me ayudase a buscarlo. No lo encontré.


A Nicolás le faltó tiempo para chivarse. Mi madre me dio una torta y me castigó gritando en su lengua que ya había perdido a un hijo para perder a otro. Nicolás pensó que se había ganado algún mérito por apartarme de la via y salvarme. Mi madre se lo agradeció pero la suya, recelosa, le preguntó que qué hacía él en las vias. Yo dije que robando carbón y el pobre niño, que me había salvado, se ganó otro castigo. Mi madre se quedó realmente preocupada por mi comportamiento, que atribuía a la pérdida de mi hermano, y pensó en llevarme al médico.

Aquella noche le esperé de nuevo mirando fijamente la puerta del armario que ya dejé entreabierta. Pero no aparecía ninguna luz. Tal vez aún fuese pronto para un ángel. Salí al pasillo a mirar el reloj de péndulo. La aguja pequeña estaba en el 10 y la grande llegando al 12. No sabía muy bien si serían las diez o las doce.  oí voces en el comedor. Me metí en el comedor. Todos me miraron sorprendidos.

-Ingrid, qué haces aquí?- me preguntó mi madre.
-No te encuentras bien?- me preguntó Mercedes.
-Quería agua -me inventé.
Mercedes se levantó a por agua.
-Qué aguja manda? -pregunté.
-Cómo? -no entendió mi madre.
-La grande o la pequeña? cuál dice la hora qué és?
-Con que cosas sale ahora!- se sorprendió el abuelo.
-Y para qué quieres saber tú la hora cuando nunca te ha importado?- me preguntó mi madre divertida.
-Es que esperas visita?- se burló mi abuelo.
-La pequeña dice las horas y la grande los minutos- me informó Consuelo sin burlarse de mi. -Ahora son...-movió la cabeza para atisbar un reloj encima de la radio. -Las diez menos cinco.
-Aquí tienes el agua- me dijo Mercedes ofreciéndome un vaso.
Bebí aunque no tenía sed.
-Ya has hecho pipí?- me preguntó mi madre. Asentí aunque no recordaba si lo había hecho o no. Me volví a mi cuarto mientras  me deseaban que durmiera bien, que tuviera dulces sueños y cosas de esas, y yo pensando que a qué hora llegarían los ángeles a las casas. La luz del armario se encendió pero yo no la vi. Dormía. Como no entraba Erik se asomó. Me vio dormir y dudó pero no pudo contenerse de darme un beso. Se acercó sigilosamente y me observó. Ahora era él quien me veía dormir. Lentamente se inclinó para besarme en la mejilla. abrí los ojos como si un resorte me los hubiese activado.
-No, duerme, duerme, ya volveré -me susurró mi hermano. Con la mano me presionó el pecho para que no me levantara y me chistó para que no alzase la voz. Pero me levanté. Me miró como dudando y al final me sonrió. Traspasamos el armario y cerró la puerta del mismo. Llegamos hasta el salón donde nos vimos la noche anterior e incluso fuimos más allá, a otra dependencia.
-Hoy se me ha caído un diente pero lo he perdido- le dije a mi hermano. -Y Nicolás no me ha ayudado a buscarlo. A lo mejor lo ha chafado el tren.
-El tren?
-Si, pasaba un tren cuando se me ha caído.
-Pues tenías que estar muy cerca del tren.
-Si...-no quise dar más explicaciones por si acaso la liaba.
-Qué hacías tan cerca de un tren con Nicolás?
Me encogí de hombros.
-No me traerá nada el ratoncito, verdad?
-Sin diente no.
-Pero a mi se me ha caído..- le dije abriendo la boca y mostrándole el agujero.
-Él necesita el diente.
-Y tú no puedes hacer nada? no puedes hablar con el ratón?
-Nunca he hablado con un ratones...
-Pero ahora que eres ángel puedes hacer muchas cosas...
-Lo intentaré.
-Pues dile que me traiga una pulsera de oro como la de Anita.
-Yo no puedo imponerle los regalos al ratón. El siempre ha traído lo que le ha parecido Ya hago bastante con hablar con él. No debes aprovecharte. Eso es feo.
Me encogí de hombros como diciendo que no era para tanto.
-Y de quién és esta casa?- quise saber.
-Todo esto que ves es mentira. Es un escenario que me he inventado en donde poder vernos a escondidas.
-Pues que feo, ya podías haberte inventado una casa más bonita.
Erik rió. -Es que soy nuevo. Cuando sepa más me inventaré casas más bonitas y parques donde jugar.
-Y por qué no vamos a jugar al Cielo?
-Ya iremos. De momento solo podemos vernos así...
-Claro, porque eres nuevo..

Realmente aquella casa no era otra que la que estaba opuesta a la nuestra en el rellano. Había pertenecido al juguetero, cuyo comercio había estado abajo y aún conservaba parte de su género que no pudo sacar. Mi hermano me soltó el cuento del escenario inventado para que nunca me diera por fisgar por mi cuenta o pedirle a mi madre que me llevase a la casa cerrada. Erik me condujo a un lugar espacioso lleno de juguetes. Aunque aquello era una espantosa galería de elementos grotescos por su antigüedad y deterioro, a mi me encantó. A otra persona puede que le hubiese causado aversión y más en aquel clima tan rancio envolviendo todo en una especie de sudario que el tiempo se encargó de tejer. Pero Erik lo embellecía todo con su presencia; lo llenaba de luz a su paso. Como interpreta las cosas un niño cuando se siente amado y protegido! Recuerdo las muñecas de porcelana con su tez de un blanco fúnebre esbozando un rictus despiadado pretendiendo ser una dulce sonrisa. Con boquitas entreabiertas donde asomaban amarillentos dientes...con cejas demasiado arqueadas y marcadas dando más dureza a su expresión. Con esos ojos donde descomunales pestañas no podían disimular su tormento... Algunas con estopeños cabellos sin más función que la de anidar arañas. Sus vestidos parecían mortajas y sus sombreros, con enormes lazadas en la papada, se me antojaban esos pañuelos con que ataban las mandíbulas de los muertos para que no se les abriese la boca. Pero a mi me gustaban. Y me gustaban los juguetes de latón con esos tonos y esas cortantes rebabas... Les daba cuerda y como malignas criaturas se movían y retorcían. Más bien parecían querer escapar mientras les durase la cuerda. Pero estaban diseñados para no escaparse jamás. Me recordó a la humanidad. Moviéndose y retorciéndose para no salir nunca de su miseria y acabar en igual o peor postura con la que empezó. En cambio de las cajitas musicales arrancaban melodías tan vitales y frescas como sonasen el primer dia.
Me faltaban ojos y manos para curiosearlo y examinarlo todo sin reparar en telarañas y polvo. Había un caballo balancín en aptitud galopante. Le acaricié las crines y la cola antes de montarme. Instintivamente lo hice para que me tomara confianza. Que tontería! Pero entonces me pareció que sin conocernos no podía montarme encima. Debía ser bonita la estampa: una niña en pijama balanceándose en un caballito de cartón mientras su hermano, convaleciente de un coma y condenado a muerte por haber matado a cuatro personas, la obsevaba feliz en el papel de ángel de la guarda. Que bonita es la inocencia de la infancia! Es el mayor tesoro. Por eso mi hermano no quería manchar esa inocencia. Salté del caballo para recoger el botín que había divisado a lo lejos: cacharritos de hojalata en una gran cocina de madera. Lo revolví todo mientras le comentaba cosas a mi hermano. Tapé y destapé ollas, abrí y cerré pequeñas puertas, puse y recogí una mesita y corrí hacia la pizarra, de la pizarra a los soldaditos y de los soldaditos al tren....
-Todo esto también te lo has inventado tú?...
-Pues esto te ha salido mejor que la casa....Te ha ayudado alguien?
-No, lo copie de un libro...
-Puedo llevarme algo a casa?
-No, no puedes.
-Por qué?
-Porque te preguntarán, y tú qué dirás?
-Sí, claro...., puedo decir que me lo he encontrado.
-No se puede mentir.
-Pero no es una mentira mala..
-Todas las mentiras son malas..
-No, hay algunas que son buenas. Si tu ves a una niña muy fea por la calle, le dirás que es fea?
Erik sonrió. Le había pillado. Desde luego que existían las mentiras piadosas!
-Tu mentira es diferente. Es por interés, no es por hacerle un bien a nadie; sólo a ti. Y el interés es malo.
-Y una cosa pequeña?
-La mentira es la misma...Pero estas cosas ya te pertenecen. No hace falta que te lleves nada. Cada vez que vengas podrás jugar con todo.
-Pero no se lo podré enseñar a nadie.
-Y qué más da?
-No es lo mismo. Los juguetes se tienen que enseñar.
-Típico de la humanidad. Tienes que mostrar tu valía a través de lo material. Si tu tuvieras un tesoro y no se lo pudieses parsar a nadie por las narices, para ti no tendría ningún valor, verdad?
-Pues no se...nunca he tenido un tesoro...
-Eso no es bueno. Querrías mostrarlo para compartirlo?
-Pues..no...a lo mejor a algún amigo.
-Entonces tendrías muchos amigos por interés. Realmente no querrían ser tus amigos pero se acercarían a ti por tu tesoro. Eso no es bueno. Los amigos lo han de ser porque se caen bien y están a gusto. No porque quieran algo de ti y tu puedas comprarlos. no es bueno que te satisfaga  que otro desée lo que tú tienes, ni es bueno acaparar cosas sólo para que los demás las vean y las anhelen. Eso es fomentar sentimientos de envidia y codicia. Por codicia puedes robarte y hacerte daño. Y ese daño lo habrías provocado tú. Nosotros nos hacemos nuestros propios enemigos y nuestro propio daño. No Dios. Tú compartirías todo esto?
-no sé... con Nicolás no; ni con ramón ni con Anita, que ella sí me enseñó su pulsera y me dijo que era de oro!
-Ay! -suspiró el ángel divertido mientras frotaba mi cabeza-Y saber que de aquí ha de salir una mujer!
De repente descubrí un cuadro al óleo de otro ángel.
-Él te ha ayudado a poner todo esto?
-Qué? -me preguntó no comprendiendo.
-Ese de ahí, te ha ayudado a montar esto?
Entonces él prestó atención al cuadro en el que quizás antes hubiese reparado. En él aparecía un colega suyo; otro ángel custodio. Erik rió.
-Le conoces?- le pregunté.
-No, no le conozco aún; somos muchos allá arriba.
-Entonces, por qué tienes su retrato?
Erik no supo qué contestar. Luego se le ocurrió mientras le observaba. -a lo mejor es que estuvo antes aquí y se lo dejó olvidado.
-Pero has dicho que te has inventado esta casa para mi, o se la has copiado a ese?
Erik rió, no sabía qué decir.
-No me estarás diciendo una mentira...
Erik rió más estruendosamente. Yo también reí. Si él reía es que yo había dicho algo gracioso y eso me gustaba. Y de pronto pregunté.
-Los ángeles tenéis novia?
Erik volvió a reir de buena gana y yo con él.
-Lo ángeles son asexuados.
-Y eso qué és?
-Que no son ni chico ni chica.
-Pero tú eres chicos y el del cuadro también...
-Bueno, yo voy disfrazado de como era antes...y la gente, cuando pinta cuadros de ángeles, los pintan como hombres...porque no conocen nada más...
-Cuando te quitas el dsifráz eres invisible?
-Sí, en el Cielo no hay materia.
-Y si sois invisibles, cómo os véis?
-Nuestros ojos incorpóreos son más perfectos que los perecederos de los humanos. Nos vemos con los ojos del Amor.
-El Amor tiene ojos?
-Nuestro inmenso e infinito Amor lo tiene todo y por tenerlo todo es tan poderoso. Si realmente quieres alcanzar el Poder, busca el Amor.
-Pero eso, no es cosa de novios?
-No me refiero al amor de novios. Me refiero al amor de todos. De mamá, del abuelo, de la gente que quieres y lo que te hacen sentir...y que vives por ellos..  El Amor es lo que da la energía tanto en la Tierra como en el Cielo y cuanta más capacidad de amar tienes más poderoso eres. De ahí sacamos el poder los ángeles para luchar contra toda adversidad.

A mi eso del amor no me parecía para tanto. Me sonaba a algo muy abstracto y hasta cursi. Sí, quería a mi madre pero yo pensaba que mi madre me quería porque era su obligación y yo me dejaba querer.para que la cumpliera y por el camino nos queríamos. Pero era un amor establecido. Los niños no pensábamos en un amor incondicional sin reglas ni normas.
-El demonio también saca la energía del Amor?- se me ocurrió preguntar.
-Su Amor es diferente. Es posesivo y egoísta. Su amor es impuro y la impureza embrutece.
-Entonces pierden...
-Si.
-Y vosotros ganáis..
-Si. Por eso necesitamos el Amor y crecer en él. Y las niñas como tú nos ayudan mucho.
-Si? -pregunté contenta de prestar tan gran servicio.
-Seguro que si los demás ángeles te conociesen te querrían también.
-De verdad?
-Acuérdate siempre de lo que te digo aunque yo no esté para decírtelo.
-No vas a estar?
-No siempre. Cuando crezcas tendré que irme con otros niños que me necesiten...así es siempre.
-Pero tu eres mi hermano...
-Siempre estaré cerca de tí aunque no me veas. Pero tú me presentirás: notarás que estoy a tu lado; y piensa que tu principal riqueza será la honestidad y la limpieza de tus sentimientos dentro de tí -me dijo hundiendo su índice en mi barriguita como mi interior.
-Todo lo que sientas ha de ser de verdad, no de mentira. Nunca intentes engañarte con sentimientos que no son naturales o que te hacen sentirte a disgusto. Si albergas buenos sentimientos e intenciones hacia los demás serás más guapa porque estarás llena de armonía y a la gente les gusta la armonía. La notarán en tí; se la transmitirás y les gustarás; se sentirán bien a tu lado. cuando seas más mayor entenderás mejor todo esto. Querrás más a mamá porque sabrás cuanto ha sufrido y el sufrimiento ennoblece. Si cuando seas mayor te sientes más unida a la gente que sufre eso será una buena señal. Se habrá enriquecido tu espíritu.
-Y seré más poderosa?
-Desde luego que si.
-Entonces si viene una bruja o un fantasma yo le podré.
-Créeme; los más peligrosos no son ni las brujas ni los fantasmas. Hay seres muy peligrosos de los que no te pondrás en guardia porque aparecerán como amigos; como seres iguales a ti e incluso mejor. Pero para entonces tu ya serás fuerte y podrás vencerlos.

Yo me sentía como una super heroína. Lo que hacía tener un hermano ángel! Me daba tanta seguridad! Me encontraba entre el grupo de los elegidos porque conocía la formula mágica para el éxito. El Amor en todo y en uno mismo. De hecho toda la vida se había estado predicando esta fórmula que nadie seguía porque a nadie se lo habían explicado tan bien como me lo explicaba mi ángel. Es difícil esto del Amor y la gente suele querer como quiere el demonio.

-Los demás ángeles le dicen lo mismo a los  niños que cuidan?
-Si.
-Nicolás también tiene un ángel?
-Seguramente.
-Y le habrá dicho lo mismo?
-Si.
-Pues no parece haberse enterado de nada.
-Nicolás debe ser más duro que tú y no debe acordarse bien de lo que le dice su ángel; pero es algo que le queda en el fondo y que le saldrá cuando madure un poco más.

Me aproximé al cuadro del ángel para admirarlo.
-De verdad que no le conoces? Este es su nombre?- pregunté señalando en la parte inferior del lienzo.
-No, esa es la firma de quien lo pintó.
-Pero dices que a los mayores no se le aparecen los ángeles...
-Todas las personas tienen una idea de como son los ángeles; puede que incluso algún recuerdo muy profundo.
-Ah, claro.
-A mí también me gustaría pintarte en un cuadro cuando sea mayor.
-Ya lo harás. Ven, acércate, que te voy a explicar una historia sobre ese ángel- me pidió mi hermano.
-Pero si no le conoces...-le objeté.
-Pero he oído hablar de él... Ven.

Me sentó en sus rodillas sobre la mecedora y balanceándose suavemente ante el cuadro, inició el relato:

-Había una vez un niño...
-El niño era como yo?- interrumpí.
-Si. Pues había una vez un niño que cuando iba a casa de sus abuelos, lo que más atraía su atención era un cuadro que estos tenían en el salón.
-El cuadro era como éste?- volví a interrumpirle.
-No, era diferente. En él aparecía un ángel dormido en medio de una negra noche. Pero lo que más le atraía al niño era el calor que le inspiraba esa imágen. Era un ángel imponente; uno de esos que componen las Legiones Celestiales. Uno de esos que luchan contra el Mal y que usan sus espadas flameantes. Era un ángel de las milicias, intrépido, lleno de fuerza en su ser. De esos que se dedican a las causas imposibles y a los que muchos se encomiendan. No era un mártir ni un doblegado; era un resoluto y el niño lo admiraba observando su musculatura, la noble fuerza que inspiraba su rostro lleno de armonía a la vez. Y el niño pensaba para sí :" si este me ha de defender ya a nada debo temer". Y veía que lo más importante en la vida ya no eran los bienes terrenales pues a él le parecía que la culminación de toda existencia era llegar a ser como aquel ángel que podía dormir plácidamente en la más negra noche iluminándola con su ser. Cuantas vidas habría iluminado! quién necesiataba nada más! Y llegar a ser así qué difícil tarea! Y no sólo el niño se contentaba con observar al ángel en su `placentero y seguro sueño, sino que se fijaba en cada pequeña partícula que lo componía pensando en qué persona humana  había tenido tal imagen delante para plasmarla con tanto acierto en un lienzo. los abuelo no sabían de dónde había salido aquel cuadro. Hacía muchos años que rondaba por la familia y a todos los niños les había atraído. Muchos otros niños, antes que él, lo habían visto ya hasta que sus ojos se acostumbraron resultándoles luego indiferente. Pero nuestro niño se juró que jamás dejaría de impactarle el cuadro y así, siempre que venía a casa de los abuelos, lo primero que hacía era dirigirse al cuadro y decirle "aquí estoy". Una de aquellas noches no pudo dormir. Se sentía inquieto y hasta angustiado sin parar de dar vueltas en la cama. Algo parecía perturbarle el sueño. Se despertó y pensó en correr hacia el cuadro. Verlo le llenaría de sosiego y volvería a repetirse que con aquel ángel ya nada podría temer. Decidido se levantó y llegó hasta el salón. Caminó derecho al cuadro cuando vio algo que le horrorizó. Dónde estaba el ángel?! La negra noche permanecía aprisionada por el marco pero no el ángel dejando el espacio que ocupaba aún más negro en su ausencia. Qué desolador se vio! sin el ángel ya nada tenía razón de ser y él estaba perdido! Ahora las pesadillas se cebarían en él y le pasarían infortunios. Por alguna razón el ángel no estaba. Tenía que volver a ver una vez más a aquel ángel!.... Y lo vio. A su lado estaba. En pie. Se había despertado!
-Qué haces fuera del cuadro?- le preguntó asombrado.
-Cuidarte -le contestó el ángel.



Aquella noche debí dormir como los ángeles; llena de paz, de seguridad, de bienestar; creciendo por dentro y por fuera.
La tía Mercedes entró a despertarme. Me sorprendí de hallarme en mi habitación cuando la última vez que recordaba estaba sentada en las rodillas de Erilk.
Me molestó reconocer que me había quedado dormida; yo que tenía tantas ganas de preguntarlo y de saberlo todo. Buena la haría si cada vez que me entrevistaba con mi ángel me quedaba dormida!
La tía Mercedes me hablaba. Siempre me hablaba cariñosamente mientras me despertaba.
-A ver qué ropa te vas a poner hoy...-dijo dirigiéndose al armario.
-No!- exclamé. La tía se asustó por mi reacción.
-Que pasa?- preguntó pero no contesté. No le dije "no lo abras que puedes descubrir  mi secreto". Sólo me encogí de hombros. -No quieres vestirte hoy? quieres ir todo el dia con el camisón? -me dijo no dando importancia a mi reacción y abriendo el armario donde buscó mi ropa sin nada más encontrar.

Me ayudó a ponerme el vestido y los leotardos y se quedó ventilando la habitación. Corrí al comedor pero antes de entrar una ilógica conversación entre mi madre y mi abuelo captó mi atención. Detuve mi ímpetu y escuché.
-Estoy sufriendo más ahora que antes- le decía mi madre bastante preocupada. -Y mira que se lo tengo dicho! No le ha de tocar ni un rayo de sol! Que como le de el sol está perdido! Y aún no ha llegado!

Estarían hablando de un vampiro? pensé.
-No, si la niña aún se lo va a encontrar por ahí!-dijo el abuelo también con un tono de profunda preocupación.
-A quién me voy a encontrar?- pregunté entonces entrando. -A un vampiro?
-Que tonterías dices!- despistó mi madre. -Hoy te llevaré al médico- me anunció mi madre mientras Consuelo venía de la cocina con un cazo de leche caliente para verter en mi tazón.
-Al médico?- pregunté con desagrado. -Pero si no tengo tos!
-creo que la muerte de Erik te ha afectado más de lo normal.
-Ya no lloro.
-De todas formas no creo que esté de más que te haga un reconocimiento y te recete vitaminas si es preciso.
-Dale chocolate negro- salió el abuelo mientras se echaba mendrugos de pan en su tazón. -el chocolate es un buen remedio contra la debilidad y la tristeza. Quieres que te cure con chocolate?- me preguntó.
-Si!- contesté abrazándole. El rió.
-Ud. también!- le recriminó mi madre.
-A tu madre le regalan muchos bombones en sus actuaciones y a ella no le convienen. Para qué gastarnos dinero en medicinas?
-Nos lo gastaremos en dentistas, que es peor..-le reprochó mi madre.
-Bah!- le contestó él. -Los chocolates son para los niños! Y los dulces! Y la infancia para comerlos! si no los comes de niño, cuando los vas a comer? Luego todo nos sienta mal...
Mi madre me separó del abuelo estirándome suavemente de un brazo.
-Si te portas bien en el médico, dejaré que este fin de semana vengan tus primas, qué te parece?- me propuso. Pero la proppuesta no me hacía mucha gracia, cosa que le chocó. Y no me hizo gracia porque compartiríamos habitación. Compartiríamos también ángel? Tendría que abstenerme de ver a mi ángel porque estuvieran ellas? Qué diría mi ángel si mis primas le descubriesen?





Aquella tarde fui al médico. Cruzamos un mercadillo en la plaza del ayuntamiento donde estaba la iglesia de Sant Felix. Mi madre fue curioseando en los puestos y las personas que la iban reconociendo le saludaban. Cuando hablaba se me hacía muy pesado y me fijé que la puerta de la iglesia estaba abierta. En un momento de distracción me encaminé hacia las escalinatas que subí lentamente. La entrada parecía un túnel y no por profunda sino por oscura. Era tan oscura que al principio no se veía nada hasta que la vista se iba acostumbrando. En la oscuridad destacaban mucho las velas encendidas cuyas cimbreantes llamas parecían ánimas ; las ánimas de aquellos que las habían encendido y que se impulsaban vivaces hacia arriba sin que ninguna inoportuna corriente de aire las desviara de su camino; quizás por eso el lugar estuviese tan cerrado. Recordé lo que me explicó el reidor acerca de las velas y ahora le encontraba el sentido. Todas ellas eran palpitantes peticiones. Peticiones llenas de energía alimentadas por la Fe. Y me parecía entender por qué las iglesias tenían que ser oscuras y silenciosas. Para no perturbar ese tránsito, esa comunicación con aquello que nos sobrepasa; siempre rodeadas de eso que le llamamos misterio porque no lo entendemos. Y me sentí a gusto porque mi santuario particular también era oscuro y cerrado; oliendo a humedad estancada. Aprendí a identificar a mi ángel y a todo lo bonito y fantástico con esas olores;  y aprendí a amar la oscuridad porque ella me lo traía. Que contradictorio! Ese estigma me acompañó en lo sucesivo permaneciendo latente en mí y activándose cuando entraba en algún lugar oscuro y cerrado donde creía reencontrarme de nuevo con él. En lugar de venir de la luz y traérmela, Erik podía resurgir de la oscuridad aunque con el poder de inundarme de luz con ella. Como un alquimista, trucaba la oscuridad en Luz, pero para ello necesitaba la oscuridad. Al convertirla para mi no era luz y ya está. Era la Luz que él había convertido, con su peculiar sello y esa me parecía más hermosa que las otras. Dentro de mi había una contradicción con la Luz y las Tinieblas y pensaba, por qué los ángeles custodios aparecían siempre por la noche? Por qué era denoche cuando debíamos invocarlos para que nos protegieran? y también pensaba que nosotros vivíamos siempre en la oscuridad y a ella tenían que acercarse para cuidarnos. Nosotros distinguíamos entre día y noche pero realmente siempre vivíamos en la noche sin saberlo. Y nuestra misión en la vida era ser capaces de salir de ella.

Observé los cuadros. Habían ángeles en ellos pero ninguno tan guapo como  el mío. E incluso aquellos eran feos; gordos, mofletudos, en un éxtasis bobalicón. Les faltaba energía. Tal vez quien los pintó no la tenía. Habrían sido esos los hermanos de alguien? Un día tendría que preguntar de dónde venía un ángel. Era gente que nacía y moría como Erik? O nunca llegaron a nacer y fueron ángeles desde el principio?. Observé las imágenes de las capillas y me alegré de que mi hermano se codease con esa gente tan poderosa y tan por encima de todo y hasta me pareció que aquel lugar santo era más mío.
Salí. Mi madre continuaba hablando. No había notado mi ausencia.

Eran las cinco cuando llegábamos a casa. Los chavales salían de clase y bajaban las escaleras alborotados. Mercedes les recriminaba. Mi abuelo estaba abajo barriendo ante la puerta de su comercio y se detuvo para dejar pasar la jauría.
-No me pongas las manos en el cristal!- le recriminó a uno de los críos.
-Ni la nariz!- le avisó a Nicolás que la había pegado al cristal.
-Quiero ver el nuevo maniquí.
-Puedes verlo perfectamente sin dejarme los mocos en el cristal!
-Es nuevo, verdad?
-Si, anda, lárgate!
-Qué pasó con el otro?
-Se nos descompuso.
-Pues este parece más de verdad!
-Que te largues!
Nicolás se reunió conmigo. Pude captar la mirada que mi abuelo y mi madre se intercambiaron. Nicolás se interesó por mi; que si lo que yo tenía era grave. Como no lo era perdió interés. Hasta pareció decepcionarse. No porque tuviera algo personal contra mi ni le gustase verme sufrir; sino porque habría sido morbosamente excitante saber que yo podía morir. Nosotros, los niños, no éramos muy conscientes del sufrimiento y la muerte más al contrario; cuando algún niño venía a la escuela con alguna herida, todos le observaban y aventuraría a decir que envidiaban como si se tratase de un herido de guerra; el superviviente de un accidente. Como condecoraciones, portábamos con gran honor nuestras costras teñidas de mercromina, nuestros puntos de sutura, nuestras vendas, tiritas...cabestrillos. Y aquel que no los tenía los anhelaba procurándoselos para que todo el mundo le compadeciera, le consintiera, le admirase y le envidiase. Todo el mundo respetaba a un herido eventual; no al crónico. Cuando a alguien le habían sacado una muela admirábamos el sanguinolento agujero prueba fehaciente de su reciente tormento. Yo no me iba a morir; ni siquiera me iban a operar. Otra decepción para Nicolás que no podría admirar cicatrices de operaciones ni observar apéndices flotando como danzantes trofeos en alcohol.



Mis primas vinieron a pasar el fin de semana y yo no pude decir que no aunque se me notó mucho que lo decía por dentro. Mi madre me observó. Ella sí sabía leerme por dentro. Me notó muy distinta.  El médico no me había encontrado nada fuera de lo que tocaba tras la reciente experiencia, pero mi madre sí me encontraba algo más y algo más que no sabía como definir. No era ni bueno ni malo; era chocante. Me empezaban a gustar los lugares oscuros en los que pasaba ratos y prestaba atención a cuadros tenebristas; como si me llamasen y me hablasen. Parecía que yo escuchaba algo y que callaba para oírlo mejor. Y lo más sorprendente ahora para ella es que no me mostré muy contenta con mis primas. Yo temía la hora de acostarnos. Pero aquella noche del viernes no ocurrió nada. Erik ya me avisó que no siempre vendría. Sabría él que estaban mis primas? Seguro que si ya que los que están arriba lo ven todo. No lo vería hasta el domingo por la noche, cuando mis primas se fueran? Me fastidiaba la incertidumbre y la espera. Al día siguiente Andrés nos llevó al zoo a nosotras y a Nicolás. Nos explicó muchas cosas acerca de los animales. De regreso nos encontramos a un pájaro con un ala rota que se esforzaba en levantar el vuelo acechado por un gato. Al vernos, el felino corrió a esconderse observándonos desde su escondite. Nicolás sugirió matar al pájaro para que no sufriera y puesto que se percató de la presencia del gato sugirió observar como éste se lo comía. Nos pareció cruel y decidimos llevarnos el pájaro. Sobre todo yo, que sabía que mi hermano lo curaría. Nicolás se mostró contrariado al perderse el espectáculo que al fín y al cabo habría sido una lección de ciencias naturales.
-Tanto explicarnos como cazan los animales y ahora que podíamos verlo..!- no dejó de quejarse Nicolás.
-Pero la mayoría hemos decidido salvar al pájaro. Esto también es una lección de como funciona la democracia.
-Vaya una cosa la democracia! Hay que hacer lo que diga la mayoría. Y si la mayoría están tontos? Pero si la gente no sabe lo que quiere!
-Creo que eres un pequeño dictador- bromeó Andrés
-Si seguimos las leyes de la naturaleza, de la que Ud. tanto nos habla, siempre tiene que haber un líder que mande sobre los demás y siempre ha de vencer el más fuerte.
-Pero para algo somos animales racionales.
-Bah! Ojalá se muera el pájaro!

Aquella noche nos fuimos a la cama rendidos y yo guardé debajo de la mía, en una caja de zapatos con algodón, al pájaro. Le puse migas de pan que no se comió. Andrés me dijo que le diera moscas y que se las embuchara con unas pinzas de las cejas. Pero cuando fui a buscar moscas no habían; al menos en mi casa. Paula dormía conmigo en mi cama y Emi en un plegatín. Me dormí enseguida habiendo ántes rezado por la salvación del pájaro. Aunque hubiese querido esperar alguna señal de mi ángel, el cansancio del día me pudo más.

Me desperté súbitamente; como si hubiese notado una presencia. Pero al abrir los ojos todo estaba como siempre. Los cerré y los abrí de nuevo. Advertí un tenue resplandor. Dirigí mi vista rápidamente al armario y vi la luz. Seguidamente miré a mis primas por si ellas la habían visto también, pero dormían. Tenía vía libre. Con cuidado de no despertar a Paula, salí de la cama y entré en el armario. Salí corriendo de vuelta. Me había dejado el pajarito y fui a por él; luego, de nuevo al armario. Caminé rápidamente por el familiar corredor hasta llegar al encuentro de mi hermano. Este salía de una habitación desconocida para mí; otra que había salido de la oscuridad como todo en aquella casa. En cambio él le quitó importancia para desviar mi interés por ella y me condujo a la habitación de los juguetes. No insistí en la nueva habitación; solo pensaba en mi pajarito.

-Aún no tengo poder para curar-me confesó Erik cuando levanté la tapa de la caja y vio al desvalido animalito mirándonos con ojos de espanto y respirando alteradamente. Me quedé algo decepcionada ante esta confesión.
-Pues llévaselo a Dios para que él lo cure- le sugerí. Erik rió. Tomó la caja y se alejó a una de las mesillas donde jugábamos, se sentó en una sillita, acercó una lámpara y examinó primero el ala buena del pájaro la cuál extendió cuidadosamente palpándola para averiguar la posición de sus huesos. Luego hizo lo mismo con la otra notando una ligera diferencia. Observé todos sus movimientos. Eran los movimientos de un ángel; sus ojos miraban como miran los de los ángeles y sus dedos tocaban como tocan los de los ángeles y yo quería aprender de él. Dijo que a lo mejor podía curarlo él mismo y que así no molestaba a Dios. Que le parecía que la bola del ala, la que va con el hombro, estaba fuera de sitio, o algo así, y no rota. Lo toqueteó y soltó al pájaro. Este se puso en pie sobre la mesita y agitó las alas. Dio unos saltitos y luego otro mayor; levantó el vuelo y empezó a revolotear por la habitación. Reí de alegría. Ambos reímos.
-Vuela! Vuela! Lo has curado! Sí que tienes poder!- le dije a mi hermano siguiéndolo con nuestras miradas. Fue a posarse en la barra de una cortina y cuando volvimos nuestras cabezas vimos algo insólito. Mis primas estaban allí observando boquiabiertas!
-Quienes sois? Qué hacéis aquí?- preguntó Erik asombrado.
-Son tus primas- le dije. -No te acuerdas? Venían a jugar contigo. Paula es la que un dia te cortó el pelo y mamá se enfadó mucho- le refresqué la memoria.
No sé si mi hermano las recordaba. Parecía como si buscase en su cabeza.
-Pero tú no estabas muerto?- le preguntó Paula con un hilo de voz.
Erik sonrió.
-Pues se te ve muy bien...-concluyó Paula.
Emi lo examinó sin atreverse a tocarlo.
-No tiene gusanos- le dijo en voz baja a su hermana.
-A los ángeles no se los pueden comer los gusanos- dije yo muy puesta en la materia y menospreciando la ignorancia de las profanas.
-A los ángeles? -preguntaron ambas sorprendidas. -Es que eres un ángel?- le preguntó Paula. Erik asintió. -Pues te ves muy.. de  normal...-dijo Paula.
-Es que va de como era para que le podamos ver mejor- expliqué.
-Que bien! Un ángel en la familia!- se alegró Paula. -Y que alto eres! como siempre estabas echado...Para ser ángel hay que ser alto, verdad?
-No. Hay que ser bueno- contestó mi hermano.
-Y hay que tener alas!- recordó Emi como preguntándole "y las tuyas?". Erik rió. -Hace poco que soy ángel. Ya me saldrán- le contestó.
-Ahora, que está muerto, se ha convertido en mi ángel de la guarda- les expliqué con gran orgullo.
-Y en el nuestro también?- preguntó Emi esperanzada.
-No, vosotras ya tenéis el vuestro- respondió mi hermano..
-Y no lo podemos cambiar?- preguntó Emi.
-Los ángeles no se cambian- dije yo.
-Pues al nuestro no lo vemos...- dijo Paula.
-Normalmente no se ven pero siempre están ahí, se presienten;  sino os pasarían cosas malas. A veces se ven en sueños. Lo mío es una escepción porque soy vuestro primo.
-Y mi hermano- puntualicé yo.
-Yo no recuerdo haber visto a mi ángel en ningún sueño- dijo Paula.
-Porque la fase del sueño en la que aparece el ángel es mucho más profunda. Pero si tenéis mucha fe en él llegaréis a verlo fuera de vuestros sueños. Y notaréis una fuerte comunicación.
-Todas las personas  se convierten en ángeles cuando se mueren?- preguntó Paula.
-No; no todas
Mis primas estaban admiradas.
-Mirad, ha curado al pájaro!- indiqué yo.
-Hala! - se  admiró Paula.
-Claro! como eres un ángel!- se sumó Emi
-Como se enfadará Nicolás!- dijo Paula.
-Nicolás no debe saber nada- dijo mi hermano.
-Que pena!- se lamentó Paula.
-Sí, porque él quería que se muriera!- le delató Emi.
-Porque no dejamos que un gato lo cazara y entonces se enfadó y dijo que ojalá se muriese- acabó de explicar Paula.
-Pero yo sabía que no se moriría porque tú lo curarías; aunque no lo dije- dije yo.
-Ah si? No pensaba que Nicolás pudiese desear eso.
-Nicolás es muy malo!- dijo Paula -el otro día me dio una patada porque le hacía sombra.
-Estaba quemando una araña con una lupa- dijo Emi.-y la araña se retorcía y le empezó a salir humo. Y le quemó la cola a un gato que dormía en una ventana.
-Por qué no lo ponemos en una gavia y nos lo quedamos? - propuse.
-Es un crimen tener a los animales cautivos y más si han nacido libres.
-Y no lo podemos tener unos días para que lo vea Nicolás- pregunté.-aunque no le diré que tu lo has curado...
-Soltaremos al pájaro- resolvió Erik. -Ahora lo dejaremos aquí y cuando os vayáis me lo llevaré conmigo para soltarlo. Los animales  e incluso las personas, tienen que estar con vosotras porque ellos quieran, no porque les obliguéis. La unión es más fuerte y fidedigna si es voluntaria.
-Claro, es lo que yo digo..- se atribuyó Paula.
-Que va! tu no dices eso! a ver, repítelo!- le rebatí pero Emi salió con otra cosa.
-Cuantas cosas sabes!- le dijo a mi hermano con admiración.
-Sí, pero aún me queda mucho que aprender. La evolución del espíritu es infinita.
-La qué?- preguntó Emi.
-Quiere decir que tendrá que seguir estudiando en el Cielo- le ayudé yo.
-Allí también hay colegio?- pareció decepcionarse Emi.
-Venimos a la Tierra, a la Vida, a aprender; a evolucionar; y no sólo aprendemos en el colegio sino que en la escuela de La Vida. La vida es un aprendizaje y cuando salgáis del colegio seguiréis aprendiendo en vuestro día a día.
-Pero no habrá que estudiar...-dijo Paula.
-Se habrá de estudiar pero de otra manera...-dijo mi hermano. -Y vuestra mente y vuestro cuerpo seguirá recogiendo y procesando información, analizándola y adaptándose a cada momento; a las necesidades, a los cambios, sin parar jamás; constantemente, de forma inconsciente.
A Emi le empezó a parecer un poco rollo todo esto del estudio constante.
-Para ser un ángel hay que estudiar mucho y para ser un arcángel aún más. No basta con ser bueno. Hay que ser inteligente y estar preparado para los nuevos retos que nos encontramos allá arriba. En el Cielo uno no se queda tumbado y ya está. El ocio impide la evolución y el aburrimiento hace que la gente se deprima y piense en cosas negativas. En el Cielo se trabaja aún más que en la Tierra, pero no es un trabajo obligatorio, monótono y tedioso; sino creativo donde realizamos y expresamos todos nuestros potenciales en todas sus vertientes y experimentamos con ello sensaciones jamás imaginadas que compartimos con todos. Todo ello genera una energía positiva y cuanto más contentos trabajamos más energía positiva generamos. Esto es como una gran cadena que hace que el engranaje del universo se mueva. La vida en la Tierra es sólo un primer paso para lo que nos espera luego. Por eso tenéis que aprovecharlo y estudiar mucho en la escuela.
Esa perorata no caló mucho.
-Yo ya sé contar hasta mil!- salió Emi.
-Mentirosa, te saltas números!- le delató su hermana. Erik rió mientras ambas hermanas se desacreditaban mútuamente. En medio del ardor que parecía acrecentarse, Emi salió con:
-Son tuyas?- refiriéndose a las muñecas. La disputa desapareció como si un hipnotizador hubiese chasqueado los dedos. A Paula le interesó lo que Erik fuese a contestar.
-Son vuestras pero no pueden salir de aqui- fue la respuesta.
-Ah, no?- preguntaron ambas niñas al unísono. -Por qué?
-Porque os preguntarán de dónde las habéis sacado y entonces diréis que el ángel de la guarda de Ingrid os lo ha dado y yo no quiero que nadie sepa que Ingrid ve a su ángel de la guarda que su ángel soy yo.
-Por qué?- preguntó Emi.
-Primero porque dirán que os lo inventáis y en segundo lugar porque creerán que se lo habéis quitado a alguien. Los juguetes; no  el ángel.
-Si que nos creerán- dijo Paula. -Todos saben que los ángeles de la guarda existen.
-Pero los mayores son muy hipócritas.
-Y eso qué és?
-Eso quiere decir que dicen una cosa y que piensan otra. Os hablan de los Reyes Magos, del ratoncito Pérez, de las hadas, de los ángeles.. pero no creen en ellos.
-Claro, por eso a los mayores los Reyes no les traen nada y se lo han de comprar ellos mismos...-razonó Emi.
-Así que, como no quiero discusiones ni castigos por mi culpa, mejor no digáis ni saquéis nada.
Emi se encogió de hombros como aceptando resignadamente. Qué podía hacer ella contra un ángel? Con lo reconfortante que habría sido extender la noticia del asunto del ángel cargado de regalos como los Reyes....
Emi y Paula corrieron  a examinar los juguetes y yo corrí a hacer de maestra de ceremonias anticipándome a su curiosidad y mostrándoles las polvorientas maravillas que aparecían a su paso. Sentí como si fuesen mías y yo, condescendiente, consintiera compartirlas con ellas. Ellas me dejaban que las mandase y las dirigiera.; era algo instintivo y territorial que todos los seres vivos llevamos dentro. Aquello no era mío pero como yo lo vi ántes, estuve allí ántes y lo conocí ántes....y me amparaba un ángel...ellas daban por sentado que yo tenía más autoridad. Me sentí muy importante y por ello muy bien.
Mientras jugábamos Erik nos filosofaba y nosotras le bombardeábamos de preguntas acerca de esa vida más allá de la conocida por nosotros. Nos hablaba de la jerarquías del Cielo, el sistema social del mismo, de la cantidad de "gente" con diferentes misiones y la cantidad de proyectos inconcebibles para nuestros parámetros mentales. Como evoluciona el espíritu y como llegaríamos a ser grandes creadoras de otros sistemas que se regirían siempre por la ley de la armonía y la afinidad. Como no entendíamos la mitad de cosas y le interrumpíamos con preguntas, nos puso ejemplos muy simples acerca de la simplicidad de crear.
-Cuando cerráis los ojos y pensáis  en algo, lo veis verdad? tenéis el poder de ver esas cosas que os inventáis que, por muy grandes que sean, siempre caben en vuestras cabecitas; nunca hay límites; quiero decir que no se acaba en donde acaba vuestro cráneo. Sigue más allá; y véis luz aunque estéis en un cuarto a oscuras, y podéis inventaros todo un país con toda su gente, sus montañas, sus costas....Estas cosas que pensáis no son físicas, como una pierna o un brazo. Y estas cosas pueden tener la forma que se quiera y siempre podéis imaginar aún más allá de lo que habéis imaginado Si no tuviérais un límite físico podríais meteros dentro de vuestras propias fantasías, como en los sueños,.  y vivir en las casas que os habéis inventado con vuestra mente; componer las sinfonías que quisiérais y escuchar esa música. Cada día podríais cambiar de escenario, de ambiente, cambiar hasta vuestro aspecto e intercambiar todo eso con otros que han hecho lo mismo. Mientras que ahora os tenéis que conformar con el mismo vestido hasta que vuestra madre no os pueda comprar otro, y os tenéis que conformar con otras cosas  que quiaiérais cambiar y no podéis. Bueno, sí podéis; con vuestra imaginación ya lo habéis hecho, claro. Con la imaginación jugáis y crecéis y las ilusiones os hacen seguir adelante. Todo ello no tiene materia. Aunque puede llegar a tenerla. Una ilusión puede convertirse en algo real; la imaginación puede convertirse en un proyecto y un proyecto en algo real y palpable. Todos los castillos, las catedrales, los edificios emblemáticos, la poesía, el arte, los coches, el teléfono, los inventos, estuvieron en la cabeza de como una posibilidad viable pero ya que no tenemos facultades telepáticas, tuvieron que salir de esas cabezas y plantarse en la tierra para que los demás pudieran disfrutarlo y compartirlo. A ver, sabéis quién se inventó el teléfono?
Nos encogimos de hombros.
-Graham Bell- dijo.
-Era un ángel?- preguntó Emi.
-No, era una persona a quien se le ocurrió algo muy útil para que todos pudieran comunicarse y facilitar las cosas. Pensó en un bien común que después lo llevó a cabo materializándolo.
-Cuantas cosas sabes!- me admiré mientras acercaba una tacita de te a los labios de una grotesta muñeca sin temor a que esta me moridiera.
-Ya se nota que eres ángel!- se sumó Paula.
-Y pronto será arcángel!- añadí yo.
-En el Cielo podremos hacer todo eso que nos has explicado?- preguntó Paula. Erik asintió
-Y qué nos inventaremos? el teléfono ya está inventado...- discurrió emi.
-Tonta! para qué queremos un teléfono en el Cielo! ya pensaremos en otras cosas más divertidas -le objetó su hermana mientras Erik reía.
El pajarillo empezó a revolotear cansado del palo de la cortina. Todas le seguimos con la vista sonrientes al final se posó en la cocinita de la que estábamos alejadas y bebió agua de un cacito donde Paula había echado agua de la jarra que Erik tenía.
-Pobrecito! tenía sed!-comenté. También había obsevado que mi ángel tenía sed ya que de cuando en cuando bebía aunque entonces no me extrañó, ya que iba disfrazado de persona...y también observé que tenía un reloj de pulsera que consultaba. Se le haría tarde para volver al Cielo? aunque no podía ser ya que, según él, allí el tiempo no existe....nunca entendí eso del tiempo, pero tampoco me importó mucho; para qué calentarme la cabeza?
Aquí él lo controlaba. Nos dijo que ya iba siendo hora de que regresáramos a nuestras camas a lo cuál protestamos.
-Qué pasa si alguna de las tías va a la habitación y ve que no está ninguna de las tres? que pasa si da la voz de alarma?- razonó mi hermano. -Si queréis que nos sigamos viendo con éxito debéis obedecerme y además...debéis pasar por la Ceremonia del Juramento. Si no pasáis por esa Ceremonia no podréis volver a verme.
Mis primas abrieron los ojos. Esas eran palabras mayores. Yo ni me inmuté. Pensé que conmigo no iba la cosa: que yo ya era veterana.
-Qué és la Ceremonia del Juramento?- preguntaron.
-En esta Ceremonia debéis prestar Juramento. Pero no a mi, no. Debéis jurar ante la Vida y la Muerte. Ellas os estarán escuchando- mis primas escucharon absortas. -Juraréis que jamás desvelaréis vuestros encuentros conmigo. Y si lo hacéis, una de las dos se os llevará para siempre.
-La Muerte?- preguntó Paula no queriendo preguntarlo. Erik asintió.
-Pero esa no os acompañará al camino del Cielo como a mi. Esa os llevará derechas al Infierno por haber roto el Juramento. Estas cosas son muy serias.
Había algo que corría de una a la otra. Tal vez terror.
Erik explicó como se llevaría a cabo Tendrían que jurar bajo el dintel de la puerta. Esta puerta estaría abierta y ellas jurarían de espaldas a una habitación a oscuras. Allí estaría la Muerte esperando que alguna jurase en falso. Si así fuera la agarraría por la espalda y la metería dentro cerrando la puerta para siempre. Una vez hecho el juramento con sinceridad e intención de cumplirlo, las niñas caminarían hacia el ángel alejándose del umbral en tinieblas. Ninguna mano las agarraría por detrás, por tanto.
Para magnificar todo aquello que el ángel pretendía, puso a uno de sus lados una estatua que antes no habíamos visto. Era un hombre atado a un tronco y atravesado por flechas. Nos dijo que era San Sebastián. Y en otro de sus costados Erik sujetó una espada más alta que nosotras que hasta tenía nombre pues leí "Toledo".
-Qué le pasó a ese?- pregunté.
-La Muerte se lo llevó de esta forma tan cruel.
Nadie preguntó por qué. Algún juramento rompería. Pero si Erik gozaba de telepatía, como era de suponer en un ángel, lo estaría leyendo en ese mismo momento.
-Y ya os podéis imaginar por qué- nos dijo. -Ya podemos empezar la ceremonia- anunció.
Quién sería la primera?
-Empieza tú, Ingrid, para darles ejemplo- me indicó.
-Yooo?- pregunté espantada, -yo también? pero si ya hace dias que nos vemos y nunca me lo has pedido..
-Pues te lo pido ahora.
-Pero si nunca he dicho nada ni lo diré.
-El Juramento lo ha de hacer todo el  mundo que ve a su ángel de la guarda en la Tierra- insistió Erik.
-Pues nunca me lo has dicho!- quise acusarlo mientras me cruzaba de brazos enfadada y sacaba los morritos. -Cuando estaba sola contigo todo iba bien y no me pedías nada, ahora que están estas tontas, si! Además, yo soy tu hermana!-le reproché casi de carrerilla
-Y crees que tienes más privilegios?
-Entonces, para qué soy tu hermana?!- rompí a llorar.
-Ay, Ingrid! qué pequeña eres aún!- suspiró mi hermano.
-Y vosotras, por qué teníais que venir?!- les preproché a ellas las cuales no decían ni pio, nada más que miraban asustadas.
-Ingrid, no te estás comprotando como la hermana de un ángel, ni como un ser evolucionado. Por qué has de ser tú más que los demás? Para ser más que los demás has de demostrarlo. No envió Dios a su hija  para salvarnos? Tú crees que su hijo le podía decir: yo no voy porque soy tu hijo; que vaya otro!?
Lloré con más intensidad porque el ejemplo me avergonzó. Mis primas seguían mirando sin decir ni pio
-Además, de qué tienes miedo?- insistió Erik que, a pesar de su juventud y de su enfermedad que lo había aislado, tenía don de gentes y resultaba convincente.-No tienes nada que temer pues no vas a jurar en falso, verdad? Es así de simple.
-Sí, es así de simple- repitió Paula queriendo animarme.
Erik miró a Paula. Paula tembló. Y para que Erik no la vieera tan entera se puso a llorar también. Aunque aposta. Emi al verla lloró también y al final habían tres niñas llorando y un ángel que no sabía qué hacer.
-Menudas guerreras!- dijo al final. -Vosotras creñeis que nosotros los ángeles, que componemos las Milicias Celestiales, nos echamos a llorar cuando nos encomiendan alguna misión?
-Pero vosotros sois ángeles y nosotras niñas!- protesté.
-Dónde está vuestra energía?! Tan poderosas que queréis ser!
-Ahora ya no queremos ser poderosas!- dijo Paula.
-Ahora ya no? Estos compromisos no son de quita y pon. Si queréis ser algo debéis luchar hasta el final. Si queréis ver a vuestro ángel os comprométeis. Sabed que si no juráis no me veréis más, ni os podré ayudar a fortalecer vuestro espíritu- hizo una pausa en la que se oyeron nuesros sollozos interrumpidos por hipos.
al cabo de un rato preguntó tajante: -Vais a jurar o no?
No contestamos al pronto pero nuestros sollozos se fueron apagando para agudizar el oído y ver por dónde salía mi hermano.
-Sabéis qué? Creo que me apareceré a Nicolás, que seguro que es más valiente y hará lo que le pida sin chistar; es más: se adelantará a mis peticiones.
Ya nadie lloraba. Eso de Nicolás dolía.
-Mirad, hasta el pajarito es más valiente!- dijo Erik observando como volaba hasta meterse en la habitación oscura para salir de nuevo tan enterito.
Lo haría. Todo menos Nicolás. No podría soportar que me robase a mi ángel y que contemplase las nubes pensando que en alguna de ellas había estado su ángel que era el mío.
Me limpié la cara con el revés de la mano y dije.
-Muy bien. Yo seré la primera.
-Esta es mi hermana!- dijo Erik satisfecho.
Tragé saliva. sé hermana de un ángel para esto, pensé. Pues si empezaban a pedirme sacrificios...No me imaginaba sufriendo un calvario en nombre de la Fe. Fui a por todas. Me detuve bajo el dintel. No sé por qué pero me agarré a ambos lados del marco por si agarraban de mi ofrecer resistencia. Erik levantó la espada que imitaba a una flameante y con voz solemne me dijo que repitiera sus mismas palabras mientras yo clavaba mis dos ojos en San Sebastián, como dos flechas más. Erik pronunció solemnes palabras que yo repetí con voz algo quebrada. Erik tocó mis hombros con la imponente espada, y al jurar y aceptar, y dar un paso hacia él, me sentí la niña más extraordinaria del mundo.
Volví a mi lugar riendo y hasta exclamé: -No me ha pasado nada!
Mis primas parecieron animarse. Juraron, nos abrazamos y dimos saltos de alegría. Nos pareció que habíamos pasado a ser miembros de un club muy selecto. Lástima que no lo pudiéramos contar!




CAPITULO VIII

Que tragos nos hacía pasar nuestro ángel pero qué felices nos hacía! Nunca olvidaré aquella noche de la jura. Y jamás me ha podido quedar la duda de si aquello fue un sueño, una visión, una fantasía... ya que mis primas también lo vivieron. En el futuro, cuando alguna vez nos reuníamos, hablábamos sobre aquel suceso sobrenatural como algo muy lejano pero muy fresco aún en nuestras mentes. Qué fue aquel fenómeno que nos visitó como ángel de la guarda? Jamás hablamos de ello a nadie, tal como prometimos, pero de cuando en cuando nos preguntábamos, sería verdad? y ellas me lo confirmaban al haberlo vivido también. Yo sabía que alguna vez tendría una respuesta y sabría qué había ocurrido realmente. Sabía que habría una explicación. Una explicación como una histeria colectiva, una sugestión compartida pero ..caramba! que complicado y convincente para arrastrar a tres niñas a la vez dentro de la alucinación. Recordaba a esos tres hermanos portugueses que vieron a la Virgen. La vieron de verdad o fue una sugestión compartida? Si ellos vieron a la Virgen, hecho reconocido por el  Vaticano, porque no podíamos nosotras ver a un ángel?... y por qué nuestro ángel nos pididó que no desvelásemos los encuentros mientras que las Vírgenes pedían a sus testigos la divulgación de las apariciones y los mensajes consecuentes? Tendría la respuesta.
Con bastantes años más, observaba ahora la figura de San Sebastián en la iglesia. Parecía el nexo de unión entre mi hermano y yo ahora que ya no lo veía. Recordaba como la noche de la jura movió la figura para colocarla ante nosotras cogiéndola por las flechas. No pensó que podía quedar irrespetuoso pero a mí me lo pareció. La Muerte se había llevado al mártir cruelmente y su agonía había quedado eternizada en aquella figura y en la mente colectiva. Le encendí una vela y medité sobre aquel tiempo tan hermoso y a la vez tan oscuro; reproduciéndose el milagro del encuentro con un ángel en un lugar tan lúgubre y húmedo, en pleno invierno,  en el cuál no sentimos frío a pesar de ir descalzas y en camisón. Tampoco lo pensó mi ángel; al fin y al cabo había sido hombre y los hombres no caen en esas cosas.
Después de la jura aún continué viendo a mi ángel y continué viéndolo porque había jurado. Un día llegó con moratones. Me dijo que se había pegado con el diablo con el que se había encontrado por el camino. Sentí tanto terror imaginándome la escena.... Aterrorizada andaba mi madre también por esos días. No por lo del diablo, ella no sabía nada... Pero yo la encontré muy inquieta.
Mi hermano me dijo que gradualmente dejaría de visitarme; que era la norma del Cielo. Que a los siete años los ángeles dejaban de guardar a los niños pero que a mi me dejaría un poquito mas tarde. Y cuando dejase de verle sólo dejaría de ver su disfráz de hombre.
Él continuaría conmigo. Me dijo que cuando los niños iban creciendo ellos mismos adquirían más conciencia del mundo y de sí mismos y más autonomía como para aprender a protegerse Siempre nos quedaban nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros tíos...Y los difuntos también solían permanecer a nuestro lado para protegernos. Dios no quería seres dependientes e hizo al hombre libre, independiente y autosuficiente. Los que pretendían depender de otros pecaban. La evolución consistía en eso. Dios no quería exclavos. Como no quieren los padres que sus hijos dependan de ellos toda la vida. Cada uno elije su camino una vez que sus padres le han enseñado a caminar.
Nuestra despedida no fue un trauma. El tuno de mi ángel aprovechó una hepatitis que pasé, en la que estuve custodiada día y noche, para largarse. Pero no me sentí abandonada ya que en medio de mis estados febriles me había parecido sentir como su aliento fresco rozaba mi frente. Sabía que estaba conmigo; pero sin su disfráz de persona.

Jamás podría agradecer el privilegio que tuve durane mi infancia y lo mucho que me enriqueció. Ahora tenía algo que venía de entonces y que nada podría desmoronar.  Había recibido algo que si no se recibe entonces ya no se recibe nunca. Y era algo que sólo yo tenía, algo mío y que aún hoy, y creo que siempre, me seguiría alimentando como inagotable fuente de energía. Y yo me regocijaba en mi tesoro interno, revisándolo cada noche como revisa y cuenta el avaro sus monedas. Jamás podría agradecer el privilegio.

La mano de Paula en mi hombro me sobresaltó. Me volví y al verla recordé que habíamos quedado afuera, en las escalinatas de la iglesia de Sant Felix. Paula también había crecido. El  Tiempo, inflexibe, arrasaba con todo y no se entretenía en los pasajes más tiernos. Devoraba niños nada más nacer y el bebé que sosteníamos en nuestros brazos pronto desaparecía suplantado por un niño mayor que desaparecía suplantado por otro.Todo quedaba atrás siempre; también lo malo. Y lo único que nos quedaba de nuestra vida era el recordar porque lo otro se lo llevaban. Por hermosos que fueran esos capítulos, el Tiempo jamás se detenía a releerlos; siempre seguía inexorable su camino arrastrándolo todo consigo.
El abuelo fue llevado también y Consuelo poco después. Erik me había explicado un cuento sobre el Tiempo. Este tenía mucha prisa para llegar al fín del mundo y andaba siempre sin detenerse. En su camino halló una casa y ya que llevaba ventaja, quiso descansar un momento. Allí se estaba celebrando una boda. El Sol y la Luna se casaban. La Hora, el Invierno, la Primavera, el Verano y el Otoño, eran los invitados. Le ofrecieron bebida al Tiempo. Este tenía tanta sed de su arduo caminar que bebió mucho y se emborrachó. Al emborracharse le dejaron pasar la noche allí para que partiera al día siguiente. Pero el día siguiente no llegaba. Esperaron y esperaron pero jamás amanecía. No sabían qué ocurría hasta que se percataron de que el Tiempo se había detenido. Lo despertaron pero con la resaca y el aturdimiento el Tiempo le pidió a sus anfitriones que le ayudasen a reanudar el camino. Y así es como las gentes se acostumbraron a ver que con el Tiempo andaba también la Hora y las estaciones del año. Para los niños pasaba muy despacio y para los adultos muy rápido. Nosotras ahora teníamos toda la vida por delante que llenar de horas, estaciones, experiencias y proyectos. Paula y yo teníamos uno entre manos. Ambas queríamos tomar las riendas del negocio del abuelo y ampliarlo. Queríamos también enfocarlo profesionalmente surtiéndolo de uniformes de oficios y corporaciones con sus complementos. E incluso nos planteábamos la confección de adrezzo para el teatro y el cine pues en más de una ocasión mi madre había recurrido a nosotras para algo puntual. No contábamos con una gran estructura pero todo se andaría. De momeno teníamos el primer encargo. Una librea y una gorra de taxista. Nicolás había salido beneficiado en un sorteo municipal con una licencia de taxi. Paula trabajaba en una fábrica textil como zurzidora de piezas y hacia allí se dirigía. La acompañé a coger el autobús. Queríamos hablar con el chofer del autobús por el asunto de los uniformes. Le habíamos preguntado quién los suministraba a la plantilla. Nos dijo que una casa de Barcelona y nosotras le dijimos que no había por qué irse tan lejos; que podíamos hacerlo. Nos dio el nombre de la persona de su empresa con la que teníamos que hablar. Podríamos abastecer a la comarca del Vallés; comarca a la que pertenecíamos. Nos pasó un paquete con un viejo uniforme del que podíamos sacar el patrón. Teníamos bastante patronaje en la tienda por lo que también podíamos hacer un nuevo diseño y no tener que copiar uno ya hecho. Queríamos presentarle ya alguna muestra confeccionada al encargado cuando nos entrevistásemos con él. El género sería ligero para libertad de movimientos y transpiración. Los trabajadores tenían que trabajar con comodidad. El uniforme de invierno no sería pesado. Conocíamos muy bien los tejidos y teníamos mucha vista para el diseño y como no éramos una casa importante, no había marca que pagar por lo que el coste sería siempre más ajustado.

Descendimos del antobús y caminamos un tramo hasta llegar al patio de la fábrica.
-Que pocas ganas tengo de meterme ahí!- me confesó Paula. -Creo que sueño hasta con las piezas! Estoy harta de tirar de metros y metros de balas y buscar taras! Ahora me pondría con los uniformes y cuando viera a los empleados con ellos me sentiría muy orgullosa!
-Todo a su tiempo- le dije. -Aún tenemos que hablar con el tal Hurtado.
-Si se lo dejamos bien de precio dirá que sí.
-Eso espero- dije- hemos de preparar las muestras para que pueda elegir diseño ycomprobar la calidad y la ligereza.
-Tendremos que contar con alguna chica si nos hacen el pedido. Nosotras sólo somos tres... Conozco a un par de chicas de la fábrica que trabajan muy bien...
-Vale. Ah, antes de que se me olvide...-saqué de mi bolso un pequeño paquetito de una mercería -aquí tienes las agujas que me pediste y los corchetes.
-Gracias. Y acuérdate de ver a Doña Clara por lo de las batas del cole- me recordó a modo de despedida.
-Sí, ahora voy para allá- le dije separándonos.

Doña Clara nos encargó las batas con el nombre del colegio bordado. Regresé muy contenta a casa. Me acerqué a la tienda. El maniquí ya no estaba. También se lo llevó el Tiempo. Al entrar tuve que disolver una nube de humo con la mano. Distinguí dos siluetas dentro. Mi madre estaba en compañía de Oriach. Pero quien fumaba era ella y de manera convulsiva. Últimamente fumaba más y la veía más nerviosa.  Muchas cosas habían cambiado también para ella y por supuesto para Oriach. No lo acababa de entender. Cuando mi madre empezó a cosechar éxitos, inexplicablemente regresó con Oriach para gran beneficio de su teatro de aficionados que pasó a ser un teatro principal, pues con ella llegaron actores más cotizados. Pero mi madre no era feliz y yo no entendía como había consentido en una operación tan desventajosa para ella. Debían llevar tiempo hablando a decir por el cenicero.
-Mamá, el género apestará- le recriminé después de saludarles.
-Ya le he dicho a tu madre que controle sus nervios. Que no fume tanto que le perjudicará la salud y si a ella le pasa algo...qué será de sus hijos? digo, de ti...?- rectificó rápidamente aunque tuve la impresión de que realmente no se había equivocado.  Diría que las pupilas de mi madre se dilataron a la mención de los hijos. Cada vez me resultaba más incómoda su presencia. Parecía que siempre se guardaba algo y que quería algo a cambio por no desvelar aquello que guardaba. Yo no podía saber qué era y eso me enervaba. Me enervaba también como me repasaba con la vista cada vez que me veía.

-Te has convertido en una joven muy atractiva...- me dijo. Me metí en la trastienda y aún le oí decir.-Qué lástima que desperdicies todo este potencial detrás de un mostrador! Podrías ser una gran actriz! No lo has pensado? Tengo muchos contactos y en cualquier sitio podrías debutar, está de más mencionarte mi mi teatro...
No le contesté. Atisbó desde el mostrador lo que le alcanzó a ver de la trastienda. Había notado cambios.
-Es un crimen que estés ahí, escondida tras una máquina de coser.
Hizo una pausa. Adivinaba que estiraba la naríz mientras yo colocaba la tela de las batas sobre la mesa de patronaje para empezar a cortar. -Quieres ampliar el negocio, no?- no contesté. -Ya he visto ahí género distinto al habitual.  No negaré que tienes vista comercial..  pero para ampliar los negocios hace falta dinero y abales. No creo que los sombreros te hayan dado para tanto. Pero ya sabes que si necesitas cualquier cosa puedes contar conmigo. También puedo conseguirte clientes...tengo muchos contactos tanto en el mundo de la farándula como en el mundo de los negocios... podría conseguirte hasta una exclusiva para toda España..todo es proponérselo...Ya sabes, cualquier cosa que necesites...
-Se lo agradezco, señor Oriach- le contesté. -Lo tendré en cuenta.
-Bueno, me voy- anunció alejándose hacia la puerta. De camino vio uno de los sombreros expuestos a lo que comentó:- un día de estos tengo que cambiarme de sombrero.
Oí la campanilla de la puerta. Se había ido. Salí a reunirme con mi madre.
-Qué quería?-indagé.
-Pasaba por aquí..- me respondió mi madre con poca convicción.
-No me gusta- le dije. -Parece que hubiese venido para algo en concreto pero nunca sabes para qué y es lo que me inquieta de él. Ese "parece que...parece como si...", pero que nunca acabas de saber qué trama, me saca de quicio. Qué te ha dicho?- pero inconscientemente no dejé que me contestara a esta pregunta incómoda para ella. Otras vinieron inmendiatamente a mi mente que le expuse: -Por qué has vuelto con él? te iba muy bien en el Paralelo; tuviste mucho éxito en Madrid, en Zaragoza, en Berlín.
-No quería estar lejos de la familia; ya sabes, el abuelo, Consuelo..tú, que estás creciendo muy rápido; no quería que lo hicieras sola. Por eso volví con él. Para trabajar en esta ciudad.
-Pero eso te limita. Oye, -otro razonamiento invadió mi mente: -por qué ha dicho "qué sería de tus hijos" cuando sabe que Erik murió hace años?
-Lo debe tener aún muy presente, como lo tengo yo.
Entonces no me quitó el sueño. Mis sueños los componían mis planes de futuro alentados por el sol de una primavera que ya había llegado dejando lejos  junto al invierno, a Oriach y las circunstancias que atravesaba mi madre.


.
Oímos un claxon repetidas veces sonando frente a la tienda un sábado por la mañana. Salimos mi tía, Paula, Emi y yo. Ya me imaginaba de quién podía tratarse y en efecto, Nicolás esperaba afuera con su flamante taxi. Salimos prodigando elogios mientras lo examinábamos como si fuera nuestro.
-Las primeras en verlo sois vosotras. Ni siquiera lo ha visto mi madre- nos confesó aquel mocetón. El Nicolás que conocimos también fue barrido por el Tiempo dejándonos a otro que nada tenía que ver con el primero. De ese canijo enclenque, de mirada inquieta y ejecutora, con la tez perdigonada de pecas, y el cuerpo lleno de arañazos y crostas, quedaba un joven con mirada más serena, de tez más oscura y curtida, con una sonrisa cautivadora y un cuerpo más reconstituído. Muy orgullosa estaba de él su madre, aunque el chico no quisiera llevar la droguería. A él no le iba eso de estar encerrado en un sitio y le gustaba andar de un lado para otro, al aire libre. Estar hoy en Santa Perpetua como  mañana en Sant Pere de Ribes; llevar a gente al puerto, al aeropuerto o a la Costa Brava y conocer a muchas extranjeras. Le gustaba conducir y hablar con la gente.
-Hasta la semana que viene no tendré todos los permisos para ejercer. La burocracia va muy lenta- nos dijo.
Mercedes entró en la tienda para salir con el uniforme preparado.
-Pues esto ya lo tienes, chico. Aquí tienes la librea y la gorra.
-Ponte la gorra, a ver qué tal quedas- dijo Paula sacándola de la bolsa y encasquetándosela a Nicolás.
-Oye! pues hasta pareces un hombre y todo!- bromeó Mercedes. -Fíjate lo que te hace ya una gorra, pues no digo nada con un uniforme!-
Mientras tanto yo me había sentado al volante.
-Mirad, ya sé conducir!- dije dándole al contacto y dejando el coche al ralentí.
-Niña, no le vayas a estropear el coche antes de estrenarlo!- me advirtió Mercedes.
-Pero si no lo he movido del sitio!-dije. -Sólo le he dado al contacto. -Arrancar, ha arrancado.
-Déjala, Mercedes. A ver qué tal conduces...-me retó Nicolás.
-Niña, que no tienes permiso para conducir esto!- se asustó la tía.
-Ni para conducir nada, no tengo ningún permiso aunque mi madre ya me enseñó!- le repliqué.
 Nicolás se sentó a mi lado y Emi y Paula detrás animadas por el reto.
-Pero es que le vas a dejar conducir? Ay, virgen santa! No has cambiado nada, Nicolás! Tan loco como siempre!
-Sube, tía?- preguntó Emi bajando la ventanilla.
-Yo?!- dijo persignándose -Dios me valga, subrime yo ahí!.
Nicolás me puso la gorra y aceleré. -Como os vea un guardia ya veréis, ya! Te caerá la primera multa sin haber empezado aún!!-  nos gritó la tía mientras que nosotros nos moríamos de risa.
No me alejé mucho. Sólo di la vuelta a la manzana.
-Oye, pues no se te da nada mal- me elogió Nicolás. -No se te ha calado el coche, no rascas las marchas y lo llevas con suavidad.....sabes maniobrar?
-No lo he hecho nunca.
-Pues vamos a probar! estaciónalo ahí- me indicó aprovechando un holgado espacio entre una motocicleta y un camión. A la primera me fue fatal. No estaba acostumbrada. El coche quedaba muy separado del bordillo. Mis primas se reían. Luego seguí las indicaciones de Nicolás y el coche quedó estacionado.
-Bueno, con un poco de práctica lo conseguirás, también- me animó él. -No sabía que tu madre te hubiese enseñado a conducir.
-Bueno, aprender te lo da la práctica; ella me ha enseñado a manejarlo.
-Pues si necesito un dependiente contaré contigo- bromeó.
Al volver a la tienda, Mercedes, que despachaba a un cliente, salió corriendo a nuestro encuentro. El cliente salió trás ella no sabiendo qué ocurría. Después de cuatro aspavientos y exclamaciones,  inspeccionó el vehículo y no le encontró ni una rayada. Hizo tan evidente su asombro de encontrarlo todo tan enterito que reímos de nuevo.
-Mire tía, aproveche y vaya a por los botones metálicos que Nicolás la llevará y así no ha de caminar- le animé yo.
-Espera, que tengo un cliente.
Entró y no lo vió. Volvió a salir y se lo enconró afuera hablando con Nicolás acerca del taxi mientras nosotras salíamos.
-Ay! si está usted aquí!- se sorprendió al encontrarlo.
-Tía, suba usted al coche que yo ya despacharé a este señor- me ofrecí.
-Anda que cuando la vean llegar en taxi!- bromeó Paula. Nicolás ocupó el asiento del conductor.
-AY, el dinero!- recordó Mercedes una vez acomodada en el taxi.
-No se preocupe. Ya se lo dejo yo y ya me lo dará.
-Bueno, bueno...-dijo volviéndose a persignar.
-Es que nunca ha subido a un coche?- le extrañó a Nicolás.
-En autobús sí, pero en coche creo que un par de veces en mi vida.
-Pues aquí corre tanto peligro como en el autobús.
-No, que esto corre más.
Nicolás aceleró divertido y ella se agarró con fuerza.



Parecía que todo nos sonreía entonces. Nicolás había sido afortunado al conseguir la adjudicación de una licencia y con ello tener una excusa perfecta para salir de la droguería, y nosotras nos íbamos abriendo camino lenta y laboriosamente en lo nuestro. Supe luego muchas otras cosas. Supe que Oriach nos tendió una trampa de la que salimos airosas. A través de un tercero nos hizo un encargo bastante importante. Al ser inexpertas no contamos con la proximidad de la Semana mientras que él sí lo tuvo presente. Un tal Casajuana entró un día en la tienda. Había formado compañía teatral.  Había montano una coreografía musical y necesitaban 20 sombreros a lo Carmen Miranda, 20 pay-pays, otras tantas 20 cestas de mimbre y unos 20 gorros de marinero, sin contar los trajes de los bailarines. Todo un reto y muy bien pagado por los plazos tan cortos. Dudamos en si tomarlo. Debíamos contestar aquella misma tarde. Si lo conseguíamos ganaríamos gran crédito y se nos abrirían las puertas; sino, el descrédito; aunque sería menor al no conocernos nadie. No conté con que las familias gitanas que yo conocía,  estarían dedicadas por completo en esas fechas, a la confección de las palmas de Ramos. Ese fue mi primer contratiempo. Algo que no calculé y Oriach sí. Todos los gitanos de toda España estarían en la misma tarea y fuera de ellos conocía a un par de cesteros que trabajaban el mimbre, el cáñamo y la paja, pero no serían suficientes. En cuando a la fruta con que guarnecer los sombreros, tendríamos que hacerla con papel y cola. Recuerdo a los niños de la escuela haciendo y pintando la fruta. Disfrutaron mucho al margen de nuestro estrés. También trenzaron paja haciendo largas tiras que luego cosieron hasta unir los casquetes a las alas y formar los sombreros. No tenían que ser sombreros que durasen toda la vida. Con que durasen lo justo para lucirlos en las actuación, sería suficiente. Tenían que ser vistosos y alegres y los niños le dieron mucha alegría a los tocados.  Aún conservo muy fresca en mi mente la imágen de esas diminutas manos laborando. Les prometimos  cinco pesetas por sombrero lo que les entuasiasmó. Para la cuestión de los trajes contamos con la ayuda de cuatro chicas de la fábrica. En el fondo fue divertido. Cualquier sufrimiento cobra valor y mérito cuando las cosas salen bien y siempre se recuerda con alegría después. Recuerdo también algo que ahora cobra sentido. Mientras trabajábamos en los pupitres de la clase, vi a través de la cristalera, a mi madre en la terraza. Caminaba como un tigre enjaulado. Dudé en si pedirle ayuda como pretendía. Sebastián, sentado bajo el cañizo,  la observaba preocupado. Discutían.Tenían problemas y yo no alcanzaba a saber de qué índole. Sebastián continuaba visitando a la familia a pesar de que nada le ligaba a ella una vez falllecido Erik. Sospechábamos que se interesaba por mi madre aunque nunca dieron el paso definitivo. No me habría molestado. Sebastián se había convertido en uno más de la familia pues lo tuvimos en casa desde que yo fui muy pequeña. Ya era como un padre para mí, pero mi madre no parecía decidirse. Tal vez no le quería lo suficiente. Pero, quién no podía querer a ese hombre que había hecho tanto por nosotros ? No supe si interrumpir pero, que caramba! ya tendrían tiempo de discutir! lo más importante era lo que nos ocupaba ahora. Abrí la puerta justo cuando Sebastián se ponía en pie y se acercaba a ella para replicarle.
-Déjame que hable con ese sinvergüenza!-no me advirtieron pues  no avancé, me intrigó la conversación y esperé.
-No quiero comprometerte; tu carrera se iría abajo; te encarcelarían; sería peor - le disuadió mi madre.
-Pero yo no puedo tolerarlo!
-Y qué podemos hacer? Tú ya has hecho bastante. No puedes hacer más. Los vecinos ya me han avisado. He tenido que inventarme lo del robo. Pero y si lo siguen viendo? acabarán llamando a la policía. Imagínate que el otro los pone sobre la pista y piden la exhumación.
-El caso está cerrado. Mis certificados tienen más peso que los chismes de los vecinos.
-Y a este loco no hay forma de contenerlo. Tendríamos que llevárnoslo lejos. A Älemania. Lo he estado pensando..
-No permitiré que os vayáis- le interrumpió él. - Creo que podría haber otra forma- dijo acariciándo una posibilidad que no quería admitir a la vez.
-Qué quieres decir?- se asustó mi madre
-Si he ido tan lejos aún puedo ir más.
-No pensarás...
-Si hace falta sí. Esto no puede quedar a medias.
-Y como acabarías tú!
Entonces mi madre reparó en mi y se cortó la conversación. Les hablé con toda naturalidad como si no hubiese presenciado nada. No me hicieron preguntas. Como dos autómatas entraron cuando les pedí si podían ayudarme.

De qué demonios estaban hablando? no dejé de preguntarme. A qué loco tenían que llevarse lejos? Qué era eso del robo simulado? Jamás me enteré de que en casa hubiese entrado nadie. Y el sinvergüenza con quien Sebastián quería hablar? Aún seguía mi familia rodeada de misterio. Algo que yo no conocía pero que estaba. Algo que yo tocaba cada día, algo que respiraba, algo con lo que me acostaba y me levanaba; pero que no podía ver aún. No había acabado todo el infortunio y la desgracia con la muerte de Erik. Algo seguía. Por qué mi madre no me confiaba nada? Por qué no me participaba sus preocupaciones? Tener la mente llena de preocupaciones era peor que estar enferma. Yo era lo suficientemente adulta como para comprenderlo y apoyarla. Me molestaba que no confiara en mí. Sólo la tenía a ella y ella a mí. Le preguntaría. quizás no directamente ya que no me contestaría pero intentaría acercarme a ella para averiguar algo más sobre su pesar. Al fin y al cabo era su hija. Pero mi madre estaba muy distante;  siempre había sido de temeperamento frío pero ahora parecía habérsele acentuado. A veces la miraba y parecía que no la conocía. Sólo era la de antes en el escenario, en donde nunca fue ella sino su personaje. Cómo desdoblaba su personalidad y cómo resplandecía esa otra parte de ella!. Herr Esisenhof seguía inalterable. A el Tiempo no le importó el muñeco mal carado, pasó de él y no le apolilló ni el traje continuando tan fresco y facultado como el primer día. Pero no siempre le acompañaba Herr Eisenhof y cuando él no estaba mi madre parecía debilitarse y venirse abajo.

Exhumación. Busqué en el diccionario. Desenterrar a un muerto!


Fui la última en acostarme. Esperaba poder quedarme a solas con mi madre que aquella noche no actuaba. Siempre se tomaba una copa antes de acostarse y ocupándome en alguna tontería la esperé. Cuando se sentó en el sofá, con la copa, vi la oportunidad.
-Ya casi tenemos el trabajo acabado! -dije con satisfacción dejándome caer en el sillón. -Creo que me merezco una copa como la que tú estás tomando!
-Una copa, tú? -se extrañó.
-Por qué no?, me la merezco. Al final cumpliremos con el plazo, a pesar de los contratiempos. Y eso va a decir mucho de nosotras.
Realmente yo no quería beber y menos lo que ella bebía pero sería una buena forma de acercarme. Nos uniría el alcohol, como cómplice de los secretos de dos personas y a partir de ahí puede que surgiera alguna cosa más.
Una única lamparilla encendida velaba la atmósfera invitándonos al recogimiento, a la relajación y con ello a la confianza...todo en silencio...excepto por el péndulo de un carrillón al que nadie atendía por harta rutina. Me serví lo mismo que mi madre. Ella me observó divertida. Parecía relajada pero era cansancio; un cansancio que venía de muy lejos. Luego volvió la vista al frente pero no miró nada. Yo creo que no enfocaba la vista en ningún punto tan sólo miraba dentro de sí. Estaba a mi lado pero no estaba; como casi siempre.

-Me he sentido muy bien con tanta gente a mi alrededor. Quizás este reto ha servido para reunirnos a todos. Hasta doña Pura! pobre mujer, en cuanto cerró la droguería se vino para acá a echar una mano. Menos mal que nos proporcionó los tintes para colorear las frutas. Yo creo que es la primera vez que se ha quedado a comer con nosotros, no? Siempre la había contemplado como una mujer gruñona, poco sociable; de pequeña me daba un poco de miedo. Pero comprendo que fuera así con el terremoto de su hijo. En cambio, a pesar de tanto penar con él, nunca lo devolvió al hospicio. Ha sido una buena madre. Nicolás sí que había comido en casa en varias ocasiones pero ella jamás. Fue divertido tenerla junto con Andrés, la tía, las primas...Lo pasamos bien, verdad?....Qué divertido y qué raro eso que nos contó Nicolás...
-No hagas caso, siempre fue muy fantasioso; aún lo sigue siendo...
-Dijo que una vez el maniquí le sacó la lengua. El que había en el escaparate. Entró en la tienda y fue derecho al maniquí y cuando el abuelo lo agarró por el pescuezo para echarlo le dijo que el maniquí era un tío disfrazado; que lo había visto. Y el abuelo se burló  diciéndole que le había dado cuerda para que le sacara la lengua a los imbéciles que le llenaban los cristales de mocos mirándo al maniquí. Cuántos escobazos se llevó Nicolás! cuando llovía se llevaba paragüas de la tienda...y su madre venía luego corriendo apurada a devolverlos...
Me reí  pensando, pero mi madre permaneció pensativa.
-Te acuerdas cuando en la numismática quemó unos sellos expuestos con una lupa y vinieron a pedirle responsabilidades al abuelo porque Nicolás siempre estaba en la tienda?
Me reí.
-Teniéndoos a todos he sentido que ya no necesitaba nada más. El trabajo ha parecido ser la excusa. Parece mentira lo poco y lo mucho que le pido a la vida. La vida para mí sois vosotros.
-Para mí también.
-Pienso en lo privilegiada que he sido al tener una madre como tú-  a este comentario mi madre me sonrió. -No, de verdad- insistí. -De pequeña para mí lo eras todo y más. Recuerdo que te veía muy alta y muy segura. Te lo preguntaba todo y cuando me decías que no sabías algo me asombraba y te decía: "pero si tú lo sabes todo"!
-Sí, me acuerdo..-dijo complacida.
-Luego, al crecer, me he dado cuenta de otras muchas cosas; de lo que has sufrido ....y sufres aún...y eso me entristece. Pero no alcanzo a comprender por qué sufres ahora. La muerte de Erik es algo que teníamos asumido y ocurrió. Sé que es triste pero aún me tienes a mí y mucho que vivir juntas. Aprovechémoslo.
-Claro que si- me dijo dedicándome otra sonrisa. Quizás el problema era yo. La causa de su zozobra. El querer protegerme y no poder.
-Ahora compartimos una bebida y como ésto podríamos compartir muchas cosas más.
-Y las compartiremos.
-Empezemos ya.
-Eres muy jóven y tu cabeza está llena de proyectos. No quiero preocuparte con mis cosas.
-En estos días me he dado cuenta de lo que significa la familia. No porque me hayáis ayudado sino porque estábais ahí. Me he sentido fuerte y segura. Sois..sois..como mi ejército; algo con lo que uno puede contar, algo con lo que uno puede luchar y por lo que vivir.
 Mi madre acabó riendo por la comparación. Me agradó que riese.
-No creas que porque soy una niña, como dices, no puedo estar a la altura de tus problemas.
Después de reír mi madre se quedó muy seria. Su mirada se volvió intensa como si estuviese al borde de decirme algo. Su mirada llegó a quemarme. Me recordó la mirada de Erik y sentí como si me traspasara. En cambio la aguanté. Me centré en sus pupilas como si por ellas pudiese asomarme al interior de su ser y ver. Intuía algo que no podía interpretar. Lástima que yo no pudiese leerlo como lo habría hecho Erik. Sólo podía esperar a que ella me lo confiase con palabras que mi oído humano pudiese captar e interpretar.
-La adolescencia es una edad muy bonita- acabó diciendo retirando toda la tensión de su mirada. -Una época que pasa muy deprisa y que vivirás por corto espacio. Quiero que la vivas sin que nada te perturbe.
-Mamá, si tienes algún problema debes confiar en mí.
-Sabes cuál sería mi mayor problema? estropearte la adolescencia. Siendo feliz me ayudas mucho. Ahora empiezas a descubrir el mundo y el mundo es tuyo. Cómetelo. Ya te llegará el momento de sufrir, para qué adelantarlo?
-Pero yo no quiero que sufras tú sola.
-Si te viera sufrir a tí yo sufriría aún más. Me estoy haciendo vieja y los viejos tenemos esto. Quizás nos preocupamos por todo sin necesidad. Es una tontería porque sé que no puedo ser desgraciada teniéndote a tí.



CAPITULO IX


Oriach nos felicitó. Es cuando supe que él lo había orquestado todo. Visualicé su maniobra. Quiso desbordarnos con un trabajo que no podríamos cumplir  por el corto plazo y la inexperiencia. Quizás, desesperada, habría recurrido a él para que me echase una mano. Casajuana se reunió con Oriach después de la función a la que fuimos invitadas, Paula, Emi y yo, para admirar nuestro trabajo en escena. Era Oriach quien nos referenció y me molestó que pareciese que gracias a él Casajuana, que no era un recién llegado, le debía un favor. Supe que Casajuana contaba con sastre y costureras ocupadas en asunto de mayor embergadura. Habíamos sido como las teloneras para un musical hecho para completar, a última hora, una programación. Y cómo eran las cosas, el musical tuvo tal éxito que pronto eclipsó el resto de programación.  Después de la función nos reunimos. Estaba prevista una cena.de la que no habíamos tenido conocimiento. Pareció todo improvisado pero Oriach lo tenía controlado. Cenamos en un lugar de moda muy próximo al teatro. Quizás a Casajuana le extrañase que dos empresarios se sentasen a celebrar su éxito junto con unas costureras desconocidas. Pero el hecho de que yo fuera la hija de Mirtha lo hizo más natural. Gentes de la farándula y los negocios se acercaron a nuestra mesa a saludar. No a nosotras, a quienes miraban intentando encajarnos en algún escenario. No teníamos pinta de artistas, ni de mujeres de compañía. Teníamos pintas de lo que éramos: niñatas con granos en la cara, mirando asombradas al mundo y sin gran tema de conversación. Cuando Oriach les decía quién era yo, mi mano era tomada y estrechada efusivamente por esos desconocidos que ya no lo parecían tanto al conocer a mi madre. Todos creían que estaba allí intentando seguir sus pasos y yo tenía que matizar que no artísticamente. No tenía muchas ganas de darles explicaciones pero Oriach se me adelantaba anunciándome como una futura proveedora. Puede que me convirtiera en una importante empresaria dentro del ramo y no sólo como suministradora sino como accionista o productora ejecutiva; él bromeaba con mis beneficios invertidos en películas. Dió ejemplos de personajes célebres que habían empezado con tareas bien sencillas acabando produciendo obras destacadas . Mucho me alababa Oriach esa noche. Casajuana se sintió un poco raro por tener que darnos conversación pero pronto esta fue surgiendo de forma natural. Le extrañaba que no siguiera los pasos de mi madre aunque no todo el mundo hereda el talento de los padres. Yo sabía que no podría ser como mi madre ni podría haber un Herr Eisenhof en mi vida profesional. A mí me gustaba lo que hacía. No coser en sí. Sino montar una empresa y hacerla crecer. E incluso podría llegar a invertir en producciones artísticas, como vaticinaba Oriach. Me habría gustado apostar por futuras promesas y hacerlas crecer como a mis propias empresas. Quizás yo no podía ser artista porque no ponía el corazón. En todo ponía la cabeza. No me deslumbraba el glamour; me deslumbraban las cifras; las cosas que resultaban y que hacían viables otras; las que se llevarían el mérito y harían que el mundo se moviera. Lo demás eran fantasías. Fantasías que podían funcionar si estaban dotadas de talento; aún así con el respaldo económico y la dirección necesaria para no quedar reducido al ámbito familiar. Cuantos talentos malogrados y cuantos otros menos meritorios admirados. Todo se reducía a la suerte y el dinero. Nada más. Oriach también tenía talento pero jamás habría sido mi socio. Su talento habría sido absorverme y someterme. Por ahora ya había conseguido una cena conmigo y sospechaba que perseguía algo más.

Se ofreció en llevarnos a casa en su coche; total, íbamos en la misma dirección. Me hizo sentarme delante. Me incomodaron sus miradas de soslayo. Adevertía su mirada sucia y supe que tenía que alejarme de él. Pero cómo alejarme si mi madre se había acercado? Cómo alejarme si mi madre parecía ligada a él por un vínculo poderosísimo? Por un momento me sentí atrapada. Sí. No podía decidir por mi misma; estaba mi madre, que no parecía querer separarse de él a pesar de sus éxitos cosechados fuera de su alcance. Había algo que yo no sabía y que la ligaba y me sentí terriblemente angustiada. Entonces apareció algo en mi camino que mitigó mi pesar de súbito. A la altura de Cerdanyola, al pasar por una marmolería a pie de carretera, algo atrajo poderosamente mi atención. Un imponente ángel de marmol, con sus alas extendidas, pareció surgir de la nada. Diríase que no pertenecía a ese lugar; que se había caído; que se había colado allí sólo para que yo le viera  en ese preciso instante. Se me antojó un ángel combatiente: uno de esos que componen las milicias celestiales. Todo su arsenal estaba en su interior y pareció traspasármelo silenciosamente en el instante en que le vi. Algo dentro de mi se activó y estuve suspendida sin oir la insinuosa conversación de Oriach.

Al llegar a Sabadell Oriach dejó primero a mis primas. Entonces me quedé sola con él pero no sentí miedo.  Se atrevió a invitarme a una copa. Le dije que mi madre me estaría esparando. Que ya habían sido demasiadas emociones por aquella noche. A él le parecían pocas. Me dejó finalmente en casa. Pretendió besarme al despedirse. Lo hizo en la mejilla y arrastró su beso hasta la comisura de mi labio. Yo aparté rápidamente mi cara. Sus labios quedaron en el aire. Le di las buenas noches. Él a mi también. Al salir miré hacia mi casa. La cortina de una de las ventanas volvió a su lugar. Deduje que alguien había estado espiando. Quizás mi madre preocupada por la tardanza.

Lo que a continuación siguió podría clasificarlo como una especie de acoso. Acoso que mi madre testimoniaba sin intervenir. Sin preguntar qué ocurría; por qué tantos agasajos a cuento de nada? A qué tantas atenciones? Cuando me venían pedidos no sabían si eran encubiertos. Paula averiguaba el origen y cuando lo teníamos claro emprendíamos la tarea. Ibamos haciendo pequeños progresos. No queríamos correr. Tuvimos los pedidos de los uniformes de la compañía de autobuses  además de encargos puntutales. Hicimos un catálogo y Nicolás se encargó de visitar empresas. Necesitaba más espacio. La sombrerería y la trastienda se me quedaba pequeña y le pedí a mi madre el local comercial de al lado; la juguetería que había estado cerrada. Mi madre se negó alegando su mal estado. Me extrañó. Todo en ella seguía siendo misterioso. Discutimos por ello. Seguiría deteriorándose si no se hacía uso. Y el uso que yo quería darle era muy legítimo ya que no le daban ningún otro. Argumentó problemas legales, de rehabilitación, de suministro...qué se yo!. No comprendía cómo podían haber problemas legales cuando había un testamento y  se había hecho declaración de herederos. La propiedad era de mi madre aunque no estuviera escriturada.  Oriach mientras observó. Se mantuvo a la expectativa como un animal que espera el momento oportuno para lanzarse sobre su presa. Empecé a necesitar dinero. No siempre me pagaban a la entrega y necesitaba invertir para ampliar. A veces pasaban meses hasta que cobrábamos y no quería presionar a los clientes. Le propuse a mi madre vender o alquilar las viviendas del edificio familiar que no se utilizaban y ella se negó de nuevo. Oriach ya me lo dijo un día. Un día en que rechazé su invitación a comer. Cuando le di la espalda me agarró de un brazo y me tiró hacia sí violentamente. Quedé atrapada en sus brazos, forcejeé y conseguí soltarme. Corrió a pedirme disculpas. Se había propasado  y quiso rectificar ántes de que fuera tarde.

-Discúlpame, Ingrid. Tal vez soy muy impulsivo y te he asustado. No era mi intención asustarte. Soy una persona abierta que dice lo que siente y actúa tal como és. Quizás no debería ser así pero no puedo ser de otra forma. Jamás te haría daño. Sabes que quiero protegerte como he protegido a tu familia.
-Ud. protegido a mi familia?- dudé desafiante. -Nosotros podemos valernos solos. Siempre lo hemos hecho.
-Tu madre no era nadie en España, y menos con el historial que llevaba. Nadie la habría contratado hasta que le di una oportunidad. Primero en la fábrica como trabajadora hasta que habilité un teatro. Le dí las herrramientas para que pudiese realizarse y no sólo eso sino que le abrí las puertas para que progresase y se expandiera en su vocación.
-Su teatro de aficionados también prosperó hasta ser uno de los más importantes de la comarca. Creo que el beneficio fue mútuo. Y a qué viene tanta reivindicación? Las cosas han sido como han sido. Mi madre ya tenía un respaldo con su familia. No dependía exclusivamente de Ud. Ni vamos a depender. Tenemos nuestros propios recursos.
-Qué recursos?- preguntó irónicamente- Tus propiedades? Un local comercial echado a perder que tu madre nunca va a alquilar?  los pisos? para qué queréis tanta vivienda? Por qué no les sacáis un partido? por qué? pregúntaselo a tu madre. Quizás entonces abras los ojos y seas menos arisca. Si fueras más amable...tendrías todo lo que quisieras...
-Hasta ahora no lo hemos necesitado. Y no se preocupe, cuando lo necesitemos los alquilaremos- le contesté muy segura.

Ahora sabía que él tenía razón. Que de algún modo él ya lo sabía. Sabía que yo no tendría la liquidez que precisase y sabía que mi postura hacia él tendría que cambiar. Yo tenía que abrir los ojos. Otro dilema.

Hablaba poco con mi madre. Últimamente nuestras conversaciones habían sido tensas. Intenté hablar con Sebastián acerca del tema pero él se mostró esquivo. Argumentó no poder opinar sobre asuntos familiares aunque advertí que no le fue indiferente; comprendía y compartía mi preocupación.

Posteriormente, durante una cena le dije a mi madre:
-Me gustaría ver el piso de en frente.
Vi la alarma en sus ojos. La tía Mercedes la miró como diciendo, y ahora qué?.
-No dices que lo guardas para cuando me case y por eso no lo alquilas? No me voy a casar aún pero tengo derecho a verlo.
-No hay luz. Habría que dar de alta los contadores.
-Puedo visitarlo de día. Habría que airearlo. Las ventanas siempre han estado cerradas. No entiendo este abandono.
-La cerradura se estropeó. Habría que llamar al cerrajero- se excusó.
-No me importa, mamá. Se llama al cerrajero.

Mi madre le puso pegas a todo y como seguí insistiendo abandonó la mesa renegando en su lengua. La tía Mercedes quizás fue más astuta y me dijo algo que podía tener cierta coherencia.
-Dale tiempo a tu madre. No la atosigues. En el piso que tu quieres ver vivieron al principio de venir aquí; cuando tu padre vivía y Erik estaba bien. Nunca ha querido alquilarlo; no ha querido extraños en la casa; ni siquera ha entrado a ventilarlo para que no se le escapasen los recuerdos atrapados allí. Recuerdos de días tranquilos, llenos de alegría y esperanza. Es cuestión de tiempo. Ya verás como podrás ocuparlo y podrás también ocupar el local comercial, pero ten paciencia, hija.


Durante unos días no insistí. Durante un mes. Dos meses... y otros tantos más. Todo continuó como hasta entonces. Los domingos me iba a Los Campos a bailar con mis primas. A veces nos acompañaba Nicolás  con algún amigo. En el baile nos encontrábamos con compañeras de la fábrica y alguna vez con Oriach, que parecía que me siguiera comentándome que habían lugares más elegante en Barcelona. Pero yo no sabía verme en esos sitios de postín y menos acompañada por él. Me parecía que estaría en su terreno y por ello me sentiría más vulnerable. No me deslumbraba el glamour. Era una chica sencilla a la que no le gustaba mucho destacar. Me daba cuenta de que me parecía a mi madre en muchas cosas. A veces era taciturna; como un personaje gris que se enciende y resplandece a intervalos pero que no lleva la luz en sí; se la aporta otros. Yo no le pedía mucho a la vida y a mi corta edad parecía conocer los límites de todo. Yo me adaptaría a la vida ya que no me la podía hacer a medida como hacía con mis trajes. Y como yo ya lo sabía me sentía en paz. No quería más de lo que no pudiese controlar.  No era ambiciosa aunque me gustaba  progresar y para ello trabajaba.... por eso Oricah no podía comprarme. No quería ser famosa, no me importaba si no me hacía rica, no necesitaba aparentar lo que no era, a veces parecía no interesarme nada pero no me importaba. Mi interés estaba en aquello que yo podía cuidar. Quizás pequeñas cosas al principio, quizás mayores luego, a medida que mi capacidad para cuidar creciera también. Intentaba que todo fuera de forma natural en mi vida. Quizás porque nunca lo había sido y porque todo había escapado a mi control. Aún ahora no controlaba lo que ocurría en mi casa . Recuerdo que una de esas noches ocurrió algo extraño que me despertó de mi sueño. Había estado soñando. Soñé que conducía y súbitamente aparecía alguien en mi camino. Yo le golpeaba y salía por los aires. Me detenía. Veía a la gente arrremolinarse ante el jóven herido en el suelo. Oriach se quedaba atrás mirando. Veía a mi madre en la terraza caminando pensativa. De pronto se asomaba como si alguien la hubiese llamado desde la calle. Se había dejado la llave y no podía entrar. Enontes mi madre, en lugar de lanzarle la llave, le lanzaba un sombrero negro que cuando caía se había convertido en un paraguas abierto que el sujeto cogía por el mando para cubrirse de la lluvia. Llovía y yo apenas veía por el parabrisas. Seguía conduciendo y de pronto el impacto otra vez. Volvía a golpear al mismo joven y la escena se repetía. La gente gritaba y corría hacia el herido. Yo me detenía y miraba hacia atrás. En el suelo yacía la figura de marmol del ángel que yo viera en la carretera de Cerdanyola. Yo huía y cuando estaba lejos de la escena me daba cuenta de que el jóven atropellado estaba sentado a mi lado; sonriéndome con la cabeza abierta y un reguero se sangre cayendo. Yo gritaba horrorizada y y luego callaba porque alguien golpeaba a la puerta de mi armario.  Ante el parabrisas aparecía mi armario y frenaba para no impactar. En lugar de estar sentada en el asiento del conductor, estaba al pie de mi cama en mi habitación,  frente al armario y junto a Herr Eisenhof. Quien quiera que estuviera dentro del armario quería que le abriera para entrar en mi habitación. "No le abras al lobo", me advirtió Herr Eisenhof en alemán. "Es el ángel", le repliqué yo también en alemán. "Es el lobo", insistió él. Los golpes y los gritos se hicieron más audibles e insistentes y se mezclaron con los gritos de la gente arremolinada ante el atropellado. Me desperté. Los gritos continuaron. No tan agudos ni tan histéricos. Sí en alemán, como en el sueño. Reconocí la voz de mi madre, discutiendo con un hombre que le respondía en alemán. Entendía un poco el alemán y comprendí que hablaban sobre un coche. Ese hombre parecía ser el responsable de un golpe en el coche de mi madre. No sólo eso sino que se lo había cogido sin pedirle permiso y ella le reprochaba que cómo iban a irse ahora a Alemania. Parecía que mi madre tenía previsto...fugarse con él? y llegar hasta Alemania en coche. Me levanté  a  espiar. Cuando me asomé a la puerta del comedor los vi de espaldas. Él se iba dándole la espalda a mi madre que le seguía increpándole. Corrí a mi habitación para mirar por la ventana como ese hombre salía del edificio. Pero nunca le vi salir. Sólo vi el coche con la puerta trasera abollada y una rueda torcida.

Al día siguiente no vi a mi madre. Había salido ántes de que me levantara, y yo me levantaba temprano, o no se había acostado? El coche tampoco estaba. A la hora de comer no la vi ni a la hora de cenar. Estuve entretenida con mi trabajo. Vi a los niños bajar por las escaleras y salir en estampida a las doce. Uno de ellos entró en la tienda con unos pantalones que sacó hecho un lío de su maleta. Su padre le había pedido que si yo podía coserle los bajos.
-También querrá que se los planche, no? porque tal como me los traes...- le pregunté al crío con sorna al verlos tan arrugados. Él se encogió de hombros.
-Por ahí ha hecho una marca- me dijo.
-Por ahí? dónde? porque yo no veo nada...
-Pues por ahí abajo. La medida...
Miré los bajos y busqué. Cuando volví a mirar al niño se había esfumado. Andrés entraba. Charlamos un rato y hablamos de la necesidad de contratar una señora que al menos cocinara. Mercedes estaba hospitalizada por una recaída que evolucionaba bien. Y a mi me tocaría  subir a preparar algo de comer. Ya que no vi a mi madre di por sentado que estaría en el hospital. Cuando por la tarde visité a la tía, lo primero que hizo fue preguntar por mi madre lo que me alarmó. Pero no quise preocuparla y le dije que estaba indispuesta. Sabía que tenía algo que ver con el coche y el incidente de aquella noche.
Era de noche cuando regresaba a casa. Estábamos en otoño y oscurecía antes Caminaba ligera embuída en mis pensamientos. Esperaba encontrar a mi madre en casa cuando llegase. Un auto se detuvo a mi altura. Miré y era Oriach que se ofrecía en llevarme a casa. Le agradecí el ofrecimiento pero no subí. Insistió en que lo hiciera pues tenía algo muy importante que decirme acerca de mi madre. Subí. Entró en el patio de una fábrica y detuvo el coche para hablar con más tranquilidad. Paró el motor. Me dijo que había ocurrido algo terrible y que mi madre le había pedido que me lo explicara. La noche anterior había bebido y había atropellado a una persona. La estaban interrogando. Yo reí. Él se quedó blanco. Le dije que no había sido ella; que había sido otro. Él continuó blanco. Le dije que el asunto se aclararía. Pareció enfurecerse pero yo no me burlaba de él. Le dije que los oí discutir acerca del coche pero no oí mencionar ningún atropello. Seguramente ella debía estar denunciando al indivíduo que le había cogido el coche al que parecía conocer.Le pedí que me llevase con ella para que así se lo aclarase yo al comisario. Me agarró por los hombros con fuerza y me acercó así insistiendo en que mi madre estaba en un grave problema y que yo iba a necesitar su ayuda. Me resarcí y abrí la puerta para salir. Arrancó el coche y lo moció rápidamente para interceptarme.  Aceleré el paso  y pronto eché a correr. Me siguió hasta que una callejuela de dirección prohibida se lo impidió. Seguramente la bordearía y me saldría al encuentro al final de la calle, pero me metí por un estrecho pasaje a media calle al que se accedía por unas escaleras. Dejé de correr aunque sin detener el paso cuando algo llamó mi atención. Me había pasado de largo y retrocedí. Creí haber visto un cuadro en el escaparate de un anticuario. Me fijé mejor y vi aquel mismo cuadro de un ángel que una vez, siendo niña, mi hermano me enseñara mientras me contaba un cuento. Toda mi atención se centró entonces en él. Lo demás se esfumó: mi madre, la comisaría... el por qué estaba yo allí....Escudriñé el cuadro con la boca abierta y recordé, sí; recordé palabra por palabra el relato que me contara mi hermano sentándome en su regazo. Otro objeto próximo, consiguió.desenganchar mis ojos del cuadro. Se trataba de la figura de San Sebastián; aquella misma ante la cuál hicimos el juramento. Si entonces no caí fulminada no lo haría nunca. Me fijé mejor en el género expuesto que fui reconociendo con la nitidéz  y la contundencia del que se recupera de una anmesia. Las luces se fueron apagando como si los objetos, perturbados por mi osadía, quisieran ocultarse en las sombras. Entonces salió un anciano del establecimiento. Me dijo algo pero no le atendí.  Lo que acababa de ver me confirmaba que lo que viví con mi ángel de la guarda no había sido un sueño ni una fantasía. No sólo el ángel había sido real, ya que mis primas lo recordaban con la misma exactitud, sino que hasta el escenario en el cuál se había desarrollado los encuentros y sus objetos que lo envonvieron había sido real. Los veía ahora. Existían!

-Señorita.. -insistió el anciano -Deseaba algo?.
Entonces me fijé en él. Como si también apareciera de la nada y balbuceé algo.
-Ya cerraba pero si le interesa alguna cosa..-me dijo amablemente.
-...el..cuadro..- dije con un hilo de voz.
-El cuadro del ángel custodio? le interesa? - asentí.
-Pase...-me invitó.
Volvió a iluminarse todo. Le seguí adentro. Se dirigió al escaparate y extrajo el cuadro.
-Es un óleo de un autor desconocido o al menos no catalogado.
Me lo mostró y lo observé tal como lo hiciera el primer día que lo viera.
-Es bonito, verdad?  Calculo que de principio de siglo- explicó.
-De dónde lo sacó? -le pregunté sin apartar mi vista del cuadro.
-Me lo trajo un tal Vinyolas. Me trajo otros tantos cuadros del mismo autor. Si pudiese reunir una colección podría catalogarlo pero me temo que no hay suficiente obra- hubo una pausa tras la cuál añadió -Vinyolas el  juguetero. Pero usted es muy jóven, no habrá oído hablar de él.
Aparté mi vista del cuadro y le miré intensamente.
-Un juguetero?
-Sí, el de la calle Comedias. Su tienda había sido muy conocida en la ciudad.
"Mi calle!" pensé,
-Se refiere a la juguetería que hubo en la calle Comedias, al lado de la sombrerería Estelrich?- quise asegurarme.
-Sí, conoce el lugar?

Aquella noche no dormí muy bien. Ni siquiera me quité la ropa. Tumbada en la cama me debatía entre pensamientos De cuando en cuando miraba el cuadro, sobre mi cómoda, como si aquel ángel pudiera aclararme algo; pero el cuadro permanecía silencioso, mudo testigo de los tiempos. No me había atrevido a decirle nada a mi madre. Estaba en casa tan tranquila o al menos tranquilidad aparentaba. No le mencioné lo de la comisaría aunque no parecía haber estado allí ni haber prestado declaración alguna. Lo habría advertido. Alguna estratagema de Oriach? a mi pregunta por su larga ausencia me dijo que estuvo todo el día fuera por temas de trabajo y otras gestiones. Mencionó lo del coche de pasada. Había ido a la compañía de seguros y al taller. Andrés había cogido el coche y le habían dado un golpe. Yo sabía que Andrés cogía su coche de cuando en cuando y también sabía que Andrés no hablaba alemán. No le mencioné lo de la discusión nocturna. Quiso ver lo qué llevaba debajo del brazo. Le mostré el cuadro pero no advertí ninguna expresión peculiaren su rostro. No debía conocerlo. Habrían tantos trastos por allí!

Había estado buscando las llaves de las viviendas desocupadas sin éxito. Busqué por toda la casa, sobretodo en la habitación de mi madre y pensé que tendrían que estar fuera de allí. Quizás las tuviera Sebastian....Pero un día, por casualidad, cuando me disponía a subir a casa tras una ardua jornada de trabajo, me quedé detenida en el tercer escalón. De pronto miré hacia atrás. Miré la puerta de la casa de mi abuelo. No se me había ocurrido buscar allí. Descendí y me dirigí de nuevo a la trastienda del comercio desde donde se accedía a su casa. Pero no pude pasar. Subí a casa. Sí sabía donde estaba la llave de la casa del abuelo y a por ella fui.
Al entrar en casa de mi abuelo me pareció que entraba a robar a una casa. Y me lo pareció porque estaba entrando sin permiso y con un propósito considerado ilícito. Desde su muerte no había vuelto a entrar. Sé que lo había hecho mi madre y mi tía  buscando papeles; después ya no sé. Muchos recuerdos me asaltaron al entrar. Después de tanto tiempo de olvido los recuerdos saltaron a mí como si quisieran devorarme. Al fín alguien les daba sentido! y lloré un ratito pues realmente me devoraron. Recordé mis horas en casa del abuelo. Veía los objetos y oía su voz en ellos; como si los objetos la hubiesen atrapado. Oía su carraspeo, el frotar de sus pantalones de pana. Recreé las imágenes en mi mente. Me envolvían y me arropaban produciéndome un sentimiento íntimo de alegría y reencuentro. Me parecía verlo sentado en su mecedora, tomando sus sopas de café con leche con mendrugos de pan. Me di cuenta de lo mucho que aún le echaba de menos; de lo que me faltaba. Me había entretenido en acariciar sus cacharros en lugar de buscar las llaves y mentalmente le pedí permiso para dejar de pensar en él y ponerme a trabajar. Pero cada cosa de las suyas que revolvía, me hacía detenerme y recordar cada momento Cartas, fotos, dibujos, revistas de moda de la época, algún que otro juguete con el que jugaba en su casa...Todo volvía a distraerme otra vez. Hasta que un manojo de llaves desconocido acaparó mi atención. Lo agarré y salí corriendo. Por qué corría? nadie me perseguía. Salí al vestíbulo y me detuve. Iba a probar con la vivienda cerrada que comunicaba con la tienda del juguetero. Tenía que ir rápida para que nadie me interceptara en el vestíbulo. Empecé a probar las llaves en la cerradura. Las manos me temblaban mientras mi corazón se aceleraba aún más. Una de las llaves giró. El corazón me dio un vuelco. Empujé la puerta. Parecía encajada. Empujé un poco más fuerte y....cedió. Contuve la respiración y di un paso al frente. Una barada de aire enmohecido e insalubre, casi pútrido, me asaltó. Me asemejé a una alimaña introduciéndose en un cuerpo en descomposición. Cómo lo había abandonado tanto mi madre? Así no se habría podido mostrar a ningún interesado. Con respeto y temor seguí avanzando y busqué la llave de la luz. La giré y, oh! se encendió. Mi madre la había mantenido a pesar de haberme dicho ue no había. Lo primero que vi fue el mostrador. Que pena me dio comparado con el mío tan lleno de vida, de voces, de mundo...y estaba a sólo unos metros del mismo. Miré el escaparate cegado por contraventanas y las estanterías descarnadas como las costillas del cadáver en descomposición, sin más exposición que montañas de polvo, telarañas, algún que otro bicho muerto y algunas cosas que no se podría precisar qué fue en su día. Mientras observaba todo aquello experimenté sensaciones extrañísimas con mezcla de melancolía, atracción, aversión, aprensión....Me parecía estar en otro mundo que tenía Poder. El poder de hablarme de algo a lo que yo podía acceder más que  a través de esos despojos que ahora observaba. Fui a la trastienda. Las trastiendas solían ser como las oficinas, los cuarteles generales. Puede que hubiesen libros de contabilidad, facturas, albaranes....y vi algo que me chocó un poco. Un probador. No entendí un probador en una juguetería ni si quiera un probador en una trastienda pero en fín, el local podía muy bien haber sido una tienda de modas anteriormente. La cortina del probador estaba limpia, no había polvo ni telarañas. Retiré la cortina y me encontré en un pequeño habitáculo con un gran espejo deteriorado por la humedad. Del techo colgaba una cadenita. Siguiéndola con la vista vi que llegaba hasta una trampilla. Agarré el pomo de madera de la cadena y tiré tímidamente. Solté. No ocurrió nada y observé el movimiento oscilante de la cadena menguando gradualmente. Volví a intentarlo pero esta vez con más fuerza  oí un crujido que me hizo saltar hacia atrás. La trampilla pareció venirse abajo pero no lo hizo. Quedó abierta mostrando parte de una escalera plegada. Con reparos acabé de desplegar la escalera y miré desde abajo sin subir. Daría a un altillo o al piso superior? En la trastienda de la sombrerería no había ninguna trampilla. Tenía que subir a averiguar pero estaba tan oscuro allá arriba! Dudé al pie de la escalerilla. Si comunicaba con la vivienda tendría oportunidad de verla sin tener que abrir la puerta desde afuera. Con suma cautela empecé a ascender. Temía el momento en que mi cabeza cruzara el piso; alguien podría golpeármela o decapitarme! empujado por el pánico ante mi intrusión. Quizás había algún asesino escondido huído de la justicia que obligase a mi madre a mantener cerradas aquellas propiedades. Recordaba las voces nocturnas, los gritos que intentaban ahogarse, los empujones. Había ocurrido en ocasiones y luego... no había pasado nada. Nunca había pasado nada. Yo lo había soñado. Y si realmente hubiese alguien más en la casa?...Mi cabeza empezó a cruzar el orificio de la trampilla sin recibir ningún golpe. Mi cuerpo empezó a asomar en el piso de arriba. Al pronto no distinguí nada hasta que la luz proviniente de abajo me dibujó algunas formas que alcanzaba. Me dirigí a una pared para palpar otra llave de luz no sin tropezar con cosas que había por medio y que ocasionaban gran estrépito. Encendí la luz y pude ver. Me hallaba en una habitación con trastos amontonados y cajas que contuvieron juguetes. Alguno de ellos estaban esparcidos y parecieron despertar algo que dormía dentro de mí. Salí de aquella habitación y entré a un pasillo. Me quedé estupefacta! Recordaba aquel corredor y una terrible sospecha empezó a caer sobre mí. Eternos minutos permanecí paralizada intentando asimilar aquello y encontrarle una lógica. Caminé por él como un autómata y me dirigí al punto donde se entraba a mi armario. Pero aquello estaba tapiado. Lo palpé impotente y me fijé que no estaba empapelado con papel decorativo como había en el resto del pasillo. Aquello había sido modificado posteriormente. Me dirigí a las estancias hasta llegar a la habitación de los juegos. La abrí con temor no queriendo que fuera aquella que recordaba. Pero lo era. Ahí estaba; esperándome. Y los juguetes parecieron sonreirse maliciosamente como si hubiese sido víctima de alguna broma macabra que ahora descubriese. Retorné de golpe a mi infancia y a una parte muy concreta de ella. La brusquedad con que lo hice me afectó y sentí como un vértigo extraño. Dentro de mí me sentía dos personas a la vez cuando creí que sólo era una. Parecía como si las muñecas me sacasen la niña de dentro, partiéndome en dos, con sus manitas de muertas para volver a sentar a la pequeña y olvidada Ingrid a la mesita del té. Me sentí desfallecida y me hubiese sentado pero las sillitas sólo eran para la pequeña Ingrid y las muñecas me lo decían desafiantes. Miré a mi alrededor angustiada porque había algo; algo en cada rincón, algo en cada juguete aparentemente descuidado, algo en el caballito balancín, en el soldado tirado boca abajo, en los coches de hojalata desperdigados, en las cajas sorpresa desvencijadas....cuchicheos a mi espalda que la pequeña Ingrid sí oía...."..nos falta el cuadro..", "..ella tiene el cuadro..", y mecánicamente miré a la pared donde estuvo y el espacio descubierto parecía una herida;  una herida que sangraba y sangraba hasta que no la cerrase con el cuadro. Sin Erik todo era siniestro; una gran herida pustulosa. Con él todo había resplandecido y sus pequeños vasallos habían vibrado como inofensivos elementos llenos de vida bajo su gobierno. Ahora que él no estaba me sentía amenazada, sabía que estaba en peligro...tal vez alguien me lo susurró pero una pizarra me ayudó. Retrocediendo de la pared choqué con ella. No la tumbé pero la ví y leí. "...detrás de ti"... ponía al final de una frase que la pequeña Ingrid escribiera. Noté como una respiración a mi espalda y me volví.
-Al fín lo has descubierto.
Mis ojos se clavaron en él. Era el personaje que faltaba en aquel circo de los horrores. -Tarde o temprano lo habrías sabido- dijo Oriach avanzando hacia mi.
-Qué hace usted aquí?- le pregunté sorprendida.
-Por qué crees que tu madre volvió conmigo? He estado protegiendo a esta familia durante muchos años- continuó empezando a caminar a mi alrededor cerrándome en un círculo.
-Sabes que la información es  Poder?- detuvo su circular paseo y me miró mientras me lo dijo. Continuó con su paseo: -Tu madre ha intentado protegerte y sabes de quién?....de mi! que disparate! si yo soy El  Protector! En esta vida hay que saber negociar. Yo tengo algo que tú quieres y tú tienes algo que yo quiero. Intercambiémoslo. Tu madre lo ha entendido muy bien. No te ha dicho nada, verdad?.....ya me lo suponía....pero ahora, que lo sabes, podemos empezar a hablar.
-Váyase de aquí! Yo no tengo nada que hablar con usted! Y si no se va llamaré a la policía.
Oriach soltó una carcajada. -Mejor que no venga la policía por aquí, por vuestro bien!
Se detuvo de nuevo delante de mi y descansó sus manos sobre mis hombros. Pretendía que las descansaba pero yo notaba que el fín era aferrarme. -Sólo quiero que seas amable conmigo y todo seguirá como hasta ahora; sin sobresaltos.
Yo me resarcí de su asedio bruscamente y retrocedí. El avanzó.
-Oye niña, a ver si te vas enterando de una vez! Estás atrapada y yo soy tu salida!
Pero apenas acabó la frase que un objeto le voló a la cara. Le arrojé un paragüero que le partió la ceja. Se echó las manos a la cara momento que aproveché para escabullirme. Salí al pasillo y me metí en la habitación contígua. Pensé que él correría hacia la trampilla. Me quedé quieta tras la puerta y no me moví. No di la luz. Entraba un resquicio de luz por una de las contraventanas resquebrajada. No tenía mucho tiempo para contemplaciones pero vi. Aquella habitación era completamente diferente a todo lo que allí reinaba. Era la habitación de alguien; limpia, bien dispuesta. Oí como Oriach corría buscándome. Debió ir hacia la trampilla. No le oí más. Salí con cautela y caminé hacia la puerta de la misma vivienda. Tenía las llaves por si estaba cerrada con varias vueltas y saldría por allí. Los nervios me traicionaban y no atinaba a encontrar la llave y voltar. Oí ruidos a mi espalda.  Como un animal herido Oriach saltó sobre mi y ambos caímos al suelo. Empezamos a forcejear. Me besó enloquecido restregando su sangre por mi cara, mi boca, mi cuello. Empecé a gritar y a golpearle; jamás había conocido fuerza tan descomunal pero de pronto Oriach se detuvo y lentamente se separó de mi. Había visto algo que yo  no podía ver.
-Tu!- dijo con odio. -Maldito seas! Tenía que haberte matado cuando pude!
Oriach se puso en pie y yo me volví para descubrir a Erik! Aquello fue superior a mis fuerzas. me quedé en el suelo inmovilizada.
-Vas a morir- le anunció Erik.
Yo creo que Oriach ya se sintió muerto. Aquel tenía un don especial para enviar a la gente al otro lado.  Pareció que la sangre detuvo su recorrido y Oriach se quedó lívido comprimiendo su espalda contra la pared. Erik acabó de entrar en el recibidor y al hacerlo dejó al descubierto una espada. - Podía permitírtelo todo menos esto. Las presiones a mi madre...los chantajes...pero has cruzado la línea.
-Tenía que haberte denunciado en cuanto supe que vivías- musitó Oriach.
-Pero tú no eres un ciudadano ejemplar que vela por la comunidad. Qué habrías sacado denunciándome?, no te interesaba el negocio. El negocio venía después...y habría seguido y seguido...
La espada empezó a silbar en el aire empujada por las vigorosas manos de mi hermano. Cerré los ojos y me tapé los oídos. Aún así la oía; oía su filo silbar con un sonido tan penetrante como los colmillos de una bestia ansiando carne donde hendirse. Uno de los silbidos se detuvo en seco; se oyó un sonido sordo; algo había parado su movimiento. Oí un grito. No quise mirar. Estaba paralizada; no podía ni llorar tan sólo me fui encogiendo y cerrándome en mi misma. Noté una presión en mi cuerpo y me contraje más. Mi hermano me agarró de un brazo y tiró suavemente.
-Siempre te dije que te protegería- levanté la cabeza y le vi. Tiró de mi para elevarme y no sé como, me levanté de un brinco y me agarré a él con todas mis fuerzas. Entonces lloré y salió todo de golpe. Le hablé, le abracé, le besé y noté como su radiante luz me envolvía. Su energía me nutrió y a través de su cuerpo me traspasó su calor vital. Un calor que sólo él podía darme y que me hacía fuerte. Estuvimos así no sé cuánto tiempo.

Algunas cosas cambiaron desde entonces. Mi madre, que había planeado llevarse a mi hermano a Alemania, lo hizo finalmente aprovechando una de sus actuaciones. Me dijeron que lo metieron en un baul. Aunque nadie le buscaba. Oficialmente estaba muerto. Allí le conseguieron una nueva identidad. La policía atosigó a mi madre durante el principio tras la desaparición del empresario Oriach por su vínculo con él. Se especuló en que había huído para no afrontar un desfalco que había en una sociedad financiera de la que era accionista y en la que se había descubierto una doble contabilidad y con el tiempo se cerró el caso.